El sacerdote italiano Aldo Trento, que dirige en Asunción del Paraguay la Fundación San Rafael para atención de enfermos marginados, ha dado a conocer en Tempi, reproduciendo una carta recibida, un nuevo testimonio en el que el dolor y la esperanza se dan la mano:
Estimado padre Aldo:
Inmediatamente después de Pascua uno de mis hermanos, Giacomo, tuvo un ictus. Hacía casi un año que estaba en diálisis. Desde el momento en que llegué al hospital, el impacto con la situación fue, para mí, dramático. Ver a mi hermano en una situación tan difícil me provocaba un sufrimiento tan grande que deseaba eliminarlo, huir. Sin embargo, en mi mente aparecía una y otra vez el esfuerzo que estaba viviendo Giacomo y mi deseo pasó a ser el de estar cerca de él y sostener a mis padres y a mi cuñada Elizabeth. Los primeros días de hospital tuvimos que esperar, impotentes, para saber si se habría recuperado. Fue mi primer momento de claridad. El Señor nos estaba pidiendo que nos abandonáramos a Él. No podíamos preocuparnos por las cosas cotidianas que solemos hacer. Se nos pedía lo esencial, abandonarnos al Padre, porque Él respondería a nuestro grito de ayuda.
Otro momento que fue una provocación para mí, llevándome a afrontar la situación con una pregunta, fue cuando mi padre dijo: "¡Qué difícil es pensar que esto sea el bien para Giacomo y para nosotros!". Esto provocó en mí el deseo de descubrir si lo que estaba sucediendo era realmente un bien para nosotros, para mí. Al cabo de unos días parecía que Giacomo se recuperaba y pudimos disfrutar también de algunos hechos simpáticos que nos regaló durante unos breves instantes. Un día, durante la diálisis, tuvo crisis epilépticas. Esa misma noche la situación empeoró y los médicos decidieron operar. De nuevo estábamos allí, esperando. Estar delante de él, entubado y conectado a las máquinas, era sentir de nuevo un gran dolor. Dos cosas me provocaron. La primera fue un post que Giacomo había escrito en Facebook tras la muerte de Robin Williams.
"Cuando alguien muere, alguien importante, todos aplauden su vida, su carrera. Es justo que sea así. Si es un actor, vuelvo a ver todas las bonitas películas que ha interpretado. Es normal. Afirmamos la vida para no tener que mirar a la cara a la muerte. Yo quiero mirar a la muerte a los ojos. Últimamente, cuando veo a un hombre morir, pienso en mis series de televisión preferidas, porque por mucho que me esfuerce en mantenerlas en vida, están muertas. Han concluido, no importa si el final me gustó o no. Siempre podré volver a ver un episodio u otro. No importa. Mi mente volverá, inexorablemente, allí, al final. Estoy increíblemente atraído por el Final. El mío y el del mundo. No todos los finales son bonitos. Espero que el mío no esté cerca ni sea espectacular. Me gustaría que nadie supiera que he muerto. Desaparecer y basta. Volver a casa. Cuando una persona muere, y en este caso me refiero a una persona cualquiera, pienso que había llegado su momento. Tenía que morir. ¡Ha sido llamado! Es algo positivo. Una nueva aventura. Toda aventura empieza con mucho entusiasmo, pero también con mucho miedo. ¿Volverás a ver a esa persona? ¿La podrás volver a abrazar? Cuando alguien muere las preguntas se agolpan en nuestra cabeza. Hacemos todo lo posible para olvidarnos de ellas, pero son precisamente esas preguntas las que determinan nuestra búsqueda, aquí en la tierra…».
La segunda es una oración que escribió hace algunos años, antes de casarse. La encontramos la noche de su funeral.
"¿Sabes? Hoy estoy tranquilo. Ni móvil, ni portátil, ni vídeo… o casi. He pasado casi toda la tarde sin saber qué hacer. Pero no estoy aburrido. Estoy presente. ¡Es así como quiero estar dentro de algunos meses, cuando viva con mi bellísima esposa! ¡Qué extraño! ¡Todo cambiará! Ni siquiera siento vergüenza de estar en público, con otras personas. Me cuesta, lo admito. Pero es liberador conseguir ser yo mismo así. No quería escribir estas palabras, no tenía redaños para expresar lo que tenía encerrado dentro de mí. Ahora me lavaré y me iré a la cama. Doy gracias a Dios por la oportunidad de vivir plenamente cada día. Me está preparando para mi vida de más allá. Me está preparado para su Infinita Visión. Tengo la certeza de que todo lo que sucederá, y lo que ya ha sucedido, ha sido por un motivo más grande que yo nunca conseguiré comprender. Me equivocaré, caeré otro millón de veces. Le negaré cada cinco segundos. Pero estoy seguro que me mirará con amor y me perdonará. Lo digo porque siento en mi corazón que Él hace exactamente esto. Y esto me da esperanza para mi futuro. Dame la fuerza, oh Señor, para seguirte en cada instante y comprender lo que me das en la vida. Dame el don de ver con tus ojos cada cosa, de poder estar lleno de ti, en comunión contigo cada instante. También cuando el mal intente llevarme, vela sobre mí y sobre todos mis seres queridos. Dame un espíritu puro, como en estos días. Amén".
Giacomo murió el sábado 29 de abril, mientras recorría un camino hecho de preguntas y certezas. No estaba asustado por el Final… Estaba atraído. Se tomaba en serio las preguntas importantes de la vida. ¿Y yo? Anhelo vivir como él.
Maddalena
Y también nosotros, que te estamos agradecidos por este testimonio.
Traducción de Helena Faccia Serrano.