Esta última es una de las 24 Iglesias “sui iuris” que conforman la Iglesia Católica, es decir, que aunque son autónomas en relación al rito y disciplina, no lo son respecto a los dogmas de fe y su obediencia al Vicario de Cristo, el Papa. En otras palabras, están en plena comunión con la Iglesia.
La agencia ACI narró la historia del pastor Joshua Mangels, que sintió en su corazón un el deseo de pertenecer a la Iglesia Católica, renunció a su cargo en la iglesia en septiembre de 2016 y un mes después entró al catecumenado en una parroquia católica bizantina de la ciudad de Tucson, acompañado de su familia y varios de sus feligreses.
El pastor comentó que, aunque le encantaba su ministerio en la iglesia pentecostal, en un momento comenzó a sentirse “frustrado con los vientos cambiantes de la doctrina, las modas y presiones de la comercialización de la iglesia”.
Luego, regresando a su casa después de una decepcionante conferencia de pastores, comenzó a escuchar un apostolado católico que un amigo le había señalado. La predicación era sobre los pecados mortales, dijo Mangels, y aunque no sabía que el orador era católico, quedó impresionado.
“Era como un trago de agua dulce. Escuché esto durante dos horas y media mientras regresaba a casa, y cuando volví, mi esposa me preguntó cómo estuvo la conferencia y le dije: 'Fue terrible, pero tienes que escuchar esto”, recordó.
Entre las cosas que escuchó del predicador católico había información sobre los Padres de la Iglesia y parte de su historia que no había oído antes.
Tiempo después, Mangels comenzó a mirar a otros pastores de la Asamblea de Dios que habían ingresado a la Iglesia Católica y explorado la enseñanza cristiana de los primeros siglos.
“Cuando leí a los Padres de la Iglesia, fue entonces cuando los sacramentos comenzaron tener significado y comencé a ver lo central que era la Eucaristía para la Iglesia primitiva. Si la Eucaristía fue ordenada por Cristo, quiero recibir al Señor”, expresó.
Junto a su esposa Teresa empezaron a leer constantemente sobre el catolicismo, hasta que se dieron cuenta que si seguían en ese camino “era inminente” que perderían el trabajo y la casa.
“Pero terminamos hablando noche tras noche de los Padres, los sacramentos, la Iglesia primitiva y todo lo demás”, dijo Mangels.
En julio de 2016 comenzó a enseñar a su congregación acerca de la Iglesia primitiva, pasando por san Policarpo, san Justino Mártir, la Didaché y otras partes del cristianismo primitivo. Para varios jóvenes de la congregación, estas lecciones les permitieron discernir en favor de unirse a la Iglesia Católica.
“Me encantaba pastorear, me encantaba la predicación. Yo estaba predicando reuniones de campo y avivamientos, pero yo era católico en mi corazón”, aseguró Mangels.
En septiembre, le dijo a su congregación que renunciaría como pastor y entraría al catecumenado de la Iglesia Católica con su familia.
Mientras la familia Mangels había decidido convertirse en católica, no habían decidido por dónde empezar. No obstante, el organizador de un evento provida al que asistieron sugirió hablar con el P. Bob Rankin, párroco de la Iglesia Católica Bizantina de San Melany.
“Trataba de enseñarle cómo convertirse en católico, pero el primer sacerdote que conoce no pertenece al rito romano. Utilicé paquetes de azúcar sobre la mesa para explicar la teología dogmática y la eclesiología”, dijo este sacerdote.
El P. Rankin explicó que, a pesar de las diferencias superficiales entre un estilo de culto pentecostal y la Divina Liturgia, “llegaron a la iglesia correcta por el tipo de espiritualidad que tenían”.
“Vienen de ese fondo pentecostal, así que tienen esa experiencia de conversión y de dar sus vidas a Cristo. Ellos querían una liturgia que fuera demostrativa, y la liturgia oriental, es enérgica, de adoración: estás llamado a experimentar a Dios; estás destinado a romper en lágrimas”, añadió.
Por su parte, Teresa Mangels, aseguró haber tenido una experiencia similar y sentirse abrumada y feliz de que Cristo les “diera su verdadero Cuerpo y Sangre”.
Finalmente, el P. Rankin aseguró que los nuevos catecúmenos trajeron “un admirable celo apostólico” a la Iglesia.