Don Johnson, norteamericano, se volcó en su formación como evangelizador protestante, pensando sobre todo en hablar de Dios y de Cristo a las personas alejadas de la fe, los escépticos que desconfían (o a veces simplemente desconocen) de la Biblia y el mensaje cristiano.
Estudió muy en serio y sacó un título en Teología, Misiones y Estudios Interculturales del San Jose Christian College, y otro de Apologética Cristiana en Biola University. Todo eso le ayudaría para su libro "Como hablar a un escéptico: una guía fácil para conversaciones naturales y apologética eficaz" (aquí en Amazon en inglés).
Sin embargo, a medida que profundizaba en el diálogo con escépticos, notaba dos puntos débiles que le hacían pensar.
Por un lado, algunos escépticos le decían: "Tu forma de presentar a Dios y la salvación no me parece mal, pero en la calle de enfrente hay otros clérigos que, con la misma Biblia, dicen cosas muy distintas. ¿Por qué quedarme con tu interpretación personal?"
Otros escépticos, en una cantidad considerable, comentaban otra cosa que les indignaba sobre la salvación. ¿De verdad basta cumplir un mero trámite, como decir 'reconozco a Jesús como mi Señor y Salvador' para ir al Cielo, en caso de que exista? ¿Es que a Dios no le interesa mejorar a la persona, no le interesan sus actos buenos o malos, solo quiere que se cumpla un ritual? Eso es lo que planteaban.
Fue hablando con los escépticos como Don Johnson profundizó en las cosas de la fe, sus creencias básicas... y así acabó estudiando a los cristianos antiguos, a los Reformadores protestantes del siglo XVI y, después, las respuestas de la Iglesia Católica.
"Mamá, ¿qué he de hacer para salvarme?"
En realidad, todo empezó cuando tenía unos 6 o 7 años, explica en su testimonio en CHNetwork.org. Algo le llamó la atención en la iglesia un domingo y en casa llamó a su madre. "Mamá, ven a mi habitación. ¿Cómo he de hacer para salvarme?" La mamá rezó con él una oración de arrepentimiento y de confianza.
Decir "Señor Jesús, confío en ti, perdóname por mis pecados, llévame a la vida eterna" es un momento importante, incluso transformador, en la vida de un cristiano, pequeño o mayor. "Al terminar sentí un gran gozo y alivio. Sabía que iba a ir al Cielo porque Jesús había muerto por mí".
La salvación ¿es un seguro anti-incendio?
Pero en el resto de su vida infantil y en su adolescencia su vida de oración, o de virtud, fue entre mediocre y mala. ¿Para qué mejorar, para qué rezar, si en cualquier caso ya tenía la "póliza de seguros" para ir al Cielo?
De hecho, "salvarse", para él, era haber cumplido estos requisitos que decía el pastor ("arrepiéntete, ten fe, entrega tu vida a Cristo..."), que eran como unas oraciones para recitar. "Era como un seguro anti-incendios, te protegía del fuego del infierno". Por otro lado, era también una forma de ser "adoptado" por Dios, "una especie de nuevo guardián legal pero que no vive contigo, como un huérfano que sigue en el orfanato aunque le han dado un nuevo apellido y sabe que le espera una herencia".
Repasando la Biblia, la salvación es ¡un proceso!
Pero ya como adulto joven se despertó en él más interés por la fe, por compartirla, y por leer la Biblia. Estudió intensamente la relación entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Y empezó a ver la salvación de otra manera. Dios, al redimir, no solo perdona a la persona: también transforma a la persona, la hace nueva, la santifica... Y eso es un proceso: con la Gracia de Dios, el cristiano va siendo transformado para ser más parecido a Cristo.
La salvación era, por lo tanto, un proceso, un viaje a recorrer, una batalla que combatir. "Entender eso llevó mi relación con Dios a una mayor profundidad", explica.
