Mitch Morse vive a sus 27 años su mejor momento como jugador de fútbol americano en la NFL tras haber firmado este año un contrato con los Buffalo Bills gracias al cual es en este momento el mejor pagado en su posición en toda la liga.
Este “center” de 1,98 metros de altura y 134 kilos de peso tiene un puesto clave en el campo en el cual todo pasa por su sacrificio para poder proteger a sus compañeros. Hace un trabajo oscuro pero vital. Y esta entrega a los demás afirma haberla recibido a través de la Iglesia y de unos duros acontecimientos familiares que sólo desde la fe y el perdón pudieron superar.
En una entrevista con el National Catholic Register, Morse recuerda que “cuando tenía 4 años mi hermano de 4 meses fue sacudido (violentamente) por una niñera, lo que causó una inflamación cerebral” provocándole una hemorragia cerebral conocida como “síndrome del bebé sacudido” y debido al cual sufrió un daño irreparable. Ahora sufre una discapacidad, tiene problemas de comunicación verbal y necesita atención constante.
Una bendición, no una dificultad
“Obviamente, nadie en nuestra familia hubiera elegido voluntariamente algo tan doloroso y desafortunado, sin embargo, no sólo no ha sido una dificultad sino una bendición. Creo que me ha hecho más empático y menos egocéntrico. Me acostumbré desde pequeño a pensar qué necesitaría mi hermano, y luego a lo que mis ‘hermanos’ en general necesitan. Es un espíritu de servicio a los demás que da sentido a la vida”, explica.
Este duro suceso familiar tuvo como consecuencia que su padre se convirtiera al catolicismo y se involucrara posteriormente y de una manera muy profunda en el catecumenado de adultos (RICA). De este modo, Mitch Morse afirma que “por la gracia de Dios, tanto mi padre como mi madre pudieron aceptar lo que sucedió, perdonar a la niñera y centrarse en lo que teníamos que hacer en el futuro”.
Desde pequeño, Mitch ha querido ser siempre quien cuide de su hermano pequeño
El daño –añade este jugador de la NFL- “ya estaba hecho, y no había forma de volver al pasado y cambiarlo. Hubiera sido contraproducente permanecer enfadado mucho después, por lo que hemos aprovechado al máximo y eso nos ha acercado más a Dios y a los demás”.
El poder del Evangelio
Esta respuesta a través del perdón y la fe a un suceso tan grave ha marcado el devenir de este deportista y la forma en la que afronta su vida profesional y personal. “La respuesta de mis padres a este hecho ha dado forma a cómo veo todo. Sólo trato de sacar lo mejor de cada cosa, incluso cuando no son ideales”, señala.
Así, Morse afirma que “la mayoría de las veces parece que la lectura del Evangelio y la homilía están dirigidas directamente a mí. Me golpean, puedo hacerlas mías y usarlos en mi vida. Sin embargo, cuando el sermón no es demasiado atractivo también intento encontrar algo, por pequeño que sea, que pueda aplicar a algún aspecto de mi vida”.
Mitch Morse en su casa familiar con la imagen de la Virgen de Guadalupe de fondo
Y esto mismo intenta hacer en el fútbol, donde las “cosas inesperadas pueden detenerte en el camino o pueden ser ocasión para grandes jugadas. Debes mantenerte alerta, responder lo mejor que puedas y luego dejar que las fichas caigan donde puedan”.
Agradecer y alabar a Dios
Además de en la Eucaristía, Mitch Morse encuentra la fuerza en la oración. Según confiesa en la entrevista “cuando las cosas van bien siempre existe la tentación de no rezar. Puede parecer que Dios no es necesario y que todo estará bien sin Él. Es el beneficio de tener cruces en nuestra vida: recibimos la gracia de ver que no estamos bien por nuestra cuenta. Necesitamos la ayuda de Dios para vivir bien y estar verdaderamente en paz”.
Por ello, este jugador de los Buffalo Bills está convencido de que “es indispensables pedirle a Dios cosas, especialmente la fuerza para hacer lo que Él quiere que hagamos. Por otro lado, la oración no se trata solo de pedir cosas, por útiles que puedan ser, sino también de agradecer y alabar a Dios. A veces puede ser más fácil dar las gracias o alabar a un ser humano, pero Dios es digno de todo agradecimiento y alabanza, por lo que debemos reconocerlo en consecuencia”.