En Fátima la Virgen María lanzó un claro mensaje que expresó primero a los tres pastorcitos. En este mensaje salvador para las almas resaltaba la importancia de rezar el Rosario en reparación por los pecados del mundo pero también promover la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Al igual que otros muchos católicos, la Madre Teresa, Santa Teresa de Calcuta, comprendió el poder y la fuerza del Rosario de la que habló la Virgen en Fátima. Una anécdota sobre lo que significaba para ella ocurrió en un aeropuerto en el que se encontraba en uno de los numerosos viajes que tuvo que realizar en vida. Allí, preguntaron a los viajeros si llevaban algún tipo de arma. Ella cumpliendo con la petición del agente de seguridad sacó de la mano su arma y la extendió: se trataba de su Rosario.
Pero también comprendió perfectamente el misterio y la fuerza del Inmaculado Corazón de María. La teóloga Julie Onderko profundiza en Catholic Exchange sobre este punto y cita para ello al padre Michael Gaitley, que escribió: “el corazón se refiere a la vida interior de uno y al asiento del Espíritu Santo que mora en nosotros”. El corazón es, por tanto, la esencia de la persona. Es el núcleo de la identidad de cada uno pues involucra el pensamiento, la voluntad, el amor y las decisiones que se toman.
«Préstame tu Inmaculado Corazón»
A través del Inmaculado Corazón de la Virgen María, las almas son rescatadas, las gracias obtenidas y los planes del diablo interceptados. Nuestra Santísima Madre les explicó esto a los niños de Fátima: “Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacéis lo que yo os diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”.
Precisamente, Santa Teresa de Calcuta comprendió también el poder espiritual y el significado del corazón de María y con confianza infantil pidió: «María, préstame tu Inmaculado Corazón».
También pidió a la Virgen que tomara el suyo a cambio: “Guárdame en tu más puro corazón”. La vida de la Madre Teresa, su capacidad de amar sin medida, fue un regalo al mundo hecho posible a través del Inmaculado Corazón de María.
Esta santa de la caridad puede ser un ejemplo para el hombre de hoy. Se trata de pedir esto mismo a la Virgen, aunque pueda parecer demasiado simple o ingenuo. Si se le pide a nuestra Madre Celestial, ella prestará su corazón para que el que lo haga pueda llegar a amar a Jesús como se merece. A su vez, cada uno debe ofrecer su propio corazón y ella lo transformará para convertir a la persona en «puro de corazón».
La devoción de Jacinta al Inmaculado Corazón le permitió amar, rezar y ofrecer sacrificios por la salvación de las almas. Esta vidente deseaba poner ese mismo amor y «fuego», como ella lo llamó, «en el corazón de todos». Su celo – de hecho su “fuego” – son evidencia de la obra del Espíritu Santo en su joven corazón. Ella le dijo a su prima: “¡Amo tanto al Inmaculado Corazón de María! Si pudiera poner en el corazón de todos el fuego que arde dentro de mi propio corazón…».
La Virgen María guardaba los asombrosos acontecimientos del plan de salvación en su corazón: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2,19). Su papel en el plan de rescate de Dios siempre fue traer a Jesús al mundo. Desde el principio, nuestra Santísima Madre se ocupó de su misión. “Fue apresuradamente” y llevó al Salvador, escondido en su vientre a la casa de Isabel y Zacarías. Todo el plan de salvación involucra el corazón de María a través de su identidad como Madre del Salvador y Madre de la Iglesia.
Seguir el ejemplo de Madre Teresa
San Luis de Montfort afirmaba que cuando el Espíritu Santo encuentra a su santa esposa, María, en un alma, se apresura a entrar en ella en proporción al lugar que le ha dado. El Espíritu Santo habitó, y aún lo hace, en el alma de la Madre Teresa, su misión y su obra, porque allí encontró el corazón de María.
Si uno quiere que el Espíritu Santo more en él, que haga su vida espiritualmente fecunda y triunfante contra el enemigo. Una ayuda es seguir el ejemplo de la Madre Teresa y pedir a María que le preste su corazón y tome el suyo a cambio. Una de las formas más poderosas de lograr esto es a través consagración mariana.
La consagración mariana significa consagrarse a Jesús por María. Se trata de acercarse más a Jesús y la forma más fácil, rápida y directa de llegar allí es a través del corazón de Su Madre. Quienes han hecho esto, en el mejor sentido, nunca han vuelto a ser los mismos. Dar el corazón a María supone un cambio de vida.