“Cuando era niño quería pilotar aviones, acabé siendo sacerdote, y ahora soy obispo piloto. ¿Qué más podría pedir a la vida?”. Este pastor volador es el salesiano Luciano Capelli, obispo de Gizo, en las Islas Salomón, que dada la dificultad geográfica de su vasta diócesis ha encontrado en la avioneta una forma práctica para llegar a todos los rincones donde la Iglesia está presente.
La de Gizo es una de las tres diócesis del país. Situada en la Melanesia, su territorio eclesiástico abarca más de 1000 islas de la que sólo 350 están habitadas. La diócesis abarca más de 12.600 kilómetros cuadrados, y es más grande que el territorio de Navarra o Murcia, pero con numerosas y pequeñas islas diseminadas por toda su demarcación.
14.000 católicos diseminados en decenas de islas
Monseñor Capelli tiene una misión muy particular. Aunque en el territorio viven 129.000 personas, tan sólo hay poco más de 14.000 católicos, los cuales viven su fe en siete parroquias. En otras islas hay pequeñas misiones a las que deben trasladarse los pocos sacerdotes y religiosos que ayudan al obispo en su misión.
Este obispo tiene a su cargo dos medios de transportes prioritarios, un avión y un barco. Con ellos la misión es mucho más efectiva porque no sólo transporta a los sacerdotes sino que también lleva toda la ayuda material que la Iglesia realiza aporta en su labor social.
“Al frente de mi anfibio ultraligero llego a los hospitales, a las escuelas, a las comunidades a las que entrego alimentos, medicamentos, y otras cosas para las necesidades básicas. Los movimientos son mucho más rápidos volando”, asegura este obispo.
"Una urgencia en la misión"
El padre Capelli es un veterano misionero italiano que ha estado 35 años en Filipinas. Cuando creía que Dios no le llevaría más lejos fue enviado a Guadalcanal y más tarde el Papa Benedicto XVI le nombró en 2007 obispo de Gizo, para cuidar de un pequeño rebaño, cuyo número puede ser el de una sola parroquia grande en una gran ciudad, pero completamente disperso por el archipiélago.
No siempre ha sido un “obispo volador”. La necesidad pastoral a la que se enfrentaba le convenció de que cumplir su sueño de la infancia no sólo sería en este caso una buena idea, sino una auténtica necesidad.
Fue así como siendo ya obispo se fue a una escuela de pilotos y durante un mes recibió prácticas para pilotar un avión ultraligero anfibio. “Fue una urgencia de la misión, para permitirme estar presente. Para animar y levantar corazones”, explica este misionero.
La importancia vital de los laicos
Uno de los principales problemas pastorales a los que se enfrenta es a la falta de sacerdotes. Aunque la comunidad es muy pequeña, la dispersión impide que puedan ser atendidos bien. Por ello, el obispo fomenta las vocaciones y forma al clero para que sean líderes del futuro de la Iglesia.
Es por ello que los laicos tienen un papel fundamental en este archipiélago. “Nuestra fuerza son los catequistas: son los verdaderos guías de las comunidades”, asegura, pues todavía hay un gran sentimiento de pertenecía a los pueblos de origen, y en algunos de ellos nunca ha estado un hombre blanco. En estos lugares, “los catequistas con líderes de oración y ministros extraordinarios forman grupos de laicos muy involucrados, son personas que se mueven para la gente”.
Las Islas Salomón han sufrido los tsunamis y otros desastres naturales. Ahora también se une la crecida del océano, algo que afecta mucho a sus habitantes. Como buen salesiano que es, los jóvenes están muy en el centro de su pastoral.
Educación y salud, los otros dos pilares de su misión
“Estas tierras y estas personas, necesitaban dos cosas básicas, educación y salud. Se han construido dos escuelas, una en la ciudad que enseña tecnologías prácticas y la segunda en una parroquia alejada del centro, donde la enseñanza aborda temas relacionados con la agricultura. Siempre he considerado fundamental educar a los jóvenes, enseñarles un trabajo y darles a todos la oportunidad de tener una cultura básica. Solo de esta manera podemos mirar el futuro de esas personas”, comenta monseñor Capelli.
Al igual que dispone de un avión para moverse entre las islas, la diócesis de este misionero dispone de un barco ambulancia itinerante que va visitando las distintas comunidades y que además traslada a los sacerdotes y religiosas. España, a través del Domund, colabora con esta obra aportando más de 20.000 euros en combustible.
“Además de la gestión de un hospital y de la sala de operaciones, preparamos viajes a través de las distintas islas, a través de nuestro barco ambulancia. Esto nos permite llegar a un número cada vez mayor de personas para tratarles e informarles sobre las posibilidades reales de recibir tratamiento para diversas enfermedades”, agrega.