La senadora socialista Mercedes Aroz se sintió interpelada al ver a Juan Pablo II en la JMJ del año 2000 convocando tantos jóvenes.
Al periodista iraní Sohrab Ahmari le impresionó la visita de Benedicto XVI a EEUU en 2008 y eso le hizo leer su libro.
El joven Reinhard Fuchsluger, "ateo, marxista y amargado", se convirtió cuando escuchó a Juan Pablo II bendecir la Navidad por radio.
El discurso de Ratisbona llevó a la joven atea Megan Hodder a leer un librito corto de Ratzinger, Sobre la conciencia, que fue lo que la llevaría a bautizarse.
A Roger Dubin, de familia judía, decepcionado por la New Age, el funeral de Juan Pablo II en la TV y la salida al balcón de Benedicto XVI en 2005, le convirtieron al catolicismo misteriosamente
Y en esta línea se inscribe el caso de la norteamericana Adrienne Pueschel, que escuchando por televisión las letanías de los santos del funeral de Juan Pablo II en 2005, en su casa rural en los bosques de Oregón, decidió que tenía que hacerse católica. Tenía entonces 51 años y antes de ese momento había recorrido todo un itinerario espiritual.
Adrienne Pueschel
"Recuerdo que cuando tenía 8 años pregunté a mi madre, sinceramente, por qué nuestra familia no era 'algo', por qué no íbamos a la iglesia. Mamá respondió que ella y papá creían que los niños debían descubrir eso por su cuenta", explica Adrienne en su testimonio publicado en CHNetwork.
La familia de su abuela materna había sido católica polaca, pero precisamente su abuela se alejó de la religión al fugarse con un episcopaliano sin devoción. Pero la mamá de Adrienne decidió que la niña sí debía aprender algo y le encargó a una "señora mayor y vecina muy excéntrica" que le diera clases de Biblia en el patio de casa. "Me daba una fresa untada en azúcar cada vez que yo recitaba lo de 'tanto amó Dios al mundo que entregó a su único Hijo para salvarlo', de Juan 3,16".
Su primer contacto con el catolicismo fue acompañar a una amiguita a misa: ella le enseñó a arrodillarse en cierto momento y a sentarse esperando mientras todos se levantaban para "comer algo que les daban allí delante".
La familia de su padre eran mormones. Aunque él no era practicante ni hablaba de Dios, Adrienne iba al culto mormón algunas veces con sus abuelos. Allí si la dejaban comer pan blanco y beber un dedalito de licor, como símbolo de la Última Cena. Su abuelo le dejó un gran recuerdo de persona buena, amigable y religiosa.
Asistió a un instituto experimental y artístico en la muy alternativa Berkeley de los años 60. El teatro y la música la sedujeron desde la adolescencia, desde que vio el musical Oklahoma.
En 1964, sin ser gran fan de los Beatles, se leía los libros de John Lennon y lo tenía -igual que otras multitudes- como un ídolo. La vida parecía música y arte. Luego trabajaría en San Francisco en la industria de la publicidad televisiva.
En 1977, Adrienne vio en televisión la película "Jesús de Nazaret" de Franco Zeffirelli. Para ella fue "descubrir a Cristo", como algo vivo, accesible... Pero otras muchas cosas la entretenían y no acudía a ninguna iglesia.
Una escena del Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli
En apenas un año, en 1980 y 1981, unos actos violentos que vio en televisión la hicieron pensar. El 8 de diciembre de 1980 disparaban y mataban a John Lennon ante su casa, en Nueva York. En marzo de 1981 el presidente Ronald Reagan sobrevivía a un intento de asesinato. Y dos meses después, el 13 de mayo de 1981, era el Papa Juan Pablo II quien casi muere por los disparos de Alí Agca. Ese mismo día murió por causas naturales su abuelo, que era aún visto como el "patriarca" de la familia.
En un mundo que parecía fundarse en la violencia, a ella le consolaba mucho la música de Ellie Greenwich, como una inocencia pop de los 60, y fue a través de esta afición y su club de fans que conoció a los 38 años a Brad, que sería muy pronto su marido. Como ella, era una persona de sensibilidad artística, pinchadiscos en una radio de clásicos antiguos, columnista en una revista de beisbol, profesor voluntario de inglés para refugiados vietnamitas y contable en una empresa de música. Y también se había emocionado con el "Jesús" de Zeffirelli.
Ya casados, se mudaron a los bosques de Oregón en 1992. No tenían hijos y por su edad deducían que no los tendrían. Empezaron a preguntar a Dios cómo orientar su vida, y se leyeron la Biblia, entera, dos veces. Leyeron Mero Cristianismo de C.S. Lewis. Artísticamente habían sido algo bohemios, pero en lo moral y lo político eran conservadores. También en lo litúrgico: buscaban iglesia por Oregón y querían que tuviese libros de himnos, "historia, tradición, grávitas".
Descubrieron el canal católico EWTN de la Madre Angélica y se fueron aficionando a él. Lloraron cuando murió Ronald Reagan en 2004 y antes de un año, en 2005, murió su aliado en la lucha contra las tiranías comunistas, Juan Pablo II.
Ellos, el matrimonio Pueschel, seguían los funerales del Papa desde la EWTN, con comentaristas como el antiguo pastor luterano y ahora sacerdote católico Richard John Neuhaus. Todas las autoridades del mundo acudían a rendir homenaje al difunto Pontífice, y la misa y su liturgia marcaban su propio ritmo, indiferente a los poderosos y sus prisas.
Y ahí, ante la televisión, Adrienne vivió la experiencia que cambió su espiritualidad.
"Cantaron la letanía de los santos en latín y de alguna manera entendí que la Iglesia llamaba a estos santos, tan variados, durante tanto tiempo fallecidos, pidiendo su oración por nosotros. Fíjate, ¡podían rezar por nosotros desde el Cielo! ¿Por qué nadie me lo había dicho antes? Fue una nueva cascada de lágrimas".
"¿La Iglesia había tenido razón sobre el Cielo todo el tiempo? Y sólo ella había mantenido esta fe, entre tanta ignorancia, confusión y desdén. De repente, dije en voz alta: 'Han tenido razón sobre todo durante dos mil años'. Todo ese cántico, la belleza, las ceremonias antiguas... esta Iglesia sabía qué hacer y lo hacía bien".
Después el cardenal Ratzinger habló de Juan Pablo II con 3 claves: su amor al teatro, puesto al servicio de Dios; su entereza al abrazar la Cruz, su amor especial a la Virgen, quizá por haber perdido su madre de pequeño. También Adrienne amaba el teatro, también ella necesitaba encauzar lo maternal y la Cruz en su vida espiritual. Y también ella era de antepasados polacos.
Pocos días después acudieron a una parroquia católica dedicada a la Virgen de Fátima, a 45 minutos en coche de su casa. La madre de Brad murió en esas fechas de 2005, precisamente el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, día del atentado, día de la muerte del abuelo de Adrienne.
El padre William McHugh, de los oblatos de María Inmaculada, les preparó con unas catequesis personalizadas y fueron acogidos en la Iglesia Católica. La televisión EWTN de la Madre Angélica los acompañó en la fe.
En 2010 viajaron a Europa en una peregrinación católica: Turín, Asís, Loreto, Lanciano, San Giovanni Rotondo, Roma... En su pequeña parroquia de Oregón han sido catequistas y responsables parroquiales.
"Descubrimos, como dice Chesterton, que la Iglesia Católica parece pequeña y estrecha por fuera pero abre espacios infintos vista desde dentro", señala Adrienne.
Esta es la procesión con letanía de los santos que impactó en la vida de Adrienne