Yves Ghézou es un dibujante de tiras cómicas que ha publicado en importantes medios de comunicación franceses: generalistas como Le Point, del motor como L'Auto Journal, de negocios como Entreprise et Carrières o católicos como Famille Chrétienne. Es ilustrador publicitario y diseña también portadas de libros, además de escribir los suyos propios, ya una decena, sobre todo centrados en la fe.
Inspirándose en la célebre película de Woody Allen de 1972, Guézou tituló uno de sus libros 'Todo lo que siempre quiso saber sobre los católicos y nunca se atrevió a preguntar'. En la cubierta, una ilustración en la que un autobús de peregrinos de la parroquia de San Lucas se despeña por un barranco. Mientras los pasajeros cantan 'Cerca de Ti, Señor', el párroco se dirige a ellos con espíritu cristiano: "Queridos hermanos, alegrémonos de esta situación porque Philippe, nuestro conductor, ¡acaba de confesarme que por primera vez tiene ganas de rezar!"
Yves empezó a dibujar siendo muy joven, siempre con el humor como divisa, pero también como pantalla que ocultaba "un sufrimiento extremo": "Nadie podía imaginar lo que yo vivía por dentro, pero era un infierno permanente".
¿Cuál era el origen de ese infierno?
Aunque nacido en 1960 en Saint-Cloud, a orillas del Sena, se considera bretón de adopción, porque desde que tiene memoria ha veraneado cerca de Brest. Desde muy pequeño empezó a hacer dibujos con los que hacer reír a los demás, pero en la adolescencia "ese humor gratuito y sencillo se convirtió en una escapatoria", explica. Tenía "una gran sed de absoluto", pero erró en el lugar donde saciarla.
Esoterismo y paranoia
Aunque había sido bautizado y confirmado, no vivía la fe. Para él "Dios era una noción intelectual que no afectaba a mi vida cotidiana". Se refugió en la gnosis, la alquimia, la astrología, la numerología... Su esoterismo no era práctico, sino intelectual. No llevaba a cabo prácticas esotéricas, pero en el nivel del conocimiento sí se veía a sí mismo "en una posición de superioridad, poseedor de una sabiduría mayor que la de sus contemporáneos, miembro de una élite".
Esto, unido a su timidez ("disimulada por mi propensión a ir de gracioso por la vida") y a la ansiedad por no encontrar sentido a la existencia, acabó por provocarle un trastorno paranoide: "Tenía la sensación de que los demás me leían el pensamiento y se reían de mí". Cada vez que se cruzaba con alguien que sonreía o reía, pensaba que era objeto de sus burlas: "Ya no podía tener relaciones normales. Caí en la agorafobia. El dibujo era mi única tabla de salvación. Reírme de todo me permitía sobrevivir a mis angustias y mis ideas suicidas".
"Tú siempre me has considerado demasiado pesada y, la verdad, tú me pareces demasiado ligero. ¿Sabes, Isidoro? No creo que todos estos artificios sirvan para acercarnos. Esa necesidad de disfrazarte demuestra que, para ti, en el fondo, somos muy diferentes". Guézou titula esta viñeta 'Solo se ve bien con el corazón'.
Por eso, aunque había comenzado su vida profesional abriendo una pequeña escuela de negocios, se fue orientando cada vez más hacia la vida artística. Pero todo era una impostura: sus historietas divertían a otros, pero su depresión no conocía descanso. Se aisló de familia y amigos. Cada persona era un enemigo e incluso la simple relación establecida al ir a comprar el pan se le hacía insoportable.
Yves sabía que el gran maestro que le había inspirado profesionalmente, Chaval (Yvan Francis Le Louarn, 1915-1968) se había quitado la vida: "Era la confirmación de mi destino", explica, y solo le alejaba de seguir ese camino el dolor que infligiría a sus padres.
El 'destino' no se confirma
¿Qué salvó a Yves? Dios primero y su esposa Ligia después, aunque ambos encuentros van ligados.
Él había llegado a la conclusión de que no podía salir solo del "agujero profundo" en el que estaba: "En el fondo de mi ser, y sin saber muy bien por qué, sentía que solo Dios podía sacarme".
Y un 31 de diciembre 1988 entró en la impresionante iglesia de Saint Gervais, cercana a su trabajo en París, a pedírselo.
El testimonio de Yves al canal católico KTO.
Era la primera oración real de su vida a ese Dios al que creía emular en su soberbia gnóstica. Estaba solo en el templo y fuera se escuchaba el jaleo de la gente celebrando el Año Nuevo: "Allí, por primera vez, imploré a Dios desde mis entrañas, a ese Dios que creía lejano e inaccesible. Le dije: 'Si puedes intervenir en la vida de una persona, por favor, hazlo en la mía, porque yo me rindo'".
