Su objetivo es claro: evangelizar a tiempo y a destiempo. Y para ello lleva más de tres años paseando por el casco urbano de Saint Joseph y otras ciudades rezando el Rosario y compartiendo el Evangelio con los que se encuentra y con los que se acercan a él tras observar su vestimenta clerical ya tan poco frecuente.
Este sacerdote ordenado en la diócesis de Wichita explica por qué lo hace: “Es lo que hizo Nuestro Señor. Muchas personas me ven y les mueve el venir a mí y hablar”.
Pero este apostolado que completa con la sotana no le vino a la cabeza de cualquier manera sino que todo se debe a su experiencia haciendo la peregrinación del Camino de Santiago.
Durante 32 días recorrió el padre Carney el norte de España para llegar a la tumba del apóstol. Y eligió hacer esta peregrinación descartando la ropa deportiva o el tradicional traje de calle eclesiástico optando por usar la sotana. Durante todos esos días que peregrinó habló durante con más de 1.000 personas que se le acercaban.
“Hay algo misterioso en la sotana que actúa como un imán, atrayendo a la gente hacia ti. Es un sacramental que tiene una bendición especial que el traje no tiene”, afirma este sacerdote, tal y como recoge el semanario Our Sunday Visitor.
Una vez de vuelta a Estados Unidos se preguntó si lo que le había sucedido en el Camino de Santiago funcionaría en su país. De este modo, Lawrence Carney se puso de nuevo la sotana y como armas un Rosario y un crucifijo de gran tamaño, salió a pasear por las calles de la ciudad mientras rezaba y hablaba con la gente. Y él mismo asegura que los resultados son “fenomenales”. Tanto es así que ya lleva años haciéndolo.
Una amiga suya, Irene DiPietro ha sido testigo de estos ‘paseos’ del padre Carney y afirma que “fue hermoso y sorprendente. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, se acercaban a él e inmediatamente comenzaban a hablar con él acerca de sus problemas. Las adolescentes y mujeres jóvenes lloraban por cosas que sucedían en su vida. Era como si ellos pensaran que él era Dios caminando por la Tierra”.
Estos paseos le han granjeado como consecuencia muchos amigos. Como un hombre que al verle bajó de su gran coche y le preguntó qué estaba haciendo. “Estoy pescando”, le dijo, y a continuación le colocó el Rosario alrededor del cuello. Ambos rieron, hablaron durante horas y en estos años se han hecho amigos. Ahora él está en proceso de conversión al catolicismo.
Otro caso es el del encuentro con un hombre que luego le reveló que era un sacerdote ortodoxo griego que había dejado el ministerio activo tras divorciarse. Incluso mostró al padre Carney la casulla y el misal griego que utilizaba. “Tenemos que ayudarle a volver a decir misa para que Dios pueda venir a la Tierra a través de las manos de un cura más”, fue lo que dijo este sacerdote católico.
A pesar de los frutos de este ministerio, no le faltan las burlas de los viandantes pero él lo ve como una oportunidad para rezar la Medalla Milagrosa y encomendarse a la Virgen.
El padre Carney considera necesario hacer visible a Cristo y a su Iglesia y por ello cree que hay que salir a la calle ya sea sólo o con otro compañero sacerdote. Al principio muchos sacerdotes eran reacios a apoyarle pero poco a poco han ido cambiando de opinión.
Y por ello anima a todos los sacerdotes a salir a la calle y hacerse presentes. “El rezo del Rosario en las calles no es algo de lo que nosotros, los sacerdotes, debamos tener miedo. Va a tener grandes beneficios espirituales en nuestras vidas y en nuestras parroquias”.
Su sueño pasa además por poder establecer algún día los Canónigos Regulares de San Martín de Tours, una comunidad religiosa basada en la forma de vida que actualmente lleva. Sería una comunidad semi-contemplativa, basada en la regla de San Agustín y una “mezcla entre monje y apóstol”. Oración y misa por la mañana y por las tardes los monjes de dos en dos saldrían a la calle para llevar a la gente a la Iglesia.
El padre Carney es un defensor de la misa según el modo extraordinario
Mientras tanto, el padre Carney atiende a como capellán a una orden de monjas tradicionales, las benedictinas de María, Reina de los Apóstoles. Todos los días visita la comunidad, celebra con ellas misas según el Rito Extraordinario, confiesa a las religiosas que se lo piden y les ofrece una guía espiritual. Y por las tardes realiza su misión por las calles.
Lawrence Carney se crio en una familia católica muy devota en Wichita y asistió a un colegio católico. Y un día cuando aún era muy niño les visitó un sacerdote redentorista. Todavía recuerda que éste le hizo entrega de una estampa de la Virgen del Perpetuo Socorro y le dijo: “Si alguna vez necesitas ayuda pídesela a la Virgen”.
Veinte años más tarde, cuando empezaba a discernir su vocación al sacerdocio, Lawrence acudió a aquella misma sala en la que recibió esta estampa, que ahora era una capilla de adoración perpetua.
“Recuerdo vivamente donde este redentorista se paró y nos habló acerca de la Virgen. Su cara estaba en mismo lugar en el que estaba ahora el Santísimo Sacramento”, recuerda el ahora sacerdote.
Él vio este signo como un mensaje claro de que debía ser sacerdote. Y finalmente fue ordenado en 2007. Ahora su misión es ser “pescador de hombres”.