En vídeos y festivales infantiles, llenos de juegos y música cristiana, acompañado de su amigo el donut Duncan, llega el momento en que explica que todas las personas tienen –como los donuts- un agujero, un vacío, la necesidad de ser completados, y que solo Dios puede llenar con su amor. El amor humano es bueno, pero no es suficiente: ese vacío solo lo puede llenar Dios. Sus discos y DVDs de canciones y espectáculos infantiles han vendido más de 7 millones de copias.
Además de ser un artista cómico y musical con niños, Rob Evans, el Hombre Donut, es también fontanero. Le gusta señalar que en su mente hay dos dimensiones: la de un hombre práctico que trabaja con herramientas y soluciona problemas con cañerías, y la de un músico con sensibilidad artística y creativa. Aunque desde los 19 años era un convencido cristiano evangélico, con el tiempo, ambas dimensiones, la práctica y la creativa, se vieron atraídas por la doctrina católica.
Evans explica que los fontaneros tienen montones de herramientas. Las hay “para retorcer, cortar, limpiar, doblar, quemar y pegar y siempre queremos más”. Su objetivo es que fluya el agua limpia hacia el grifo, y que el agua sucia y los desechos se vayan.
“Pienso que la Iglesia Católica hace remarcablemente bien la fontanería espiritual”, escribe Evans en su testimonio en CHnetwork.org. Como protestante, tenía muchas herramientas espirituales, pero como católico tiene más, dice. Y son las herramientas que Cristo entregó a si Iglesia. “Esto es especialmente cierto en la gestión adecuada del alcantarillado, es decir, del pecado”, añade.
Pone un ejemplo visible y físico: en las parroquias católicas hay agua bendita a la entrada, la gente se persigna con ella al entrar. “Nos reapropiamos del poder del bautismo cada vez que hacemos eso al entrar en la iglesia, y eso es buena fontanería”, comenta.
Como cristiano evangélico, acudió a muchos grupos de apoyo espiritual, grupos pequeños de fraternidad, etc... pero “nunca nadie me miró a los ojos y me dijo inequívocamente: Por el ministerio de la Iglesia, que Dios te dé el perdón y la paz, yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Eso que dice el sacerdote al absolver se parece, dice el fontanero con humor, al “maravilloso sonido flush” del agua que fluye al tirar de la cadena, un agua que limpia y se lleva la suciedad.
Un fontanero busca que todas las cañerías estén bien conectadas a la fuente de agua y a su sistema. Evans ve esto en la sucesión apostólica: cuando un sacerdote consagra y distribuye la Eucaristía, él ve la conexión, la canalización de la gracia, hasta Pedro y los apóstoles y la primera Eucaristía con Jesús.
Los fontaneros usan llaves de paso y otras herramientas, y algunas especialmente buenas las pueden pasar a sus aprendices y sucesores. Evans lo compara con la función de Pedro, quien recibió las llaves de Jesús: “A ti te doy las llaves del Reino de los Cielos”. Evans dice que son las llaves necesarias para manejar “ese sistema de suministros y desechos” que es la Iglesia.
“Los protestantes creen que Pedro se llevó sus llaves a la tumba”, señala Evans, pero él defiende la postura católica que constata que estas funciones pasaron a los sucesores. Así, muerto Judas, la Iglesia encomendó su función a Matías. El oficio de Pedro, de pastorear con las llaves, es el que ha heredado cada Papa.
Por sus gustos personales, su pasado exhippy y luego su itinerario en una banda de música cristiana y como humorista infantil, a Evans le gusta la música alegre y la creatividad. A veces le han señalado que en el catolicismo hay demasiada “pompa y boato”, protocolos, rigideces y otras cosas que se han adherido con los siglos que son como óxido en cañerías. Pero Evans responde que en una instalación que tiene 2.000 años es normal que algunas cosas nos parezcan un poco extrañas, que en las cosas humanas siempre habrá algo de óxido, y que lo que importa es que fluya el agua pura del Espíritu Santo que limpia toda impureza.
Rob Evans ha sido cristiano comprometido desde 1972, cuando acompañado de un pastor evangélico en el Gospel Temple de Filadelfia pidió a Dios que le orientase en las tres “M” de su vida: un Maestro (Jesús), una mujer (se casó con Shelley, su esposa de toda una vida) y su Misión. Rob tenía 19 años, su madre atravesaba su tercer divorcio, su familia se había roto cuando él tenía 6 años, y en la casa de ese pastor había visto una familia unida, estable y feliz. "Yo quería eso", recuerda.
Ya desde joven, en su oración personal y también en su banda de música de alabanza, imaginaba a Jesús en su trono celestial, rodeado de los bienaventurados. Pero eran unos bienaventurados más bien anónimos y algo lejanos y Jesús le parecía en esas imágenes algo solo o aislado.