No pasó nada, dice, pero al cabo de unos días volvió al mismo sitio. Esta vez había unos monjes y monjas orando en adoración ante el Santísimo Sacramento. Él imitó su gesto creyendo estar ante algo "simbólico", pero fue justo ese día, al cabo de unos minutos, cuando comprendió "lo que los católicos denominan Presencia Real": "Sentí la presencia de Cristo. Las palabras son demasiado limitadas para expresar lo que experimenté. Caí al suelo llorando, pero eran lágrimas de alegría, porque sentía un Amor inconcebible que me miraba con misericordia, unida a una 'clarividencia' respecto a todas mis estupideces y errores".
Yves estuvo unos veinte minutos tirado en el suelo, llorando, viviendo esa "mirada de amor" que le estaba cambiando por dentro.
"Yo deseaba que aquello no acabase nunca", recuerda, "pero... ¡se acabó! Entonces le dije a Dios: 'Has escuchado mi oración más allá de cuanto habría podido imaginar. Señor, te entrego mi vida. Si quieres, seré sacerdote, monje, lo que quieras".
Ligia
Pero lo que Dios quería no era eso. Los religiosos que estaban en oración en Saint Gervais pertenecían a las Fraternidades Monásticas de Jerusalén, fundadas en 1975 por el hermano Pierre Marie Delfieux (1934-2013) con los auspicios del cardenal François Marty, arzobispo de París.
Al cabo de unos días, fue a hablar con ellos para explicarles su transformación y su deseo de cambiar de vida. Una vez allí, preso aún de sus tendencias agorafóbicas, le entró pánico y escapó. Ya huía con su moto, cuando un semáforo en rojo le obligó a parar. Una voz interior le dijo: "Yves, si no vas ahora, no irás nunca". Dio media vuelta, entró de nuevo en la sala parroquial y venciendo todas sus inercias se puso a hablar con uno de los fieles.
Fue entonces cuando entró Ligia, y el flechazo fue inmediato. Ella, socióloga brasileña, venía también de una conversión, menos traumática que la de Yves pero no menos intensa. "El Señor tomó la iniciativa", recuerda, "atrayéndome poco a poco con la bella liturgia de Saint Gervais, a donde alguien me invitó a ir por primera vez. Fue el inicio de mi camino. Esa liturgia [que incluye música bizantina e himnos de origen protestante] me tocó profundamente, sentí algo sobrenatural. Yo vivía encerrada en mí misma, sin dejar que Dios entrase en mi corazón".
'Breizh, Brasil!' es la obra en la que Yves y Ligia han contado su conversión y su recorrido juntos por la vida desde hace 32 años.
Se conocieron, y al cabo de pocos meses se casaron. Ante el altar hicieron una promesa a Dios: "Hasta ahora nosotros lo hemos estropeado todo. A partir de ahora Tú vas a llevar las riendas de nuestra vida". Poco tiempo después se fueron como voluntarios a Brasil con la asociación Point Coeur, a ayudar y evangelizar a los niños de la calle y de las favelas.
Dibujar, no 'contra', sino 'al servicio de'
Yves dejó de dibujar: "Ya no necesitaba encontrar un sentido a mi vida en el humor, porque lo había encontrado en Dios". Al cabo de un tiempo adoptaron dos niños y regresaron a Francia. Buscando el sol, se instalaron en el sur, entre los viñedos de la occitana y taurina Nîmes.
A Yves le volvió a tentar el deseo de volver a sus historias y viñetas, pero con un sentido diferente: "Quería dibujar para Dios, evangelizar, dar testimonio, pero sin caer en los clichés. Creía que la Iglesia necesitaba humor y alegría".
"Mi querido Sr. Bergeome, no querría desalentarle, pero en lo que concierne a sus gravísimos problemas pulmonares me permito abrigar ciertas dudas sobre la eficacia de su novena a Santa Alvéola". Guézou.
Volvió a hacerlo, pero ahora casi todas sus obras tenían, y han seguido teniendo, un sentido diferente al que tenían antes de aquella noche de fin de año: "De dibujar 'contra' mi malestar, pasé dibujar 'al servicio de'".
¿Al servicio de qué? "Mi objetivo", concreta, "es proclamar las verdades sobre el hombre, sobre su miseria, y mostrar su grandeza cuando es transformado por Cristo. El hombre se convierte en una caricatura cuando se aleja de Él y ya no vive en el amor. Mis dibujos no buscan destruir a nadie, sino denunciar piedras en las que puedo caer yo mismo. No soy más virtuoso que mis personajes".
Han desaparecido los antiguos 'enemigos'. Para Yves el humor ya no es una escapatoria: "Es ahora un medio para acercarme a los demás".