Ahora, cuando lo explicaba así a las personas alejadas de la fe, que Dios no solo perdona, sino que transforma con la Gracia, que acompaña en la vida, en un proceso de santificación, muchos lo veían mejor. Eso incluía apostar por un cambio de vida, por mejorar como persona con la ayuda de Dios. Atraía a bastantes personas.
"Esto va contra nuestra declaración escrita"
Pero cuando predicó esto en cierta congregación protestante, un feligrés le dijo: "Eso que enseñas va contra nuestra declaración escrita de creencias". Efectivamente, es común que cada pequeña comunidad protestante tenga escrita su propia "declaración de creencias", aunque muchos feligreses no la conozcan con detalle. En este caso, la declaración decía que "la salvación es una transacción legal que se hace solo una vez y que debía entenderse como algo separado a cualquier llamado a una vida santa".
Don Johnson decidió estudiar más el tema de la doctrina de la justificación. ¿Qué significaba salvarse? ¿Cómo nos salva Cristo mediante su entrega en la Cruz y su Gracia?
En el siglo XVI, los Reformadores protestantes parecían proponer lo que hoy los protestantes llaman "justificación forense": Dios declara 'legalmente' justo (ante la Ley de Dios) a la persona, aunque no haya cambiado por dentro su corazón, deseos, afectos... Pero eso, que de niño servía a Don de "póliza contra el fuego", ahora, con la Biblia en la mano, no le parecía expresar bien lo que Dios hace con el pecador arrepentido.
Tampoco los cristianos antiguos, los Padres de la Iglesia, habían creído en eso: ellos siempre hablaban de un proceso transformador, de que la salvación consistía en ser transformados para parecernos más y a más a Cristo, ser "otros Cristos"...
La llamada "justificación forense" parecía ser una novedad del siglo XVI planteada por los Reformadores.
"Sola Scriptura": un añadido protestante del siglo XVI
Y estudiando la Reforma, Don comprendió que la idea protestante de "sola Scriptura" (que la Biblia es la única guía para la vida de fe del hombre) tampoco era algo que creyeran los cristianos antiguos. Era una doctrina novedosa aparecida en el siglo XVI. Y lo cierto es que invocando el "sola Scriptura" unos protestantes defienden unas doctrinas y otros las contrarias.
"Jesús no hizo caer del cielo un libro y dijo 'haced lo que podáis para encontrar vuestra opción según vuestra interpretación'. Él designó Apóstoles y les dio Su autoridad para liderar en Su nombre. Ahora tenía una respuesta para dar a los escépticos: yo no les daría mi mera opinión personal, sino las enseñanzas de la Iglesia que Cristo fundó".
Don Johnson entendió que la postura de la Iglesia Católica era la que mejor encajaba con la Biblia y los hechos históricos. Estudió y leyó a Scott Hahn, Jeff Cavins, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Jean Danielou y Louis Bouyer. Se apuntó a estudiar teología a la Universidad Franciscana de Steubenville. "Una tras otra, todas mis objeciones eran respondidas".
Los sacramentos, ¿no son demasiado físicos?
Pero le costaba entender los sacramentos, tan físicos... él venía de una tradición nada litúrgica ni sacramental. ¿De verdad era tan importante usar la materia -agua, pan, vino, esposos- para que Dios transmitiese gracia?
Por un lado, llegó a la conclusión de que los judíos de la época de Jesús no eran gnósticos: veían el mundo sacramentalmente. Cuando Jesús dijo "esta es mi carne, esta es mi sangre", lo entendieron sacramentalmente, no como un mero símbolo. Por otra parte él, que hablando con escépticos les decía "hay otro mundo más allá de los sentidos, te pierdes cosas buenas que son reales"... ¿no estaba siendo injustamente escéptico con el catolicismo y sus sacramentos?
"También me dí cuenta de que ansiaba la Eucaristía y la intimidad con Cristo que me prometía. Esa fue la pieza final del puzzle y fui recibido en la Iglsia católica en la Vigilia Pascual de 2015".
Hoy sigue anunciando esta salvación transformadora desde su ministerio evangelizador: donjohnsonministries.org