Durante el encuentro le fue entregado el premio Un Héroe por la Vida al ginecólogo norteamericano John Bruchalski, quien tras licenciarse en Medicina en 1987 y practicar abortos durante varios años, vivió una conversión religiosa en el santuario de la Virgen de Guadalupe y en 1994 fundó en Virginia (Estados Unidos) la Clínica Tepeyac, que desde entonces ha ayudado a dar a luz a más de diez mil mujeres en situacion de riesgo de aborto, sean cuales sean sus creencias o situación económica.
"Recibir este premio es un honor inmerecido e incómodo porque supone un reconocimiento al hecho de haber dejado de matar a la familia humana", declaró Bruchalski a ABC. Explicó que vivió "con el corazón endurecido" mientras practicaba abortos, hasta que comprendió que "quitarse los problemas de encima con un aborto es repugnante".
Gregor Puppinck es uno de los principales valedores de la vida del no nacido ante las instituciones europeas, y también de la objeción de conciencia de los médicos ante el aborto o la eutanasia.
La jornada de One of Us contó con la colaboración del Centro Europeo por el Derecho y la Justicia que preside Gregor Puppink, quien declaró a L'Homme Nouveau que es esencial combinar a nivel europeo "la defensa política de todas las vidas humanas" con "la integración del combate provida en la evolución cultural de nuestro tiempo".
Puppink advirtió además de que los gobiernos europeos (por ahora "voluntariamente ciegos") deben ser conscientes de las "consecuencias sociales del aborto, en particular el envejecimiento de la población, el debilitamiento del vínculo afectivo y de las familias, la desacralización de la vida humana, la caída demográfica y su compensación mediante inmigración extra-comunitaria. La caída de la natalidad y la fragilización de las familias están entre las causas principales de la actual crisis de Europa, y son también síntomas de una sociedad depresiva".
"La mayor parte de los gobiernos europeos claramente no quieren pagar el precio de una política respetuosa de la vida humana", reconoce Puppinck, "pero el beneficio de esa política a medio y largo plazo es considerable". Y aunque hay que admitir "el apego de nuestra sociedad al aborto", el cambio es posible, como demuestran los casos que cita de Estados Unidos o Polonia, y ahí "el papel de la Iglesia es primordial".
Por último, Puppinck critica la hipocresía de la cultura europea ambiente y su indiferencia ante la persecución de los cristianos, relacionada también con la tolerancia al aborto: "A pesar de los grandes discursos sobre los derechos del hombre, la sociedad tolera tranquilamente los sacrificios de vidas humanas cuando nuestra propia existencia no se ve amenada. Es el caso del aborto, que no amenaza directamente nuestra vida individual. Y es también el caso de ciertas minorías demasiado débiles y pobres para que merezcan nuestra simpatía. A menudo su sacrificio es incluso útil para nuestra comodidad".