La hermana Brígida Moreta es una carmelita que durante más de 30 años ha sido misionera en África, concretamente en Malawi. Allí ha visto lo mejor del ser humano y también los grandes sufrimientos que lo rodean. Hambrunas y graves epidemias como el cólera o el tifus. Ahora es el coronavirus el que ha paralizado Occidente, y justamente a esta misionera de 75 años le ha tocado sufrirlo en España, donde se ha contagiado. Desde hace más de ocho días se encuentra ingresada en el Hospital de La Paz de Madrid.
Sin embargo, aunque es catalogada como persona de riesgo por su edad y su historial médico, Brígida ha evolucionado favorablemente y los médicos le han dicho que en una semana podría abandonar el hospital. Está ganando al coronavirus al igual que ya venció dos cánceres, uno de pecho y otro que le obligó a que le extirparan el útero. También ha conseguido sobrevivir a varias malarias graves y a importantes problemas cardíacos.
De cuidar a ser cuidada
¿El secreto de esta fortaleza? Vivir sin miedo y con la confianza puesta en Dios. Su entereza para afrontar el virus puede ser de gran ayuda, pues además arrastra una gran experiencia tras sus años de misionera.
En una conversación telefónica con ReL desde su habitación en el Hospital de La Paz, esta religiosa asegura que está con ánimo. “Desde el día en que cogí la mochila y vine al hospital supe que no era cosa de un día. Es lo que me toca ahora. Otras veces he estado en el otro lado y ahora me toca estar en este”, asegura.
En Malawi, Brigida Moreta, que tenía estudios de Psicología, Enfermería y como matrona colaboró en poner en marcha lo que ahora es un centro con varios hospitales y cientos de camas. Ahora es ella la que le toca ser atendida y cuidada.
"Confío en ti, Señor"
Esta carmelita vive el ingreso con “la esperanza de que no lo estoy viviendo sola, lo vivo con esa certeza. Esta es nuestra Cuaresma. Desde que cogí la mochila di el primer paso del viacrucis de este coronavirus, cuando entonces no sabía siquiera si lo tenía”.
Cuando le confirmaron el positivo, la doctora le preguntó si estaba preocupada. Con la entereza que da haber luchado ya en mil batallas, Brígida dijo que suponía que estaría contagiada. “Enseguida me dije: ‘confío en ti, Señor’. Estoy tranquila. Lo único que me gustaría es transmitir tranquilidad a los que nos toca vivir este momento. Esto ayuda. Ir de la mano de alguien como Dios ayuda porque el miedo desaparece y la esperanza crece”, comenta esta misionera.
Sin embargo, casi el mismo dolor que siente por la acción del virus en su interior lo tiene por no poder hacer algo más por los demás. “Es doloroso porque toda mi vida ha estado marcada por esa entrega a las necesidades más urgentes. No me importaba con tal de que alguien recuperase la esperanza y un poco de vida”, confiesa.
"Dios se mueve por todo el hospital"
Pero por otro lado, con el coronavirus esta religiosa ve que “me uno a todos ellos y rezo, y en este sentido, esto me está ayudando mucho”.
Ante tanto sufrimiento y muerte, muchos pueden preguntarse dónde está Dios. Brígida asegura convencida que “si Dios no estuviera en el hospital creo que ni los que somos pacientes ni sobre todo los que se están entregando poniéndose en riesgo como médicos, enfermeras y todo el personal podrían trabajar transmitiendo una palabra de esperanza y una sonrisa”.
Ella lo tiene claro: “Dios está en el hospital moviéndose con todos ellos y con todos nosotros. Es algo palpable”.
"El miedo no ayuda"
Esta carmelita asegura que su experiencia como misionera en un país como Malawi le está ayudando mucho en este momento de enfermedad. “En África he vivido pandemias y algunas sin ningún medio para combatirlas. No teníamos guantes, mascarillas y la protección era prácticamente cero. Pero gracias a Dios tenía coraje y la certeza de que ‘las serpientes no te harán daño (Mc 16, 18)’. Siempre he tenido esa certeza”, afirma Brígida.
“No tengo miedo”, recalca. Y afirma que precisamente esto es lo que quiere transmitir. En su opinión, “el miedo no ayuda, el miedo paraliza y cuando un cuerpo se paraliza ya no reacciona”.
Igualmente, esta vida misionera le ha servido para no rehuir este sufrimiento porque “cuando en África veía tanto sufrimiento decía: ‘Señor, me gustaría tenerlo yo para poder entenderlos mejor’. Ahora ya lo tengo y lo entiendo”.
"Con Dios se puede todo"
La hermana carmelita también cree que los católicos tienen una misión muy importante en este momento. Además de colaborar con las autoridades, también invita a “perder el miedo” y protegiéndose de manera adecuada no dejar que ningún vecino o persona conocida tenga que morir solo.
“Agradezco además a todas las personas que se unen en esta oración al Padre. No hace falta oraciones complicadas. Tenemos el Padre Nuestro que estás en el cielo y la Salve tan bonita en este valle de lágrimas. Estamos en un momento propicio para hacer estas dos oraciones, al Padre y a la Madre”, recuerda esta religiosa enferma a los católicos.
“Con Dios se puede todo y vamos a poder”, nos cuenta Brígida antes de despedirse. Y hace una promesa para el futuro: “Esto no puede acabar con un virus sino con un brindis”.