Cuando la católica Jamie Thietten y su novio, Pete Espil, se casaron a los 22 y 24 años, tenían una prometedora vida por delante. Jamie, nacida en 1976 y criada en una familia católica, desarrolló desde la infancia grandes dotes para la música. A los trece años comenzó a dar conciertos en público y desde entonces, ha publicado nueve álbumes donde compagina la música profesional con la transmisión del Evangelio y de su propia experiencia de fe.
Deseaban ser padres, pero Dios tenía otros planes
Cuando Jamie y Pete todavía eran novios pasaban horas hablando sobre su deseo de ser padres. Como ella misma contó a Catholic Digest, Pete siempre se imaginó siendo un padre dispuesto a cuidar y educar a sus futuros hijos, pero diez años después de casarse, aceptaron que la realidad sería muy distinta.
“Una de las cosas más difíciles de no tener hijos es saber que Pete habría sido un padre increíble”, cuenta Jamie. “Me rompe el corazón que no haya podido serlo”.
Cuando el matrimonio aceptó que no podrían tener hijos biológicos, recurrieron a la adopción, y en 2012 Thietten y Espil esperaban dar la bienvenida a un pequeño bebé de 6 meses en su hogar.
“Todas las señales que acompañaron a la adopción fueron perfectas”, recuerda Jamie. “Pete tenía un buen trabajo, teníamos una habitación de sobra y yo acababa de grabar `I Would Die For That´, una canción provida. Todo encajaba, incluso se llegó a presentar un abogado ofreciéndose a hacer todos los trámites gratis para ambas familias”.
El matrimonio ya había conocido al bebé, lo habían cogido y confiaban en que sería suyo para siempre, pero “Dios tenía otros planes. La madre eligió otra familia. Lloré muchísimo”, confesó Thietten.
La voz de muchos bebés que no la tienen
“Pasado un tiempo, me di cuenta de que aunque las cosas parecían encajar perfectamente durante los trámites de la adopción, Dios sabía que era lo mejor”, explicó.
Varias de las canciones de Thietten son profundos y sinceros testimonios sobre su incapacidad de tener hijos, y cuando las cantaba en el escenario, le llegaban mensajes de “miles de parejas que están pasando por lo mismo”.
Recuerda que, después de interpretar algunas de sus canciones sobre la vida y otra sobre sus propios problemas para tener hijos, My Chance, se acercó una señora en Texas y le dijo: “Eres una voz para todos los bebés que hay ahí fuera. Eres madre, solo que de una manera diferente”.
"My Chance", una canción que recoge la forma que tuvieron Jamie Thietten y su marido de enfrentar su incapacidad para tener hijos desde la fe.
Atienden las necesidades de jóvenes y adolescentes
Espil, su marido, contó que en plena lucha y superación de los problemas, aprendió que “la voluntad de Dios no siempre es lo que nosotros queremos para nuestra vida”.
Durante más de 20 años, Espil se ha dedicado al trabajo con adolescentes y a la formación de jóvenes católicos. Al no tener hijos, ha aprendido a volcar sus deseos de paternidad con los jóvenes a los que ayuda. “He podido conectar espiritualmente con muchos adolescentes a lo largo de los años, y de alguna manera, esto ayuda al anhelo que tengo de mi propia paternidad”.
“Los niños no se dan cuenta de la gran bendición que son para nosotros, y de que poder ayudarles está llenando un auténtico vacío”, añade Jamie.
Comenzó a tener dolores de cabeza insoportables
Sin embargo, el sufrimiento del matrimonio no concluyó con la adopción frustrada. Era 2015, Jamie y Pete habían aprendido a llevar su dificultad y habían aceptado que nunca podrían concebir un hijo, pero aquel año, otra cruz sobrevino al matrimonio.
Durante una visita al dentista, el doctor lesionó los músculos del lado izquierdo de su cara y durante casi dos meses, Espil tuvo que hacer frente a inexplicables y profundas migrañas hasta que el dolor de cabeza se hizo insoportable.
“Se agarró la cabeza, se arrodilló y comenzó a rodar por el suelo en posición fetal”, recuerda Thietten. “Estaba aterrada. Cogí mi bolso y fuimos a emergencias de inmediato”. Los médicos no sabían qué era lo que causaba el dolor de Pete, que le impedía incluso trabajar o sentarse.
