“En primer lugar quiero denunciar una especie de idealización de la República Democrática Alemana (RDA) que se está extendiendo: muchas personas dicen que tampoco fue tan mala, ni siquiera para los cristianos. Pues sí, fue mala”. En una conversación mantenida en Berlín, el sacerdote berlinés Josef Rudolf explicó la discriminación que sufrían los católicos en la RDA. A los jóvenes que se tomaban en serio su fe y, por tanto, no acudían a la denominada Jugendweihe –literalmente, “consagración de la juventud”, un rito pseudorreligioso para sustituir a la Primera Comunión de los católicos o a la Konfirmation de los protestantes– no se les permitía cursar estudios académicos.
[Lee en ReL: Católicos en la Alemania comunista: Monika y Anton cuentan la experiencia opresiva que vivieron]
De su época de sacerdote, recuerda a unos padres que le instaron a influir sobre su hijo para que participara en dicha Jugendweihe “pro forma”: temían no sólo que a su hijo no se le permitiera seguir estudios superiores, sino también por sus propios puestos de trabajo.
Junto al cardenal Meisner
El sacerdote Josef Rudolf conoció de primera mano la situación de la Iglesia católica en un régimen comunista como el de la RDA: nacido en 1947 en Müllrose, cerca de Fráncfort del Oder, recibió el sacramento del Orden de manos del cardenal Alfred Bengsch de Berlín en 1974. Después de varios encargos pastorales en Demmin (Pomerania) y el Berlín-Buch, fue capellán universitario en Greifswald, antes de ser nombrado secretario del cardenal Joachim Meisner, sucesor de Bengsch como arzobispo de Berlín, en 1982. En este cargo, que desempeñó hasta 1987, tuvo ocasión de conocer de cerca las relaciones entre la Iglesia católica y un régimen detrás del “telón de acero”.
Para caracterizar el ambiente en que se desenvolvían los cristianos –tanto católicos como protestantes– en la RDA, Josef Rudolf menciona un documento de excepcional significado: el discurso pronunciado en 1958 por Albert Norden, primer secretario del Comité Central del Partido Socialista Unificado SED, que revelaba la estrategia del SED para erradicar el cristianismo.
Un discurso clarificador
Norden decía: “Una cuestión importante, queridos camaradas, es nuestra actitud hacia los miembros cristianos de nuestra nación en la próxima campaña electoral. Aquí debemos hacer una clara distinción: aquellos que siguen perteneciendo a la Iglesia, aunque interiormente se hayan desligado de ella, apenas precisan un impulso enérgico para que se separen también externamente de ella. Por supuesto, debe hacerse con tacto y paciencia”.
El Primer Secretario continuaba su discurso: “Probablemente lo tengamos más difícil con los que realmente son leales a la iglesia. En este caso tenemos que ser más agudos e inflexibles en nuestros debates. Seguramente no tendremos mucho éxito; pero tengamos en cuenta que estamos hablando de un máximo del 2% de los miembros de la Iglesia. Como hemos comprobado en nuestras inspecciones de los actos litúrgicos [aquí hace referencia a los espías que la Stasi enviaba a las misas], entre una población de diez mil habitantes, la cifra máxima de asistencia es de ciento cincuenta, lo que supone entre un 1% y un 2% de personas desafectas que no acuden a las urnas o invalidan sus papeletas. Esto no cambiará nuestra victoria electoral, ya que al menos el 96% declarará su apoyo al socialismo; entre los jóvenes, según constatamos, esta cifra alcanza el 99%, pues ya no se tragan las fantasías retrógradas de la Iglesia. Sin embargo, quiero insistir en que no debemos cejar en nuestro empeño de convencer hasta al último joven de lo insostenible de la idea religiosa. Donde veáis, queridos camaradas, que un número de jóvenes sigue acudiendo a la iglesia y a los servicios religiosos, que asiste a las clases de la iglesia, allí algo no va bien. Hay que despertar y, si es necesario, ¡denunciar!”
Albert Norden pasaba entonces a hablar de los sacerdotes católicos y pastores protestantes: “¿Aún merece la pena hablar del último grupo de personas de la iglesia? Estamos hablando del 0,1% de nuestra población: los pastores. Como sabemos, y me diréis, con ellos no hay nada que hacer. En eso también tenéis razón. Y es por eso que quiero hablar de nuestro comportamiento hacia estos señores durante la campaña electoral (…). Probablemente tuvimos la impresión equivocada de que estas personas aún podían curarse e intentamos ganarnos a los curas con visitas, invitaciones, debates, etc., como un productor de cine con una codiciada diva. Pero estos señores han resultado más malhumorados e impertinentes que la más loca diva de cine. Nos tragamos su desprecio, el ridículo y el rechazo más frío para conseguir su voto. Pero, queridos camaradas, ya no lo necesitamos. Durante 12 años nos hemos esforzado en vano en ganárnoslos; ahora decimos: Götz von Berlichingen [una expresión grosera en la obra homónima de Goethe, que podría traducirse como Que les den...]".
El duelo con Honecker
En este ambiente enrarecido, Josef Rudolf pudo comprobar en primera persona –especialmente durante el periodo 1982-1987 en que fue secretario del cardenal Meisner– cómo la Iglesia católica interactuó sabiamente y con la necesaria distancia con las autoridades estatales de la RDA, pues acompañaba al obispo berlinés a las reuniones con las autoridades estatales.
Erich Honecker (1912-1994), a la izquierda, dictador comunista en la RDA entre 1976 y 1989, conversa con el cardenal obispo de Berlín, Joachim Meisner (1933-2017), a la derecha, en 1987. Foto: Bundesarchiv, Bild 183-1987-1023-049 / Mittelstädt, Rainer / Wikipedia.
El sacerdote recuerda especialmente una anécdota divertida: la petición de Erich Honecker, pues éste había organizado una visita al Papa Juan Pablo II y preguntó al cardenal Meisner qué regalo debería llevar a Roma. El cardenal comentó a sus colaboradores: “¡Les vamos a hacer sangrar!". Respondió a Honecker que le recomendaba regalar porcelana de Meissen, pero no una vajilla cualquiera, sino una famosa Madonna de Johann Joachim Kändler (1706-1775), que había puesto a la venta un museo londinense. El Gobierno de la RDA la adquirió por un elevado precio; nunca antes un presidente había hecho un regalo semejante al Papa. Hoy en día, dicha representación de la Virgen se encuentra en el Museo Vaticano con un letrero: “Regalo del Presidente del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, Erich Honecker”.
Checos clandestinos
Un capítulo especial al que se refirió Josef Rudolf es el de las ordenaciones secretas de candidatos clandestinos checos al sacerdocio. A diferencia de la RDA, en Checoslovaquia el Partido Comunista interfería en la formación teológica y estableció un bajo numerus clausus, por lo que los obispos checos solicitaron a los alemanes que llevaran a cabo dichas ordenaciones secretas.
Aparte de otros obispos de Alemania Oriental y, por ejemplo, el obispo auxiliar de Berlín Wolfgang Weider, recientemente fallecido, el cardenal Joachim Meisner ordenó a 66 checos en total. Para ser reconocidos, los candidatos presentaban una pequeña figura del santo nacional checo, San Nepomuceno. Como no hablaban alemán y el cardenal no hablaba checo, se comunicaban lo mejor que podían en latín. En este idioma se celebraba también la liturgia.