Nacido a finales de los años 40 en Long Beach y criado en Fullerton (Los Ángeles), John Thompson se educó en un entorno bautista con fuertes prejuicios contra la fe católica.
Hasta 1990 fue el pastor principal de la Primera Iglesia Bautista de Orange en California. Dos años antes, quiso confirmar por sí mismo las doctrinas que había aprendido desde su infancia, pero la investigación y el estudio de la Biblia le llevaron a hacerse una pregunta que solo la Iglesia católica podía responder.
“Me criaron con un sesgo anticatólico”, cuenta John a Jim Graves, del National Catholic Register. “No sabía nada sobre los católicos, aparte de que eran adoradores de ídolos profanos, totalmente secularizados, que obviamente no conocían a Dios”.
Durante años, John mantuvo muchos de estos prejuicios y consideraba que los católicos no eran verdaderos cristianos porque no vivían la fe.
La infancia y juventud de John Thompson, criado como bautista, transcurrió entre continuos prejuicios hacia la Iglesia católica.
Le emocionó descubrir la combinación de Palabra y Eucaristía en las Escrituras
Thompson comenzó a estudiar las distintas formas de adoración entre las religiones denominadas cristianas, buscando comprender el motivo de esa distinción y confirmar que aquello en lo que había sido educado era lo correcto.
“Retrocedí en el tiempo y contemplé la oración en la Iglesia primitiva. Esperaba encontrar la iglesia bautista con una predicación y oración que reflejasen las creencias bautistas".
"Sin embargo, descubrí que los documentos hablaban de liturgia desde el primer momento. La liturgia, las formas de culto y las oraciones estaban fijadas desde los primeros tiempos de la Iglesia”, mientras que no se encontraba por ninguna parte el culto libre bautista.
“Y lo más importante, no solo encuentras la liturgia de la Palabra, sino también la Eucaristía”, destaca John.
“Descubres la doble acción de escuchar la Palabra de Dios y responder ofreciendo el Sacrificio a través del cual recibes el Cuerpo, Sangre, Alma y la Divinidad de Cristo en la Eucaristía. Cuando comencé a comprender esto, me emocioné. Es lo que faltaba a mi oración, la doble acción de escuchar y recibir”.
Salvarse sólo por la fe o la libre interpretación... no encajaban
A partir de este momento, el andamiaje intelectual que el pastor había edificado durante décadas comenzó a derrumbarse.
Tras mencionar la doctrina de la justificación luterana, según la cual el hombre se salva solo por la fe, John descubrió que “la Biblia nunca dice que seamos salvos sólo por la fe. Por la fe sí, pero no sólo por la fe”.
Como ministro bautista, comenzó a preocuparse al encontrar pasajes como aquel en el que el Señor dice que el que persevere hasta el fin, será salvo. “Y cuántas veces comparó Pablo su experiencia con una carrera que, como aún no ha terminado, no ha ganado todavía el premio por el que se está esforzando”, observa.
Descubrir el error de la doctrina de la justificación llevó al pastor a plantearse otro de los pilares del protestantismo, la sola Scriptura, que afirma de la Biblia ser la única fuente de la revelación y otorga al creyente la máxima autoridad para su interpretación.
John comenzó a ver como esta doctrina abrió la puerta a varios problemas en la Iglesia. “Cada persona es libre de leer las Escrituras, rezar al Espíritu Santo y determinar el significado y sentido de las Escrituras. ¡Entonces el creyente es libre de elegir la denominación que mejor se adapte a su lectura de la Biblia, o comenzar su propia denominación para el caso!”, advierte el ex pastor.
“Cuando Dios nos dio las escrituras debía tener algo en mente", argumenta. "Y si cierto pasaje significa A, no puede significar B, aunque la denominación X afirme que eso es lo que significa”, expone.
Una pregunta que solo la Iglesia podía responder
Estaba entre la espada y la pared. “¿Cómo podría conocer el sentido e interpretación de las escrituras? El ex ministro evangélico Scott Hahn dijo que si los ministros fueran honestos al pronunciar sus sermones, dirían que esta es la Palabra de Dios, y así es exactamente como me sentía”.
Más tarde descubriría la respuesta a su duda. “La palabra de Dios es algo más fluido que la tinta seca en una página. Las Escrituras son documentos vivientes que reflejan a Dios obrando a través de las personas. Ahí es donde la Iglesia Católica nos enseña que la palabra de Dios no llega a nosotros en la página, sino a través de la tradición viva de la Iglesia”.
Por eso, Thompson comprendió que cuando se desecha la autoridad de las enseñanzas de la Iglesia, no hay forma de saber con certeza qué es la Palabra de Dios y que esta perspectiva divide a los propios cristianos.
Investigando sobre las formas de oración de las diferentes ramas cristianas, encontró su origen en la Iglesia Católica.
La unidad de la Iglesia, prueba de la verdad de la fe católica
“Cristo estableció su Iglesia, una Iglesia, una en el amor, una en la doctrina, una en el esfuerzo, una en el Espíritu, y sin embargo, lo que sucedió por Martín Lutero fue un proceso de fragmentación. Y cuando sus seguidores no estaban de acuerdo con su interpretación de las Escrituras, se dividían cada vez más. Lo que entonces surge no es la cooperación, la unidad y el amor que Cristo pretendía, sino una tremenda competencia entre denominaciones”.
A medida que profundizaba en el estudio de las creencias y prácticas católicas, y que todavía consideraba contrarias a la Biblia, se daba cuenta de la coherencia de estas prácticas con las Escrituras, y aspectos como la presencia real de Cristo en la Eucaristía, los sacramentos o la autoridad de la Iglesia adquirieron todo su sentido.
“Estas enseñanzas se volvieron reales y convincentes. La Iglesia Católica ya no parecía la ramera de Babilonia que yo pensaba. Cada vez más, percibía a la Iglesia como la hermosa esposa de Cristo llamándome y llamándome, diciéndome que suya era la verdad”.
Agradecido a Dios por mostrarle el camino a casa
Tras décadas como pastor bautista y convencido de su profundo rechazo hacia la Iglesia, finalmente aceptó aquella llamada, y hoy promueve las verdades de fe que profesó en el momento de su conversión.
“La Iglesia es una, santa, católica y apostólica, fundada por Cristo. No todos pueden escuchar ese mensaje y no todos reciben el don de fe ni son capaces de ver la verdad en la Iglesia Católica. Pero ciertamente, si: la Iglesia Católica es la Iglesia que Cristo fundó sobre la roca que es Pedro y la Iglesia que él dotó con su Espíritu. Esta es la misma Iglesia que tiene sus raíces en los Apóstoles, y a la que todos los hombres y mujeres están llamados a formar parte”.
“Doy gracias a Dios por mi don de fe y por mostrarme el camino hacia Su Iglesia”, concluye. “Es maravilloso estar en casa”.