Cuando empezó a ir a misa, entendió que tenía más sentido verlo de otra manera: Jesús es Rey, sí, y tiene un trono, pero en su corte, alrededor, no está solo, le acompañan personas con nombre e historia, que son su Esposa, la Iglesia. A su lado está la Reina Madre, María, como lo estaba Betsabé, la madre de Salomón, junto al trono de su hijo. Los distintos días en misa hablan de distintos santos que interceden al Señor con nosotros. “Me encanta que en cualquier misa un santo que murió hace mil quinientos años pueda reconocerse y que se invoquen sus oraciones”.
También señala el Misterio de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Hay protestantes que dicen que no puede ser que Cristo se humille para estar bajo la forma de mero pan y vino, pero Evans responde que el Hijo de Dios se humilló al hacerse bebé, al someterse a tentaciones, al morir en una cruz... “¿por qué iba a dejar de humillarse en este punto?” La Eucaristía cumple la promesa de Jesús: “He aquí que yo estoy con vosotros siempre”. “Dios, el iconoclasta definitivo, rompe las barreras de cielo y tierra, tiempo y espacio, al decir que cuando comemos el Pan de su Carne y bebemos su Sangre es verdadera comida y bebida”, añade.
Otro tema importante para Rob Evans es el de la unidad. Él es hijo de una familia rota, y también lo es su esposa. “Soy hijo del divorcio. Mi corazón se rompió cuando mi madre se divorció varias veces y mis dos padres se recasaban, y me aportaban dos medio-hermanos, una media-hermana y una multitud de medio-parientes. Por supuesto que me alegra tener parientes. Pero la unidad de nuestra familia se la llevó el viento y tuve que ajustarme a una nueva identidad”.
Cuando se hizo cristiano, la comunidad que le acogió se le presentó como una nueva familia estable de hermanos y hermanas. Pero duró tres años: el pastor principal cometió adulterio y aquella iglesia evangélica se dividió en varias ocasiones más.
Cuando Rob y su esposa se mudaron a distintas ciudades, pudieron acudir a varias congregaciones protestantes. “De las 8 iglesias a las que pertenecimos en los siguientes 30 años, cuatro de ellas se dividieron por varias razones. La emoción a la que eso se parece, especialmente en nuestra juventud, es el dolor de mi corazón cuando nuestros padres se divorciaban. Era una agonía ver a los amigos sacudidos y dispersados. En varias ocasiones en esos años paré el coche para llorar”.
Después, al explorar la Historia de la Iglesia, comprobó que la llamada “Reforma” protestante “fue esencialmente un divorcio”, que llevó a la división actual. “Como un hijo de divorciados, me encontré con que tenía que elegir entre el estilo de vida de mi madre y el de mi padre. Era una elección imposible, insostenible y emocionalmente debilitadora”.
En la Pascua de 2006, después de investigar la fe católica (empezó con un libro de Santo Tomás de Aquino), a los 53 años, Rob Evans entró en plena comunión con la Iglesia Católica, acompañado de su esposa y su hija menor, que entonces tenía 14 años.
En lo musical y litúrgico, explica Rob, “amo la música contemporánea, dar palmadas y cantar, pero tengo una necesidad más profunda de solemnidad y sobrecogimiento que acompaña a la adoración en la comunión de los santos. Por eso ahora voy a la Iglesia Católica”.
“Aprecio las muchas contribuciones bíblicas que tienen que ofrecer profesores brillantes desde el Protestantismo a temas de la vida como el matrimonio, las finanzas, la fe, la educación de los niños, etc... pero prefiero una homilía seguida de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía”.
Una última enseñanza que ilustra la fe de Rob Evans hoy la encuentra en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II. “Él dijo que ‘todas las analogías del Cielo son imperfectas, pero la analogía esponsal del Reino de Dios es la menos imperfecta’”. Así, el matrimonio es un velo, del Cielo mismo y el matrimonio cristiano es corona de la Creación de Dios.
Rob y su esposa Shelley hoy aseguran que los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía los alimentan como matrimonio y como cristianos. Y comparan la Iglesia entera con su matrimonio. “Cuando me casé, entregué a mi esposa las llaves del coche, de la casa, de nuestra cuenta bancaria con 640 dólares... No necesitaba consultarme cada vez que usa las llaves. Como esposa, tiene autoridad para usar las llaves como vea bien. Así Jesús entregó las llaves a Pedro. Entregó autoridad a su Esposa, la Iglesia, para gestionar los asuntos terrenales en Su nombre, hasta su retorno”.
“Este ‘fontanero cantarín’ tiene mucho trabajo que hacer y muchas canciones aún por cantar, pero me alegro de poder llamarme católico”, concluye Evans.
En el vídeo, el donut Duncan canta la historia de Zaqueo en primera persona, con la ayuda de Rob Evans, el Hombre Donut