Ella no sabía nada del catolicismo, sólo sabía que los católicos tenían “ya sabes, rosarios e iconos”.
Ella siempre tuvo interés en las cosas religiosas y espirituales. Ella lo explica así a Southern Cross, el diario de la diócesis de Savannah: “Probé muchas religiones distintas y, simplemente, no llenaban. Siempre sentía que algo faltaba, siempre había dudas en los caminos espirituales que tomaba. Nunca había la plenitud que buscaba. Era como estar sumergida bajo el agua intentando llegar a la superficie, a que algo me agarrase desde arriba para salir”.
Visitando a su prometido en Savannah vio la catedral (savannahcathedral.org). “Mira, es realmente bonita, ¿podemos entrar?”, le dijo. “Sí, vamos a verla, nunca estuve aquí”, dijo él.
Y nada más entrar, sucedió.
“Fuimos y fue como ‘bum’, ¿sabes? Lo primero que sentí fue como una presencia muy fuerte, que no era abrumadora, ni nada malo, sino como una presencia que daba la bienvenida. Casi como tranquilizándome. Nunca había sentido eso antes. Pensé que era muy extraño, y empecé a apreciar todo lo que había allí. Pensé: quizá aquí hay algo que debería examinar...”
Al principio solo quería eso, examinar, explorar esas “cosas católicas” de las que no sabía nada de nada. Pensó: “tengo Pinterest, puedo buscar temas, puedo aprender un poquito...”. “Siempre me ha interesado la religión, aprender cosas”. Simplemente, reconoce, “tenía muchos prejuicios contra el cristianismo”.
La catedral de san Juan Bautista, en Savannah, por dentro
Pero investigando el catolicismo y leyendo empezó a pensar, después de haber explorado antes otras religiones y opciones: “Quizá esta es la respuesta correcta”.
Veía obstáculos. La vida católica es exigente, una apuesta firme por el bien, la virtud, el caminar con Dios... “He sufrido de baja autoestima, de dudar sobre mí misma, y pensaba, ‘no sé si yo podría ser una buena católica’”.
Pero una noche rezó a Dios y le dijo: “Si esto es lo correcto, simplemente ponte detrás de mí y empújame al otro lado de la puerta. Y eso es lo que pasó”.
Una cosa que le asombró de ser acogida en la Iglesia y de conocer cristianos es “lo acogedores que son”. “Desde fuera todo parecía muy conservador, como una comunidad muy cerrada, o eso es lo que los medios de comunicación muestran, pero en realidad es todo extremadamente acogedor. Gente supermaja”.
Han pasado solo unos meses desde que sintió aquella presencia al entrar en la catedral pero hoy tiene clara su opción: “Esto es lo que Dios quiere que haga, es lo que está bien”.