Su camino hacia el catolicismo ha sido largo y no exento de peligros y sufrimientos.
De hecho, su vida puede definirse como de película por todo lo que vivió en su infancia antes de convertirse en un empresario de éxito.
Como tantos miles de vietnamitas, su familia huyó tras la guerra de Vietnam y la toma de los comunistas de todo el país. Él tan sólo tenía cuatro años pero todavía recuerda todo lo que sucedió en esos momentos.
Huyeron junto a más familias en un barco de pesca. “Yo era uno de los cinco hijos, el más pequeño de mis hermanos en ese momento era un recién nacido que iba en brazos de un nuestra valiente madre cuando huimos”, cuenta Tan Lee al Catholic Leader.
“No hagáis maletas. Tenéis que iros con la ropa que lleváis puesta y lo que hayáis podido convertir en oro. Los piratas lo saben y pueden saquear el barco y robar todo lo que tenga valor”, les dijeron a esta humilde familia.
Miles de familias vietnamitas huyeron en barcas tan frágiles como estas
Efectivamente, una vez que estaban en el mar su barco fue asaltado por piratas, que robaron todas las pertenencias que tenían estas familias y todo aquello que tuviera algún tipo de valor, por pequeño que fuera, en el barco de pesca.
Aún recuerda el miedo que pasaron y los largos días a la deriva en un mar agitado hasta que finalmente llegaron de manera muy brusca y violenta a una playa de Tailandia. “Milagrosamente todos mis hermanos sobrevivieron”, relata Le, “sin embargo, otras familias que iban en esta travesía no tuvieron tanta suerte y perdieron seres queridos, incluyendo niños pequeños”.
Ahora esta familia estaba expatriada y no tenía absolutamente nada. En Tailandia pasaron a ser refugiados que vivían en la playa en la que el barco les dejó.
Muchas otras familias vietnamitas estaban en su misma situación pero “afortunadamente –explica- nuestra petición de ayuda fue atendida por muchas comunidades en todo el mundo, incluyendo la parroquia católica de Santa maría en la ciudad neozelandesa de Christchurch".
Antes pasaron meses de retención hasta que la parroquia pudo lograr llevar a la familia a Nueva Zelanda. Allí les proporcionaron una casa, ropa y las necesidades del día a día. A estos católicos poco les importaba que la familia de refugiados que acogían fuera budista, ellos sólo vieron a una familia con cinco hijos que necesitaba ayuda.
“Esta fue mi primera experiencia de la compasión extraordinaria, la generosidad y la calidez de la comunidad católica”, afirma emocionado este ahora padre de familia.
Todavía recuerda como “a pesar de éramos una familia que pertenecía a la fe budista, íbamos a misa todos los domingos y pasamos mucho tiempo con las familias de esta parroquia”.
En el año 1989 la vida de Tan Le dio otro giro cuando su familia se trasladó a Australia, concretamente a Brisbane, para estar precisamente más cerca de las familias de refugiados vietamitas con las que convivieron en el barco.
Allí estudio secundaria y luego fue a la Universidad donde fue un estudiante de Derecho brillante. “Sin embargo, el plan de Dios me llevó siendo un joven abogado a Melbourne, donde finalmente me casé con mi esposa Tam, que provenía de una familia católica”, asegura. “De casualidad me encontré una vez más asistiendo a la iglesia con regularidad siendo yo todavía budista”.
A día de hoy Vietnam sigue siendo un régimen comunista
Su mujer se crió en Vietnam en una familia católica y asistió a un colegio de religiosas francesas por lo que la fe estaba muy interiorizada en ella. A Le le costó mucho más llegar al catolicismo. Fue un proceso lento que le llevó nueve años de lucha hasta que decidió finalmente bautizarse.
En todo ese tiempo se convirtió además en un empresario de éxito pero necesitaba algo más que el dinero o el reconocimiento. “Asistía a la iglesia para apoyar la fe de mi esposa pero fue el nacimiento de mi segundo hijo y también el ver la vida a través de mis ojos de cuatro años de edad (cuando salió de Vietnam), necesitaba una orientación espiritual tan fuerte como fuera posible”, afirma Tan Le.
Y así fue como un día se preguntó si no sería genial que toda la familia celebrara la vida unida en una misma fe. Ese era el momento en el que Dios le llamaba a ser católico pero hasta ese momento pasó toda la vida observando, aprendiendo y viendo la fe católica desde una perspectiva diferente.
La ceremonia fue “un momento especial, juntos padre e hijo”. Además fue confirmado y recibió la Comunión y se sintió muy agradecido por todos los ejemplos de personas católicas con los que se ha ido encontrando en su vida: la parroquia que les acogió, su mujer católica y el sacerdote que le ha acompañado en este proceso.
“Estoy entusiasmado de comenzar este capítulo de una vida en honor a Cristo y el sacrificio que Él ha hecho por nosotros en la cruz”.