El pasado 4 de mayo el Papa Francisco firmaba el decreto que reconocía las virtudes heroicas y por tanto proclamó venerable a Eduviges (Edvige) Carboni, (18801952), una mística italiana conocida por su vida de fe, por sus visiones y por los estigmas que sufrió durante su vida.
Aunque era natural de Cerdeña, durante su vida vivió también en Nueva York y en Roma, donde murió de manera repentina y donde hasta los comunistas acudieron a su tumba a depositar flores por su amor a los pobres y necesitados.
En la biografía de esta mujer, declarada sierva de Dios por San Juan Pablo II en 1994 destacan tambiéns sus visiones del cielo y del purgatorio y su relación con el Padre Pío, con el que llegó a reunirse. Incomprendida por unos y muy queridas por otros, su fama de santidad recorría Italia. Y en 1968 se iniciaba su proceso de beatificación.
Uno de los aspectos más llamativos de la vida de Eduviges Carboni fueron sus experiencias místicas y su estrecha relación con la Virgen María, ya desde muy niña. En su diario, esta laica italiana escribía que ya con cinco años rezaba ante un cuadro de la Virgen que había en casa de su abuelo. A María le pedía que le dejara jugar con el niño Jesús y muchas veces se lo permitió.
A lo largo de su vida, la Virgen se le apareció muchas veces aconsejándole siempre que amara a Jesús, que rezara el Rosario y que ofreciera sus sufrimientos por la salvación de los pecadores.
En su diario recoge el día en que la Virgen lloraba:
“Se me apareció la Virgen con lágrimas en los ojos. Yo me acerqué y le dije: ‘¿Por qué lloras?’. Lloro, porque no puedo aplacar la ira de mi Hijo, indignado contra el género humano. Si los hombres no hacen penitencia, la guerra no terminará y se derramará mucha sangre. Hija mía, las modas inmodestas y escandalosas y la deshonestidad han encolerizado a Dios y no puedo aplacar a mi Hijo. Rezad y haced penitencia, recitad el rosario con frecuencia. Es un arma poderosa y única para atraer las bendiciones del cielo”.
En otro momento, en 1942, anotaba en su diario otra experiencia mística con la Virgen. “Después de la comunión quedé en éxtasis. Vi a la Virgen con un cesto entre las manos, lleno de rosarios blancos y de otros colores. La Virgen tomaba los rosarios y los daba a las almas que se encontraban presentes para rezar. De cada una de aquellas cuentas del rosario bajaba una especie de agua olorosa. Eran millares los rosarios y los distribuyó todos. Después, volviéndose a las almas les dijo: ‘Hijos e hijas, vosotros con estos rosarios podréis apagar el fuego esparcido en casi todo el mundo. Esta es el arma más poderosa. El hombre no puede encontrar otra arma más poderosa. Y, dicho esto, desapareció toda resplandeciente’”.
Toda su vida estuvo marcada por esta unión a María que curiosamente en muchas ocasiones le venía después de la comunión. En estas visiones veía la fuerza intercesora de María y de los santos, como ocurrió en esta ocasión:
“Un día, después de la comunión, me encontré en un prado y, sobre un trono, vi a María Auxiliadora cubierta con un gran manto. En la llanura había una borrasca tormentosa de viento y fuego. De pronto, se presentó san Juan Bosco que corría en medio de la borrasca y llamaba a hombres y mujeres a que se salvaran, poniéndose bajo el manto de María Auxiliadora. Muchos miles corrieron a salvarse bajo el manto de María, pero otros miles no quisieron entrar y se reían, burlándose de los que entraban bajo el manto.
»Don Bosco, en medio de la borrasca y del terrible fuego, se subió a una mesa y comenzó a predicar exponiéndoles el gran peligro que corrían y les decía: ‘Van a perecer por su culpa, vengan bajo la protección de la Madre celeste’.
»Pero ellos, duros de corazón e indiferentes a sus palabras, permanecieron sordos a las palabras del santo. Y yo vi que el fuego los cercó sin poder salvarse, tratando de huir del peligro. Me parecía que no había sido una visión, pues parecía estar despierta con todo los sentidos y, aún hoy, cuando me acuerdo, tiemblo del espanto, viendo almas tan duras que prefirieron abrasarse antes de obedecer a la voz de salvación de don Bosco. Pero todos los que estaban bajo el manto de María estaban seguros”.
En otra de las visiones que apuntó con detalle en su diario, Eduviges Carboni asegura que “después de la comunión, vi un ángel que llevaba lirios y rosas bellísimas. Me dijo: 'Si vosotros todos los días recitáis el Rosario con fe y atención, yo formaré de las avemarías, rosas; y de los padrenuestros, lirios. Y los uniré todos para hacer una bellísima corona que os regalaré en el paraíso. Por eso, en este mes de mayo recitad frecuentemente el rosario”.
(Publicado originariamente en el portal de noticias marianas www.carifilii.es)