Misha Demidjuk es ahora un padre de familia numerosa con la que se ha retirado a un pequeño pueblo francés donde tiene un taller de originales juguetes de madera. El ancla de su vida es su fe católica pero durante muchos años fue arrastrado por corrientes extrañas debido a sus prácticas esotéricas y de chamanismo. Y fue precisamente debido a un espíritu que le atormentaba como acabó abrazando el catolicismo.
Su historia es convulsa y llena de vaivenes. Hijo de un padre comunista y una madre abducida por la Nueva Era, durante años vivió una vida de sol y sexo en Australia, después dirigió un bar en Mali. Pero tras una serie de accidentes que sufrió empezó a sentir un gran vacío en su vida que ni sus viajes ni sus experiencias por el mundo podían llenar.
Sin embargo, en esta búsqueda de un sentido erró a la hora de encontrar la verdad. Misha empezó a interesarse de manera profunda por el chamanismo y el esoterismo para intentar suplir este malestar y vacío que sentía en su vida.
Con el tiempo fue profundizando en estas prácticas hasta que empezó a entrar en contacto con espíritus. Y a la vez seguía participando en cursos de formación chamánica, donde precisamente conoció a su esposa Laetitia en 2005. Esta es por tanto una conversión en familia.
Sin embargo, Misha relata a Famille Chretienne que decidieron dejarlo todo al estar ya cansados de los gurús, por lo que se instalaron en un pequeño pueblo francés en los Alpes donde iban a gestionar una casa rural.
“En ese momento –cuenta él- un espíritu con el que había estado en contacto regresó para atormentarme. Así que decidimos quemar todo lo relacionado con el esoterismo que teníamos en casa, incluidos nuestros amuletos. Y nos fuimos sin nada”.
Pero nunca imaginaron lo que les iba a suceder a continuación. De manera involuntaria, Laetitia se había quedado con uno de los amuletos y al descubrirlo se rompió. En su interior hallaron una Medalla Milagrosa.
La Medalla Milagrosa es un regalo que la Virgen María hizo a Santa Catalina Labouré en 1830 en la rue du Bac de París y cuya devoción se extendió rápidamente por todo el mundo. En todo este tiempo numerosos milagros y hechos extraordinarios han rodeado a esta Medalla Milagrosa.
Con el permiso de la Iglesia, las primeras medallas se hicieron y distribuyeron en París en 1832. Aunque originalmente se conocía como la Medalla de la Inmaculada Concepción, se asoció con tantos milagros y bendiciones, que finalmente se popularizó como la Medalla Milagrosa. Y muchos cristianos que la poseen a día de hoy, todavía experimentan muchas de estas gracias.
Gracias a esto –confiesa Laetitia- “descubrimos la capilla de la rue du Bac y nos enviaron medallas bendecidas. Empezamos a rezar todo el tiempo: ‘¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
La Virgen no dejó de sorprender de este modo al matrimonio, sobre todo a Misha cuyo encuentro con María se produjo curiosamente mientras iba conduciendo su scooter. Mientras iba recitando esta oración de repente se llenó del amor de María. Fue una experiencia mística. Él asegura que sintió un amor “gigantesco, humano y maternal”, una gracia “sensacional”.
El siguiente paso de este matrimonio fue comprar una Biblia. Misha leyó el Antiguo Testamento y Laetitia el Nuevo. Y juntos comenzaron a rezar.
“En el esoterismo todo se centra en la voluntad de la persona, pero en la Iglesia aprendemos a hacer la voluntad de Dios. Por eso me gusta mucho Juana de Arco: se arrodillaba y rezaba para hacer la voluntad de Dios, no la suya”.
Y según iban profundizando y conociendo la fe católica surgió en toda la familia el deseo de ser bautizados y pasar a formar parte de la Iglesia. “Estaba leyendo los Hechos de los Apóstoles con todos aquellos bautismos masivos, espontáneos, era lo que toda mi alma quería vivir”, afirma Laetitia conmovida.
En este camino hacia la Iglesia encontraron ayuda en un monje y en el párroco de Bugarach, lugar en el que se instaló esta familia. Finalmente, Misha, Laetitia y sus hijos se bautizaron en 2014.
Y aunque su conversión ha sido tremenda la lucha espiritual siempre está ahí, aunque Dios siempre ha ido por delante abriendo camino.
En esta nueva vida la familia intenta poner a Dios en el centro en todos los momentos del día, también en el taller de juguete de madera. “Pongo mi trabajo en oración para dejar la puerta abierta a Dios. Ya sabes, el ora et labora”, afirma Misha.
En esta pandemia, los cimientos de su fe han sido puesto a prueba, pues como le ha ocurrido a millones de personas en todo el mundo con el confinamiento el negocio que tanto trabajo le costó poner en marcha se veía amenazado incluso con el cierre.
Sin embargo, Misha prometió realizar un exvoto con sus propias manos para entregarlo al Sagrado Corazón en Paray-le-Monial si le ayudaba a poder mantener su taller. Y ha recibido el ciento por uno. Tras publicar un vídeo en internet, como ya acostumbraba, mostrando sus juguetes de madera, este matrimonio se quedó admirado cuando vio que la cantidad de pedidos se disparó como nunca antes habían visto hasta tal punto que la capacidad del taller para fabricar estos juguetes quedó sobrepasada. “Seguiremos con las peregrinaciones –afirman sonriendo- porque todo lo que nos pasa está siempre firmado por la mano del Señor”.
Publicado originariamente en ReL el 25 de febrero de 2021.