Anna Riordan es una joven estadounidense religiosa de las Siervas del Hogar de la Madre, que llegó a España tras un proceso de encuentros y desencuentros con Dios, que desembocó en una crisis y en una preciosa historia de amor que se forjó en el Camino de Santiago. Allí se enamoró de Cristo y de las tierras españolas para siempre.
Esta religiosa ha vivido una vida de lucha interior en la que hubo épocas de fe con otras de rechazo a Dios para centrarse en la noche, el alcohol y la fiesta. En una entrevista en el programa Cambio de Agujas, la hermana Riordan recuerda que tuvo una infancia católica y que incluso entonces sintió la vocación a una vida consagrada.
Una adolescencia muy unida a la fe
En su adolescencia conoció el Regnum Christi, con los que empezó a acudir a retiros y a tener una fuerte relación con Dios. Ella confiesa que “me sentía atraída por su estilo de vida y quería conságrame como ellas”. Así fue como acabó en uno de sus internados destinados a chicas y aunque ella estaba muy contenta sus padres decidieron tras dos años que lo mejor era que volviera a casa.
“Quería intentar conservar este tesoro de la vocación pero en seguida me rebelé contra Dios, pues yo le decía que le había ofrecido mi vida y que Él no me había querido, así que me abrí al mundo”, afirma.
Su alejamiento de Dios
De esta manera esta joven empezó a cambiar a Dios por el culto al cuerpo de una manera exagerada, a beber y a fumar, aunque tenía los pulmones bastante mal: “Era mi manera de rebelarme”.
Con esta vida empezó la universidad. Seguía con las fiestas y además asegura que la música y los programas de televisión con tanta violencia, sexo, tristeza “cambiaron mi manera de ver la vida”. Así empezó a calar la idea en ella de que “la Iglesia era exagerada y que tenía que abrirse más”
Tenía todo pero "no estaba llena"
Incluso, fue apercibida de expulsión de la universidad por beber alcohol sin tener la edad mínima para ello. Por ello, la hermana Riordan cuenta que “al principio sentía repugnancia de esta vida, no quería meterme en ella, pero sentía a la vez que era lo que tenía que hacer”.
Una vez acabada la universidad pudo encontró trabajo como fisioterapeuta, el trabajo de sus sueños, pese a que no había estudiado para ello. “Estaba feliz pensando que había conseguido lo que quería pero pasaban las semanas y sentía que no estaba llena. Tenía coche, apartamento, amigos, trabajo soñado, tenía todo pero no era feliz. Eran los primeros toques de Dios”.
Dios se encontró con ella en una fiesta de fin de año
Así fue pasando el tiempo e incluso llegó a mudarse a otro estado, pero su vida seguía cayendo en picado. Sin embargo, esta religiosa afirma que “la primera vez que empecé a sentir la cercanía de Dios y que me llamaba a la puerta fue en una fiesta de fin de año”.
La hermana Riordan destaca la “creatividad de Dios” puesto que “eran las 3 de la madrugada y estaba buscando un sitio para dormir y el bolso se cayó de la cama, al recogerlo encontré una estampita de la Divina Misericordia, me pareció guapísimo y entonces pensé en una amiga que estaba discerniendo su vocación y que había dejado a su novio. Fue impresionante y sentí envidia hacia ella”.
El Camino de Santiago, punto de inflexión
Sin embargo, cuando se sintió interpelada por Jesús en ese momento se asustó y guardó la estampita. Volvió a olvidarse de Dios hasta que dos meses después llegó el momento más importante en su verdadera conversión y vocación.
Una amiga suya le propuso una aventura, algo que tenían que hacer antes de casarse, el Camino de Santiago. Lo que empezó como algo divertido se fue tornando en una experiencia religiosa. “Empezamos en Roncesvalles, fue un mes y Dios empezó a quitarme lo que me sobraba, mis seguridades, mi lengua, ambiente, el alcohol…”.
La confesión y la adoración que cambiaron definitivamente su vida
Al llegar a Santiago, todavía con la mochila a cuestas, una joven argentina que hablaba inglés se le acercó y le animó a confesarse para así ganar indulgencia pero a Riordan no le apetecía. Al final accedió a que esta chica le mostrase cuál era el confesionario destinado a las personas de habla inglesa.
“Sin darme cuenta me dejó en la fila y al despedirme de ella alguien me dijo que me tocaba a mí. Me sentí empujada a ponerme delante del sacerdote y hacer una buena confesión”, explica.
"¿Y si te mueres ahora, qué pasa?"
El sacerdote le recomendó ir a la capilla del Santísimo a rezar ante Jesús y todavía recuerda que “fue entrar y empezar a llorar, fue un encuentro con Dios de una manera única”.
Cuenta que Dios le preguntaba: “¿Y si te mueres ahora, qué pasa? Tienes las manos vacías, llenas de ti misma, ¿qué me vas a presentar?”.
Enamorada de un chico
En ese momento, agrega la religiosa estadounidense, “entendí la urgencia de espabilarme espiritualmente y lo entendí claramente ahí, empecé a ver las cosas que tenía que cambiar pero en ese momento no me planteé la vocación”.
Volvió a Estados Unidos en una nube y poco a poco su vida iba cambiando pero en el Camino se había enamorado de un chico y quería volver a verlo por lo que empezó a buscar trabajo en España. Justo en ese momento conoció a las siervas del Hogar de la madre, que además tenían casa en España.
Su corazón ya estaba en España
“No me interesaban las monjas, pero sí su casa. Yo pensaba en llegar a España y luego hacer lo que me diera la gana. Las llamé y las dije que me interesaba, llegue aquí pensando en el chico pero me enamoré del Señor y de las monjas”, cuenta.
Fue un shock y todavía le quedaban muchas luchas por lo que tras la experiencia decidió volver a Estados Unidos. “Creía que necesitaba aire, volví allí pero me había dejado el corazón aquí”. Y finalmente aceptó con la alegría la vocación de Dios y ahora es religiosa de las Siervas del Hogar de la Madre.