Luisito, un niño de 12 años, se estaba yendo. Sus respiraciones eran cada vez más profundas y distanciadas. Apenas abrÃa los ojos. Le costaba oÃr. Miraba a la Virgen, miraba a su madre. A la pregunta del sacerdote: «¿Amas a Jesús, estás preparado para encontrarte con Él?», respondió: «SÃ, padre».
La madre habÃa reunido a toda la familia para decirle adiós. Fue un momento hermoso y feliz para todos. Cuando se fueron, la madre dejó las lÃneas publicadas más abajo, fruto de noches insomnes durante las cuales velaba, como la Virgen MarÃa, a su hijo inquieto y atormentado por una metástasis que lo consumió totalmente.
Tras las lÃneas de la madre, una carta que Luisito escribió a Jesús poco antes de morir.
Dios mÃo, estoy ante mi hijo, que se está muriendo. MentirÃa si afirmase que estoy resignada. Estoy triste y llena de miedo, porque he hecho todo lo humanamente posible para curar a Luis. ¡Oh Dios, mi hijo está en tus manos! Si quieres, Tú puedes hacer el milagro de curar a mi hijo. Señor, no te lo digo como un reproche, sino que te lo pido con todo mi corazón. Sin embargo, si mi hijo está destinado a volver con tus ángeles al ParaÃso, soy feliz. Señor, te pido de nuevo que Luis no sufra, que no sienta dolor… y te doy las gracias por habérmelo dado como hijo.
Jesús Sacramentado visita cada noche antes de dormir a los enfermos de la ClÃnica Divina Providencia.
Es un niño especial: alegre, cariñoso, siempre piensa antes en los otros. Recuerdo que cuando le enviaba a la panaderÃa para comprar pan, en el camino de vuelta lo iba dividiendo con sus amigos y luego me decÃa: «Mamá, no te enfades. Quita la parte que me toca y dásela a mis hermanos». ¿Te acuerdas, Señor, cuando le pedÃa a su padre que cantara tocando la guitarra durante la misa en la capilla? Señor, has elegido a este hijo mÃo para darnos una lección de vida, para enseñarnos cómo combatir en esta vida conociéndote, Dios mÃo, como él suele hacer.
Te doy las gracias, Señor, porque a través de la enfermedad de mi Luis has ayudado a mis otros hijos a salir del pozo ciego en el que habÃan caÃdo y a reemprender nuevamente Tu camino. Te doy las gracias, Señor, por haber permitido que lo tuviera un año más; él me ha ayudado a acercarme a ti, oh Dios, porque a pesar de todo lo que veo y sufro, sé que él va al Cielo, y porque sólo dos veces durante todo este largo tiempo de enfermedad ha dicho "¡ay!": cuando se estaba recuperando de la cirugÃa y cuando le hicieron una punción en los pulmones.
Gracias, Señor, porque a causa de su enfermedad Luis ha llegado a esta ClÃnica Divina Providencia, para estar más cerca de ti y conocerte mejor. Te pido que me ayudes a ser cada dÃa más fuerte en la fe, Señor, y que tengas piedad de esta pobre pecadora enviando Tu Misericordia sobre mi familia.
Oh Jesús, antes de tener esta enfermedad yo te conocÃa poco, pero muy poco. Con la enfermedad, poco a poco he llegado a conocerte más. Ahora sé que Tú eres mi Salvador, porque todas las cosas que te pedÃa, o todo lo que te pido, me lo has dado siempre.
Recuerdo que una vez te pedà salud para mi madre y Tú me escuchaste, Señor. Hiciste que mi madre se sintiera mejor y ahora ya no tiene su enfermedad de los vértigos. También cuando me faltaba el aire y me estaba asfixiando, me has dado la respiración para decir estas palabras. Viniste a la tierra para morir por mà y cuando decidas que me quieres llevar cerca de Tu Padre, iré.
Gracias, Señor, por todo; gracias por los dÃas que me has dado de vida, gracias por la luz, porque aún estoy con mi madre, con mis hermanos, con toda la gente a la que más amo. Luis.
Traducción de Helena Faccia Serrano.