El camino de Javier comenzó cuando tenía 11 años, que fue cuando sus padres le contaron que "estaban juntos pero que no se querían". Sus padres se lo habían ocultado hasta entonces "para protegerme". La relación duró siete años más hasta que Javier cumplió 18 años, que fue cuando "mis padres se separan y se me viene el mundo encima".
Peño "veía mucho sufrimiento inocente en mí y le dije a Dios: 'ahí te quedas y como eres Dios ya volverás a mí'". Se refugió entonces en la carrera, "de periodismo en el Centro Universitario Villanueva"; en las chicas, se echó "una novia mormona que estudiaba conmigo"; y en la fiesta.
Un año después, en el verano de segundo de carrera, dos hechos propiciaron que el hoy seminarista "empezara a salir de mi rabia". Un amigo le invitó a entrar en el equipo de fútbol del Rayo Vallecano, como entrenador de las categorías inferiores, e hizo el Camino de Santiago. Al entrar en el equipo su vida se fue ordenando. "Ya no podía llegar de fiesta a las 7 u 8 de la mañana porque a esa hora tenía que ir a entrenar con los chavales". La peregrinación a Santiago también le marcó de algún modo, y desde entonces hace la ruta jacobea todos los años.
Tras la separación de sus padres, Francisco Javier soñaba con hacerse periodista deportivo. Lo cumplió tras una visita a la universidad del director de marca.com, con el que hizo buenas migas y quien le propuso entrar a trabajar en el periódico. "Le dije que sí. Era mi sueño y lo cumplí", explicó en la sede de Obras Misionales Pontificias. Pero a pesar de haber alcanzado lo que quería "notaba que mi corazón estaba hecho para algo más. Tenía todo, podía entrevistar a mis ídolos y aún así veía que este no era mi camino".
De nuevo, y otra vez en verano, su mundo se desmorona cuando "un día de agosto mi hermana me dice que se hacía religiosa" e ingresaría en el convento 15 días después. "Pensé que estaba loca. Me fui a mi cuarto a llorar y no sabía por qué".
El día en que su hermana se hizo religiosa, "en mitad de la Misa, el Señor me tocó la tecla y estuve hora y media llorando sin parar". Javier se dio cuenta de "que esto era lo que quería, que me sentía feliz y noté que Dios había venido a por mí", como había predicho él mismo el día que decidió alejarse de Dios.
El ingreso en el seminario no fue inmediato. Se dio cuenta de que Dios le pedía hacerse sacerdote en uno de sus múltiples caminos de Santiago, y aún así se resistió a entrar todavía un tiempo. "En un viaje a Asturias pisé el seminario y me sentí más en casa de lo que me había sentido en mi vida".
El seminario pasó a ser su casa. Es también el lugar donde ahora se prepara para ser sacerdote, una vocación que Francisco Javier define como "una historia de amor que plenifica mi coración y que me hace feliz". Javier será ordenado diácono por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, el próximo sábado 10 de junio en la catedral de la Almudena.