Sor Teresa Seaton es una de la docena de estadounidenses que han formado a lo largo de su historia de las Siervas de María, Ministras de los enfermos, la congregación fundada en Madrid en 1851 por Santa Soledad Torres Acosta, y que está presente en más de una veintena de países de Europa, América, Asía y África.
Esta joven que profesó sus votos perpetuos el pasado mes de diciembre conoció a las religiosas de una manera casual, nunca buscada, pero fueron la respuesta a una llamada que Dios estaba realizando con fuerza en su interior.
Las siervas de María tienen un convento en Kansas City y es ahí donde la religiosa reside y cumple con la vocación con la que ha sido llamada.
En declaraciones a The Leaven, publicación de la Archidiócesis de Kansas City, esta joven religiosa cuenta que es la cuarta de doce hermanos de una familia profundamente católica. Combinó su educación en una escuela católica con varios años de “homeschooling”, educación en su casa. Pero a pese a una activa vida católica familiar su relación con monjas era más bien escasa.
En la Universidad Estatal de Kansas, Seaton se inscribió en un programa de preparación para Fisioterapia, pero tras meditar más profundamente sobre su futuro profesional lo que experimentó –para su gran sorpresa- fue una llamada para convertirse en monja.
Volvió a su hogar para prepararse para el programa de Enfermería en otra institución superior. Mientras tanto, confiesa que en ese momento las piezas del rompecabezas en su discernimiento vocacional comenzaron a tomar forma.
En realidad esta institución superior donde se preparaba para Enfermería era el último lugar donde esperaba encontrar alguna monja. Pero fue en una de estas clases donde conoció por primera vez a una sierva de María. Y mientras tanto la llamada del Señor parecía intensificarse.
Finalmente, Seaton decidió tomarse en serio su vocación y participó en un grupo de discernimiento, donde aprendió y conoció distintas comunidades religiosas.
Sin embargo, decidió visitar a las Siervas de María en su convento de Kansas y tuvo la oportunidad de acompañar a una hermana que atendía a un paciente enfermo en su casa. Fue la increíble sencillez de este ministerio de mera presencia lo que tocó su fibra sensible y cambió totalmente su perspectiva.
“Me di cuenta de que no necesitamos títulos y grados avanzados para servir a la gente. Es más importante operar a nivel del corazón. El servicio que brindan las Siervas, tan humilde como es, abre a las personas al Señor”, comenta la ahora hermana Teresa.
Seaton llegó a la conclusión de que se sentiría como en casa en este ministerio de servicio caritativo y que esta comunidad era el lugar al que Dios la llamaba. Ingresó en el noviciado de Hermanas en Oxnard, California, en el otoño de 2012.
Durante tres años allí experimentó la vida comunitaria. “No se puede conocer la vida de una Hermana en un libro”, explica.
Con otras novicias, estudió las enseñanzas y los documentos de la iglesia. También aprendió español, lengua materna de la mayoría de las Hermanas Siervas de María. El noviciado fue bilingüe y este hecho le resultó muy útil.
Hacia el final del noviciado, todas participaban en un ministerio activo sirviendo a los enfermos en sus casas. Tras la primera profesión de votos, Seaton llegó al convento de Kansas City. Este programa estructurado también incorporó la formación y el ministerio. Durante este tiempo, obtuvo su certificación como asistente de enfermería en Donnelly College en Kansas City.
Durante los siguientes cuatro años, la formación continuó en el convento que la congregación de origen español tiene en el Bronx, Nueva York. Se sumergió en la vida religiosa y atendió a los enfermos en sus hogares seis noches a la semana. Pasó los últimos seis meses en Azpeitia, España, con otras seis mujeres de diferentes continentes preparándose para profesar sus votos como siervas. Este fue un tiempo intenso de espiritualidad y oración.
La primera tarea de la Hermana Teresa tras profesar sus votos perpetuos ha sido cuidar a las hermanas mayores en la enfermería del convento de Kansas City. Ella considera esto un privilegio porque estas Hermanas dedicaron sus vidas a cuidar a los demás. “Es nuestro turno de cuidar de ellas”, afirma convencida.
En otoño de este 2022 comenzará las clases de Enfermería, y mientras tanto sigue cuidando día y noche de los enfermos en sus hogares y de las hermanas más mayores en el convento.
Si bien le ha resultado algo intimidante ir a la casa de un nuevo paciente, entiende que se trata de construir una relación con la persona. “Voy con fe sabiendo que este lo que Dios me pide que haga”, afirma sor Teresa.
Como testigo vivo de que la felicidad se encuentra solo en Dios, ella brinda cuidado y alegría a los enfermos y moribundos, viendo a Cristo en ellos y encarnando las palabras de Jesús, y el lema de las Hermanas, Siervas: “Estuve enfermo y me visitasteis”.