Totti es algo más que una estrella del fútbol que ha ganado un Mundial, una Liga, dos Copas de Italia, dos Supercopa o una Bota de Oro. Es un símbolo, uno de los últimos que ha resistido al llamado “fútbol moderno”. Sencillo y amante de su ciudad decidió jugar en el equipo que le vio crecer a pesar de las numerosas ofertas que tuvo para salir, especialmente una del Real Madrid. Perdió millones pero nunca se ha arrepentido.
Y por ello es un ídolo que pese a la fama no quiere ser más que nadie. Es el romano que siempre fue. “La única cosa que me pido a mí mismo, a Totti, es seguir siendo siempre, en el alma, el Francesco que he sido toda la vida”, decía en una entrevista el atacante italiano.
Además, como buen católico y romano, siempre ha defendido al Papa y se ha mostrado orgullosos de ellos, tanto de san Juan Pablo II, al que conoció de niño, como de Benedicto XVI y Francisco.
Este futbolista, que en su carrera ha disputado 786 partidos oficiales y ha marcado 307 goles, confesaba en el programa A sua Imagine que “cada vez que meto un gol, beso el anillo de matrimonio y agradezco al Señor por haberme regalado una vida plena de satisfacciones. No sólo en el campo de fútbol sino sobre todo en la vida cotidiana con Ilary y nuestros hijos”.
Totti se casó en 2005 con su mujer en la basílica romana de Santa María in Aracoeli y la ceremonia fue retransmitida en directo por televisión y seguida por más de un millón de espectadores.
Devoto de la Virgen del Divino Amor, muy querida por todos los romanos, confesaba tener una “relación profunda” con la fe desde las cosas más sencillas a las más profundas. “Siempre he dado una gran importancia a ciertos gestos, desde el signo de la cruz a la oración”, aseguraba el ya exfutbolista de la Roma.
Y así lo ha hecho. Totti ha liderado numerosas obras benéficas. En Italia ha sido blanco de miles de chistes que le retratan como una persona simple. Sin embargo, lejos de ofenderse por ello, recopiló todas estas bromas y editó un libro cuyos beneficios fueron destinados a ayudar a niños pobres.
Para él, “la fe es creer a corazón abierto y sin condiciones; es también por eso que las palabras fe (fede) y confianza (fiducia) son tan similares”. Esta concepción de la fe en Dios también la aplicó en su amor a los colores del único equipo en el que jugó.
Su familia, el otro gran pilar en el que se apoya, le ha permitido ver a Dios también. Así afirma ver su mano en el nacimiento de sus hijos: “Creo que fueron los momentos más bellos de toda mi existencia que me han hecho feliz y realizado. Es un discurso de amor. El amor por nuestros seres queridos, y sobre todo por los hijos, pienso que es similar a lo que Dios hace para cada uno de nosotros, porque la fe y el amor van de la mano”.
Totti nunca olvidará el día que siendo niño conoció a san Juan Pablo II
Precisamente, recibió la fe siendo niño. “La fe ha sido siempre muy importante en mi vida, primero gracias a mi madre Fiorella, católica devota, y luego gracias a acontecimientos clave. Nunca he olvidado la caricia en la cabeza que me dio siendo niño Juan Pablo II cuando nos visitó en Primaria, recuerdo que me causó una gran impresión la fuerza que emanaba”.
Recordando al Papa polaco días antes de que fuera beatificado, Totti recordaba ese primer encuentro: “Tenía ocho o nueve años y estaba acompañado de mi madre. El Papa estaba pasando cuando de repente se detuvo y puso su mano en mi frente. Fue un gran emoción para mí y sobre todo me llamaron la atención sus ojos y su energía que emanaban un aura de tranquilidad y paz”. Después ya como una estrella del fútbol tuvo la ocasión de verle en más ocasiones.
Esta fe de niño la siguió alimentando haciendo de monaguillo en la parroquia en la via Latina a la que acudía con su familia, en la catequesis con el padre Aldo y luego con los consejos espirituales de don Fernando. Así hasta acudir cada sábado a misa a la capilla que la Roma tenía en sus instalaciones deportivas.
Totti, el gran capitán de la Roma, considera que hay un capitán aún mayor en Roma. Para él, el Papa, ya fuera Juan Pablo II, Benedicto XVI o Francisco, es “el gran capitán del equipo”. Y por ello, se mostró públicamente muy “triste” tras conocer la renuncia de Benedicto XVI, al que tenía mucho cariño y que le regaló un Rosario que conserva y utiliza.
“El Papa es el hombre que Dios nos envía para que le represente en la tierra”, decía Totti antes de la elección de Francisco, que se mostró extremadamente “feliz” después de que el Papa argentino convocase el Jubileo de la Misericordia. “Cada día nos da humildad, sencillez y serenidad por encima de todo. Una vez más nos ha sorprendido con el anuncio del Año Santo Extraordinario”.
Ahora que se retira del fútbol solo espera poder haber hecho el bien a otras personas. “El fútbol es una distracción tanto para el que lo practica como para los espectadores, por lo que es bueno para deshacerse del estrés y de los pensamientos negativos. Entonces es una forma de cultura porque enseña cómo convivir con los demás, para hacerse frente a uno mismo, para comprender la importancia de las reglas. Entre los muchos valores que creo que se deben enseñar el primero y más importante es el respeto a los demás. Y cuando respetamos al otro demostramos que somos un pueblo civilizado”.
Y como recordatorio final para todos, el gran capitán de la Roma pide “mantener el gusto por las cosas pequeñas y sencillas”. Ahí encontró él la felicidad pese a tener al alcance otras más grandes que, sin duda, no le habrían realizado tanto.