Christophe Flipo y su hija Claire cruzaron el pasado martes en Estambul (Turquía) la meta de llegada de la edición francesa de Pekín Express como ganadores del reality.
Se trata de un formato emitido en numerosos países, en el que varias parejas tienen que recorrer miles de kilómetros consiguiendo objetivos si no quieren ser eliminados. El premio final puede llegar hasta 100.000 euros, según las misiones cumplidas. Para ellos fueron 58.730 euros, que en parte irán a una organización de caridad de la familia dominica de la que forman parte Christophe y su esposa.
Dios y la alegría
Fue Claire quien propuso a su padre, de 61 años, participar en el concurso, y quien tiró de él en los últimos tramos de la carrera final: "Mi mayor orgullo en todo esto es Claire, ella ha conseguido traerme hasta el final", confesó Christophe a Famille Chrétienne. Es la persona de mayor edad que ha ganado este programa.
Y tiene una historia notable detrás. Padre de cuatro hijos, ingeniero infomático y arquitecto, Flipo pasó veinte años en la masonería antes de llegar a la fe católica de forma progresiva, como él mismo contó en dos libros: La mejor parte y Adiós a los hermanos.
Con este prisma enjuicia su participación en Pekín Express: "El programa muestra lo que hay de bueno en el hombre: la bondad, la generosidad, la acogida al extranjero... Para mí, la felicidad está en las relaciones, y Dios se sirve de los demás para darnos su alegría".
De las logias a Jerusalén
Christophe entró siendo un joven profesional en la Gran Logia Tradicional y Simbólica, porque un amigo le habló de otras personas que, como él, estaban buscando el sentido profundo de las cosas.
Con el tiempo dejó de identificarse con lo que consideraba "sincretismo pagano" de las normas y ritos de la masonería. Además, los lazos con sus compañeros empezaban a pesarle, y tampoco agradaban a su mujer, Frédérique. Pero año tras año seguía vinculado a la logia.
Hasta que un día, animados por la transformación radical que habían apreciado en un matrimonio amigo que había peregrinado, sin fe, al santuario de Nuestra Señora de Rocamadour, decidieron ir ellos también.
Christophe Flipo entró en la masonería y no le resultaba fácil romper los lazos. Hasta que intervino la Virgen de forma misteriosa en Rocamadour...
“Era mi turno para descubrir el Santuario de Rocamadour con mi esposa y allí recibí muchas señales", explicaría años después. De regreso a casa, su esposa le suplicó que abandonase la masonería. Él hizo lo que ella le pedía.
Poco tiempo después ambos se fueron como peregrinos a Jerusalén. Allí Christophe vivió la experiencia abrumadora del amor de Dios, el Espíritu Santo, presente en la Eucaristía: “¡Me di cuenta que ahí estaba Dios, en lo más pequeño, para ofrecerse a nosotros!”.
Desde ese instante abrió de par en par las puertas de su alma para que Cristo reinara y su matrimonio y su familia se fortalecieron: “Descubrí la felicidad de compartir la comunión espiritual con Frédérique”. Ahora, con su hija, ha compartido toda una experiencia... y un triunfo.