Ahora vive en Brasil donde dirige una ONG que ayuda a refugiados que llegan al país y no tienen nada. Gracias a las 17 lenguas que habla, varias de ellas dialectos africanos, ayuda a otras organizaciones católicas y recientemente ha contado su testimonio en un encuentro organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Moussa Diabate, cuyo nombre de nacimiento era Mohammed, era el primogénito de 19 hermanos de una familia nómada tuareg que vivía en Mali, en el desierto del Sáhara, que además era musulmana y muy rigorista.
Estando en Bamako, capital de Mali, Moussa se enteró de que un compañero suyo con el que estudiaba se había convertido al cristianismo. Consideraba este suceso algo terrible por lo que se dispuso a tomar cartas en el asunto para así devolver la dignidad a este amigo, y que pasaba por matarle.
Este compañero se convirtió a raíz de contraer la tuberculosis. En ese momento fue abandonado por su familia en el desierto donde unas monjas católicas le recogieron y le cuidaron. Al saber que todo ello lo hacían gratis y por amor, este joven quiso seguir al mismo Dios que estas religiosas y decidió bautizarse.
Moussa, contando su testimonio ante el cardenal Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro
Moussa no podía permitir esta ofensa. “Como se convirtió, tenía que matarlo para poder salvar su alma, y así también la mía; hasta su familia quería verle muerto debido a su conversión. Por tanto, fui al hospital en el que estaba, y cuando llegué, él me dijo: ‘Sé por qué vienes, pero antes permíteme que te diga una cosa, Jesús te ama’”.
Aquellas palabras del amigo al que tenía que matar le traspasaron el alma y le conmovieron hasta el extremo y ya con el arma preparada para disparar, no fue capaz de apretar el gatillo.
Abandonó el hospital y durante mucho tiempo no podía quitarse de la cabeza aquellas palabras de “Jesús te ama”. Estaba inquieto y poco a poco se iba produciendo en él un cambio que le empujaba hacia el cristianismo.
En un momento dado pensó que su familia lo entendería y se fue a ver a su tío con el que vivía cuando estaba en Bamako. Le contó lo que estaba experimentando y éste le recomendó que partiera al desierto junto a su familia. Lo que no podía imaginarse este joven tuareg es que su tío había enviado un mensajero a su familia advirtiéndole de la conversación que había tenido con Moussa.
Cuando se reunió con su familia ya sabían que quería ser cristiano y cuando se lo preguntaron directamente, éste respondió que se había convertido. En ese instante, lo apresaron y fue desnudado para recibir numerosos latigazos que todavía están marcados hoy en su piel.
Moussa ni siquiera estaba bautizado pero era su primera gran prueba de fe. Le dejaron atado un tronco un martes y le dieron hasta el viernes para que renegara de Cristo. De no ser así le matarían. Pero en la noche del jueves al viernes, horas antes de que fuera asesinado, un familiar suyo le liberó sin que nadie se diera cuenta. Fue la última vez que vio a su familia.
El joven huyó a la capital y se refugió en el colegio durmiendo en los bancos del patio. De repente, recibió una convocatoria de la Embajada de Suiza pero tuvo miedo y no acudió. Dos días después recibió otra y el mensajero le dijo: “Tu tío te quiere matar, necesitas asilo religioso”.
A día de hoy, Moussa sigue sin saber cómo supo la embajada su historia pero él lo atribuye al Espíritu Santo. En el consulado le dieron una nueva identidad. Ya no era Mohammed, era Moussa Diabate, que significa “mensajero de paz”.
Moussa fue enviado a Suiza. Allí se bautizó y se graduó en Pedagogia. Una vez licenciado quiso volver a su tierra para trabajar para su gente aunque en otra zona de Mali.
Fue así como comenzó a trabajar de profesor e intentó de nuevo reconciliarse con su familia. Realizando una vieja tradición de su pueblo, envió íntegro el primer salario a su madre como forma de gratitud por haberle criado.
Pronto recibió otro correo con la respuesta. Le devolvían todo el dinero y su madre le decía que preferían verlo muerto a que siguiera siendo cristiano. Por ello, decidió entregar ese dinero a los niños necesitados.
Con el avance islamista en Malí en 2012, Moussa tuvo que refugiarse en Senegal y de ahí a Brasil donde empezó a trabajar en Cáritas en la recepción y atención de refugiados. Más tarde decidió fundar una ONG que ayuda a estas personas y traduciendo, enseñando portugués, formándoles para un empleo o proporcionándoles alimento.
“Somos perseguidos por ser cristianos, no por ser católicos o evangélicos. En la ONG también ayudamos a musulmanes, porque para mí es como si estuviese cuidando a mis propios padres. Mi amor por las personas es mayor que las diferencias”, asegura este tuareg.
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