Violeta creció en un ambiente ateo y llevaba «una vida para nada cristiana, desbarraba mucho con mis amigos de fiesta», explicó la joven a José Calderero, del semanario madrileño Alfa y Omega. Sus padres eran ateos y no la bautizaron de niña: «querían que yo decidiera de mayor si quería bautizarme o no».
Pero ella siempre se hizo preguntas espirituales. Considera que era «medio agnóstica». «Siempre tuve inquietudes de tipo filosófico: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?».
Desde pequeña, dice, «sentía una fascinación por todo. Lo que aparentemente nos tiene que parecer natural, que estamos aquí, que existimos, yo lo veía sobrenatural, como un misterio. No le podía dar una explicación y me parecía asombroso».
Se volcaba en las noches de fiesta, muy frecuentes. Pero en ellas quedaba «vacía, no me llenaban».
El cambio empezó cuando estaba en Colonia (Alemania), realizando un intercambio de estudios Erasmus de 5 meses. Allí la joven cordobesa sufrió un shock anafiláctico y «tuvo que recogerme la ambulancia».
Violeta se inquietó. «Me estaba ahogando, estaba en el extranjero y sin dominar muy bien el alemán», explica. «Estaba sola, no sabía qué iba a pasar». Y, entonces, sucedió algo inesperado. De pronto, «sentí una gran paz, que no sabía qué era ni de dónde venía».
La catedral de Colonia es una de las más impresionantes de Europa; guarda las reliquias de los Reyes Magos y en ella rezaron miles de jóvenes en la JMJ de 2005
De vuelta a su alojamiento, ya recuperada, la joven empezó a «sentir algo en mi interior que me decía que tenía que ir a la catedral de Colonia».
Hay que tener en cuenta que la joven «no había pisado una Iglesia en mi vida. Quizás una vez para una comunión, pero no lo recuerdo», confiesa.
Así, se animó a entrar un día en la famosa catedral, símbolo de la ciudad. «Sentí entonces esa misma paz que había sentido en la ambulancia». Desde ese momento, Violeta empezó a ir a la catedral todas las tardes. «Me quedaba allí, sentada, sin hacer nada».
La paz ya no le abandonó y cuando la joven regresó a España decidió dar un «cambio radical» a su vida «porque esa es un tipo de experiencia que te cambia».
Se matriculó en la carrera de filosofía «porque quería conocer la verdad, quería conocer a Dios»; y empezó a leer a san Agustín. «Hasta ese momento no sabía casi nada de la religión. Comencé a interesarme y a leer a distintos filósofos cristianos. Me di cuenta de que había recibido una gracia de Dios y me apetecía acogerla, me apetecía decirle que sí y creer», explica.
En la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid conoció al capellán, el padre Juan Carlos, y le dijo que quería bautizarse. “Primero tendremos que hablar un poco, ¿no te parece?”, me dijo con una sonrisa». El sacerdote le explicó la fe y la joven comenzó a ir a Misa.
Se bautiza este martes 16 de mayo en la catedral de la Almudena, junto a otros 7 universitarios. En la misma celebración se confirman 54 jóvenes. Todos ellos llegan a través de la delegación de Pastoral Universitaria de Madrid.
Violeta confiesa sentirse «alegre por unirme plenamente a Jesucristo y a su Iglesia». Para ella, Cristo se ha convertido en «alguien que me acompaña en mi día a día. Ha dejado de ser solo una idea. Esa idea que yo tenía se ha hecho carne y me acompaña en mi camino».