Marcos Luchoro Jiménez es diácono de la Archidiócesis de Toledo, ordenación que recibió el pasado mes de julio en plena pandemia. Igualmente, la ordenación sacerdotal previsiblemente la recibirá también en esta situación extraordinaria.
Este joven talaverano de 22 años descubrió pronto su vocación y en una entrevista con la web diocesana comparte sus vivencias y su proceso vocacional:
-¿Cómo se fragua tu vocación sacerdotal y cuáles son las realidades pastorales que te han ayudado en tu proceso vocacional?
- En mí la vocación empezó en la primera comunión, en la cual tuve un encuentro muy fuerte con el Señor que cautivó mi corazón, pero con el tiempo y por diversas circunstancias me fui alejando de Él hasta que se encontró conmigo en 4° de la ESO en una peregrinación a Montserrat. Posteriormente cuando estaba cursando 1° de bachillerato, después de un tiempo de amistad profunda con el Señor, en una peregrinación al santuario de Fátima, vi que el Señor quería que fuese su sacerdote.
Lo que más me ha ayudado ha sido el amor y el cuidado de las madres agustinas, que me han transmitido el Amor del Señor y la alegría y cercanía de los sacerdotes y su vida radicalmente entregada al Señor.
-¿Cómo aceptó tu familia la decisión de tu ingreso en el Seminario Mayor “San Ildefonso”?
-A mi familia le costó mucho, porque soy el mayor y además porque yo no se lo quería decir ya que me quedaba un año para terminar los estudios en el colegio “Sagrados Corazones” de Talavera. Quería discernir. Ellos lo supieron a través de otras personas. Fue duro para ellos y no lo entendían; pensaban que era como un amor de verano. Pero ya lo han asimilado y sólo quieren que sea feliz.
-¿Cuál fue la reacción de tus amigos al conocer tu decisión de ser sacerdote?
-La inmensa mayoría, por no decir todos, se alegraron muchísimo. Para ellos tener un amigo que va a ser sacerdote ha sido un regalo. Siempre se han preocupado por mí; por ejemplo interesándose cómo van mis cosas del Seminario. Es un regalo tener amigos tan buenos y que están cerca del Señor.
- ¿Qué significa para ti el haber recibido la ordenación del diaconado?
-Para mí, particularmente, significa demasiado. No acabo de comprender el inmenso don que he recibido. Es, por una parte, el comienzo de la entrega; pero, por otra, es como ser expropiado de mí mismo. Consagrado sólo para el Señor. Es precioso ver qué rápido se ha pasado el tiempo y cómo el Señor ha actuado en mi vida patentemente.
- ¿Qué aspectos subrayas como los más importantes de la entrega sacerdotal a la que te dispones y que será el culmen de tu itinerario formativo en el Seminario?
- La unión profunda con el Señor a la que somos llamados y la consagración a Él; el servicio, como el Señor en el lavatorio de los pies; la entrega total a los demás, a nuestra madre la Iglesia. Y, sobre todo, el gran regalo y responsabilidad de administrar sus sacramentos.
-¿Qué te ilusiona más de tu ministerio como diácono y del futuro ministerio sacerdotal?
- A mí particularmente me ilusiona mucho administrar los sacramentos y entregarme para que otros se puedan encontrar con el Señor como me ha pasado a mí.
-¿Alguna reflexión para los jóvenes que puedan leer esta entrevista y que se planteen la vocación sacerdotal?
-Es normal tener miedo, dudas, pero si el Señor te llama, dáselo, que Él no es egoísta. Jesús te reclama para hacerte suyo y dártelo todo. Es un regalo ser elegido por el Señor y dar la vida por la salvación del mundo. No tengas miedo que Él te lo da todo y sólo Él te va a hacer feliz. Nada se compara al Amor del Señor.