"Mi papá era hijo de masón, papá se convirtió cuando se casó y se tomó muy en serio nuestra formación y nos envió a un colegio católico", explica Mauricio. "Para mí la Primera Comunión fue mi primera experiencia fuerte de Dios, que me marcó toda la vida. Las catequesis sobre la confesión, el amor a la Virgen, al Papa, a la Eucaristía, todo eso me marcó. Ese niño de 7 años sintió que Jesús estaba vivo".
Mauricio, siendo un bebé, con sus padres
"Yo iba a un colegio salesiano: yo quería, como Santo Domingo Savio, morir antes que pecar, estar siempre preparado". Quería ser monaguillo, vivir una fe infantil pero profunda, con juegos, catequesis, colegio, eucaristía, confesión...
Pero a los 12 años, en los años 70, todos sus amigos empezaron a dejar de ir a misa y a cuestionarse a Dios.
"Y yo empecé a leer los libros de mi abuelo masón: los de Freud, los de Marx y los de Nietzsche... Los leía con 12 años y los iba entendiendo. Uno negaba a Dios por las injusticias sociales, otro por razones psicológicas, otro decía que Dios estaba muerto. Mi cabeza aceptó esos mensajes, mi cabeza se hizo atea... pero mi corazón era católico y yo seguía yendo a misa y a veces me confesaba. Era una lucha interior, grande".
Un día recé y le dije a Dios: "Si eres Dios, eres más fuerte que esos libros que leo, muéstralo". Y la respuesta llegó un tiempo después.
"Acudí a una ordenación sacerdotal, llegué y me confesé con más profundidad, porque tenía una angustia más grande. Había muerto mi bisabuela, y me enfrentaba al tema de la muerte, la existencia efímera. Y empezaron cantando "Hacia ti, morada santa" y entonces vi que era real, que yo no iba a la tumba, sino a una morada santa, lo experimenté como tal, una certeza, una convicción -no sé si en la razón, el sentimientio, donde- de la existencia de Dios. Y estuve llorando toda la misa".
Volvió a la fe, empezó a ir a misa todos los días, el párroco lo animó a sumarse a los grupos del Rosario en la Parroquia. Las palabras de Jesús, "Ven y Sígueme", le llamaron. Exploró una congregación religiosa muy numerosa en Uruguay. Acudía con ellos a barrios pobres como catequista de bautismos y comuniones. También ayudaba en un servicio de misa por la radio y por televisión. Luego estudió filosofía y teología como laico. Siguió haciendo apostolados como laico.
Más adelante acudió a un encuentro con unos 5.000 sacerdotes en Roma, organizado por el padre Tom Forrest y la Renovación Carismática, con sacerdotes de todo el mundo. "Fue una gran experiencia de la catolicidad, para mí, vi la fe como algo universal". También le impresionó el encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes en Buenos Aires en la JMJ de 1987. Y después acudió a Colombia a estudiar comunicación con Minuto de Dios (www.minutodedios.org), una realidad de la Renovación Carismática en el país. Si Uruguay era un país laicista y con gran influencia masónica, Colombia era un país lleno de fe y entusiasmo.
Le gustó el padre García Herreros, de Minuto de Dios, hoy en proceso de beatificación, que con su programa televisivo de un minuto animaba a la superación de los problemas sociales desde el amro a Dios y los sacramentos. Era una síntesis de lo orante y de la acción social, "que yo en Uruguay no había visto". Fue misionero laico en el campo, en lugares pobres. Y luego fue 23 años profesor y catequista en un colegio que buscaba la excelencia. "Cuando el Señor me dijo 'sígueme' no me imaginé todo esto", dice entre risas.
"La vida es muy corta, Dios nos la ha dado para que se la entreguemos a él, para nada más. La experiencia de Jesús en tu vida hace que sea siempre nueva. Da la paz y alegría que no se agota, al seguirlo a Él, porque Él es real".