La familia Van de Voorde es una familia especial y agradecida. Quedó patente tras la profesión perpetua de Mary Grace como monja dominica en el Monasterio de Santo Domingo de Linden, en Estados Unidos. Y no fue una ceremonia cualquiera puesto que en el servicio religioso participó su padre, Jim Van de Voorde, que es diacono permanente y al que sus llaman cariñosamente “papá diácono”.
El matrimonio que conforman Jim y Frances tiene siete hijos pero la del esposo y la de Mary Grace no son las únicas vocaciones de la familia, pues otras dos de las hermanas han sido llamadas para una vida entregada totalmente a Cristo. Una como sierva del Hogar de la Madre que vive actualmente en España, y otra como laica consagrada del Regnum Christi que desempeña su labor en un campus universitario de Atlanta.
Una ceremonia emocionante
La última precisamente ha sido Mary Grace, la quinta de siete hermanos, y que con 25 años realizó sus votos perpetuos como dominica. Ya es una de las 10 monjas del convento y está exultante con su vida como esposa de Cristo.
“Ahora que estoy aquí me ha sorprendido lo liberador que es estar atado a Dios. Si la gente supiera lo feliz que nos quiere hacer Dios no tendrían tanto miedo”, afirma esta joven al Arlington Catholic Herald.
Proveniente de una familia muy religiosa donde la llamada de Dios a distintas vocaciones se ha visto como algo natural, Grace Van de Voorde afirma que la primera vez que se sintió llamada a ser monja fue cuando tenía 5 o 6 años. Ya en secundaria fue profundizando con la dirección espiritual de un sacerdote de su parroquia en Manassas.
Una llamada temprana
Según recuerda la ya religiosa dominica, este sacerdote le pidió que “escribiera la lista de sus sueños para la vida religiosa, qué buscaría si pudiera elegir. ‘¿Quieres cuidar, quieres enseñar?’, y pensé: ‘podría hacerlo si tuviera que hacerlo, pero no es realmente lo que quiero’. Sólo quería pertenecer a Dios y eso era lo central para mí. Entonces me dijo: ‘¿por qué no miramos la vida contemplativa?’”.
En aquel momento Grace tenía tan sólo 17 años y muchas de las órdenes a las que visitó querían que esperara unos años para discernir seriamente. Sin embargo, la priora del Monasterio de Santo Domingo en Linden la animó a visitarlas. A a esta joven le gustó mucho lo que vio. “Me sorprendió –señala ella- lo normal que me sentía estando en el monasterio así que pregunté si podía regresar”. Volvió en varias ocasiones y tras graduarse en Secundaria decidió que quería ser dominica y empezar el postulantado.
Durante sus votos perpetuos, Mary Grace se sintió especialmente bendecida de que su padre sirviera en la misa como diacono. Afirma que “fue muy especial tenerlo tan cerca”. Además, explica que “hará falta mucho tiempo, probablemente el resto de mi vida, para absorberlo todo. La única emoción que pude expresar fue este inmenso alivio, no tanto por haber llegado aquí sino por finalmente comenzar. Estoy muy agradecida por el regalo de Dios, el regalo de mi comunidad, el regalo de mi familia y el de nuestra diócesis”.
Una familia muy particular
Estas celebraciones se están convirtiendo casi en una costumbre entre los Van de Voorde. Jim fue ordenado diácono permanente en enero de 2015 donde sirve en la parroquia de Todos los Santos en Manassas. “Es una oportunidad maravillosa poder servir a la parroquia y a la diócesis”, afirmaba este padre de siete hijos.
Desde su ordenación ha ayudado en la parroquia bautizando, realizando homilías, catequesis, trabajo administrativo y atendiendo pastoralmente en la cárcel. Todo ello mientras lo combina con su trabajo como consultor y con su familia. Sobre esta vida, Jim cuenta que “el obispo nos dijo que mi primera responsabilidad es con respecto a mi matrimonio, la segunda mantener a mi familia y la tercera para el diaconado”.
Las diferentes vocaciones de sus hermanas
Otra de las vocaciones de la familia es la de Alisson, tercera hija de la familia y actualmente sierva del Hogar de la Madre en Valencia, en España. Esta fue la vocación más inesperada de la familia.
Su hermana Beth, un año menor, recuerda que “éramos casi como gemelas” y mientras Beth “hablaba de ser monja” Allison siempre “hablaba de ser madre”. Pero durante su tercer curso en la Universidad Ave María de Florida realizó una pequeña experiencia misionera en Ecuador que cambiaría su vida.
Era 2008 y pasó ese tiempo en Ecuador con las Siervas del Hogar de la Madre. Hasta entonces ella quería formar una familia y ser madre, pero según relata Beth, su hermana “en ese viaje misionero se dio cuenta de cómo estas hermanas son madres”. Así, tras graduarse en la universidad, Allison viajó a España y se unió a esta orden religiosa que tantas jóvenes está recibiendo.
También entregada a Dios acabó Beth, actualmente de 32 años, pero en este caso como laica consagrada del Regnum Christi. Confiesa que desde muy pequeña sentía atracción por la vida religiosa, conoció a varias monjas e incluso visitó diferentes conventos. Pero se dio cuenta de que las órdenes religiosas no eran lo que ella buscaba y a lo que se sentía llamada.
Fue en 2004 cuando iba a salir de fiesta cuando unos amigos la invitaron a un retiro silencioso de tres días, al que decidió unirse. Allí conoció a las mujeres consagradas del Regnum Christi, que le ayudaron a madurar su relación con Cristo. Tras graduarse en la universidad en 2006 se unió a esta realidad vinculada a los Legionarios de Cristo.
(Artículo publicado originariamente en ReL en febrero de 2020 y ligeramente actualizado).