En sus más de 20 años de matrimonio, Jamie y Pete han hecho frente al dolor y la imposibilidad para tener hijos juntos gracias a la oración.
Solo, encerrado e irritable, el dolor cambió su personalidad
“Durante casi seis meses, estuve encerrado en la oscuridad de mi casa, y la única posición en la que me sentía cómodo era acostado de espaldas”, afirmó Pete. Pese a los continuos tratamientos, el dolor no disminuía y Thietten temía que su médico no diese con el resultado. “Aun así, sabía que Dios tenía el control de todo”, cuenta.
Sin embargo, Espil fue consciente de como el dolor iba alterando su personalidad por completo. “Surgieron algunos comportamientos y cambios en mi personalidad de los que no estoy orgulloso”, confesó. “Estaba irritable, impaciente con mi esposa y el resto de la gente, me ponía a la defensiva por todo y comencé a auto compadecerme continuamente”.
Enfrentó el dolor con un rosario y la oración
Pero Espil, que es oblato benedictino en el Monasterio de la Ascensión en Jerome, Idaho, nunca abandonó su vida de oración: cada mañana y cada noche rezaba las horas, el rosario y realizaba largas meditaciones. Incluso en los momentos de mayor desesperación, tirado en el suelo a causa del dolor, recuerda que se aferraba a la oración.
“Mientras meditaba, recordé una práctica de la Iglesia primitiva en la que un sacerdote rezaba para que Dios les diera un anticipo del cielo a los nuevos cristianos”, dijo Espil, que le pidió a Dios esta gracia. “Al instante, sentí que mi mente estaba dirigida por Dios, y se me mostró lo que creía que era un anticipo del cielo”.
“Ese día fue el final de cualquier desesperación. Acepté mi condición y el dolor de cada día y comencé a rezar aún más por la aceptación del dolor en lugar de por mi curación”, cuenta Espil, que recuerda los libros que más le ayudaron durante aquel tiempo: La regla de San Benito y Supervivencia: quién vive, quién muere y por qué, de Laurence Gonzales. “Estos libros marcaron la diferencia en la aceptación de mi sufrimiento”.
Jaime Thietten interpreta el "Ave María" de Schubert.
"La enfermedad del suicidio"
Dos años después del insufrible dolor, en 2017, Espil y Thietten supieron lo que ocurría. La lesión sufrida en el dentista y un diagnóstico erróneo provocaron una neuralgia del trigémino, responsable de uno de los mayores dolores que puede sufrir una persona. No sin motivo, esta neuralgia es conocida como “la enfermedad del suicidio”.
Tras dar con un especialista, Espil recibió un tratamiento que alivió sus dolores y le permitió volver a trabajar y hablar sin tanto dolor.
“No sé si alguna vez superaré por completo el dolor. Te cambia físicamente, pero también emocional, psicológica y, lo más importante, espiritualmente ”, explicó Espil, que en todo momento trató de dar un sentido cristiano a su dolor. “Creo que he cambiado para mejor y estoy dispuesto a aceptar el hecho de que la curación puede llevar años o el resto de mi vida”.
“Sin el apoyo, el amor y el duro trabajo de Jaime, no creo que me hubiese recuperado nunca”, afirma Espil.
"Los héroes del mundo son los que perseveran"
Recuerda el ánimo que le aportan las palabras de su párroco, el sacerdote Caleb Vogel, al afirmar que “cuando llega el sufrimiento, mucho podemos perder la esperanza, le damos un puñetazo a Dios y nos alejamos".
"Deja que Dios te acompañe", le decía el sacerdote, "da la bienvenida a Dios. Vuelve tu corazón hacia Él y búscalo. Deja que el Señor esté ahí, en tu vida, para ayudarte a transformarte en santo”.
Desde entonces, el matrimonio continúa soportando cristianamente sus dificultades, confiados en que "el cristianismo es una comunidad de hombres y mujeres de profundo valor y perseverancia. Los grandes héroes del mundo son los que perseveran en la gran prueba”, concluye Espil.