Nacido en una familia polígama de cultura vudú en Benín, Raoul Sohouénou tenía seis años cuando por primera vez en su vida vio algo relacionado con la fe cristiana. En su país natal, cuenta en Mundo Negro, muchas personas practican las religiones tradicionales, el vudú y el animismo politeísta, "incluso más que el cristianismo". Algo tan aparentemente simple como desconocido para él, una señal de la cruz, le haría ser consciente del futuro al que dedicaría su vida.
Fue con su abuelo, con quien se habían criado él y sus 13 hermanos. "Cayó enfermo y pensó que tal vez estaba a punto de morir, por lo que pidió ser bautizado. Yo tenía seis años y no entendí nada cuando lo vi santiguarse por primera vez. Afortunadamente, se restableció", explica Raoul. Santiguarse se convirtió en una costumbre que su abuelo nunca perdió.
Pero Raoul continuó inmerso en la cultura vudú, incluso llegó a pensar que santiguarse era algo propio de esta cultural.
"Como me gustaba, empecé a hacerlo yo también", menciona.
Un día, cuando su padre les visitó, escuchó una conversación con su abuelo planteando la posibilidad de que los hermanos comenzasen a asistir a catecismo. Algo de lo que tampoco había oído hablar nunca.
¿Qué es eso del catecismo?
"Memoricé la palabra y corrí hasta mi hermana mayor para que me explicará qué era eso del catecismo. `Si vamos, nosotros también podremos hacer la señal de la cruz que hace el abuelo antes de comer´", respondió su hermana.
Una semana después, los hermanos asistieron a su primera catequesis, que llevaría a Raoul a bautizarse y recibir la primera comunión.
Recuerda que siempre que le preguntaban qué quería ser de mayor, el decía que mecánico, para ayudar a su padre en las labores agrícolas.
Sin embargo, recuerda, recibir los primeros sacramentos lo cambiaron todo. Desde entonces, "ante la misma pregunta, decía que quería ser sacerdote". Una respuesta motivada en gran parte por el ejemplo del vicario de su parroquia, Bernard Kintchimon.
La decisión le persiguió mientras crecía hasta que un día expuso la noticia a su padre.
"Al principio estaba contento, pero cuando llegó el momento de solicitar mi ingreso en el seminario menor, me encontré con una oposición radical por su parte que duró cinco largos años. Afortunadamente, con el tiempo y al ver mi determinación, acabó aceptándolo e incluso animándome en mi elección", recuerda.
Evangelizando Italia: "Es difícil... pero te necesitamos"
Raoul estudió Teología en Nápoles y recibió la ordenación sacerdotal en octubre de 2014. Comenzó así un largo periplo que le llevó de vuelta a Cotonú, donde conoció y comenzó a integrarse en los misioneros combonianos.
Allí pasó los siguientes cinco años de su vida, donde recuerda vivirlo "todo con alegría", desde acompañar a los catequistas, a los jóvenes aspirantes, enfermos y ancianos o su trabajo con la animación del grupo de la Infancia Misionera.
Tras un lustro sirviendo como sacerdote misionero en Benín, Raoul regresó a Europa, esta vez para llevar el Evangelio a la "secularizada Italia", donde reside desde hace tres años dedicado a la pastoral juvenil y vocacional.
El sacerdote misionero comboniano Raoul Sohouénou, de peregrinación con un grupo de jóvenes europeos.
En Europa, siendo costumbre que los misioneros se trasladen a evangelizar el continente africano, puede sorprender que sea precisamente un misionero africano el que lleve el Evangelio al viejo continente. A los jóvenes encomendados a su cuidado les llama la atención sin embargo las mayor salud de la Iglesia en África frente a Europa.
Algunos de ellos, dice, "han visto que en nuestro continente la Iglesia es más dinámica, más participativa y con más jóvenes en comparación. Me dicen: `Sabemos que no es fácil ser misionero en Italia, pero te necesitamos. Aguanta y sigue adelante´".
Frente al olvido de lo espiritual y la secularización
El mismo Raoul es consciente de que cuesta contactar con jóvenes en una "sociedad secularizada" como la italiana.
"Tengo la impresión de que los resultados tardan en llegar. La causa, tal vez sea el olvido de la dimensión espiritual. Además, el frenético ritmo de la vida de estos jóvenes les deja muy pocas oportunidad para las relaciones humanas", lamenta.
Con todo, piensa en la ingente labor misionera europea sobre el continente de África y se permite lanzar un mensaje de ánimo a los jóvenes: "Creo que tienen que renovar el celo misionero. Quizá sea una forma de honrar a aquellos valientes misioneros del pasado".
Aún así, afirma "estar contento". Es su decimocuarto año de vida religiosa desde que emitió sus votos en 2009 y después de este tiempo, aunque "es pronto para hacer una valoración", no se arrepiente de su camino como misionero.
"No dudo en que si volviera atrás y tuviera que elegir, tendría muchas razones para seguir eligiendo ser sacerdote misionero comboniano", concluye.