Antonio Moreno Sevilla, notario nacido en un pueblo de Granada, llegó con sus hijos a Bujalance (Córdoba) en 1931, precisamente el mismo día que se proclamaba la Segunda República. El pueblo tenía unos 8.000 habitantes, y se dice que la mitad estaban afiliados a la CNT, la violenta formación anarco-sindicalista.
Antonio conocía el contexto y no se metió en política, pero la familia sí iba a misa cada domingo. Eso bastó para que lo mataran anarquistas en 1936. A hachazos. Parece que va a ser el primer notario de España, y quizá del mundo, beatificado.
El notario Antonio Moreno Sevilla, mártir a los 46 años
El Papa Francisco ha firmado esta semana el decreto que reconoce que Antonio Moreno murió como mártir, testigo de Cristo, asesinado por odio a la fe. Es el mismo decreto que se lo reconoce al sacerdote Juan Elías Medina y 126 compañeros mártires asesinados en la diócesis de Córdoba, incluyendo a la farmacéutica de Palma del Río, Blanca de Lucía, o al muchacho Antonio Gaitán Perabad, fusilado con su padre en El Carpio, cuando no tenía aún 16 años. (Sus historias las contamos aquí).
Dejó mucho fruto como padre de familia
Antonio Moreno dejó viuda y siete hijos: Antonio, Valeriano, Fernando, Manolo, José Luis, Miguel y Vicente. Vivía con ellos además una sobrina a la que acogían como una hija más, Carmen.
Valeriano Moreno Torres, fallecido hace pocos años, publicó en 2005 su libro de memorias "La guerra civil de un niño de 80 años". Uno de los numerosos bisnietos del mártir es es el escritor Javier Padilla Moreno Torres, que a los 17 años empezó a descubrir la historia de su familia y empezó a escribir sobre las generaciones pasadas dañadas por la guerra. Su trabajo le ha llevado a recibir el Premio Comillas 2019 de Historia, Biografía y Memorias. En su blog en 2016 hablaba de su encuentro con Valeriano y lo que aprendió sobre el martirio de Antonio Moreno.
"Mi bisabuelo, Antonio Moreno Sevilla, fue asesinado a hachazos por los anarquistas en Bujalance. Parece posible que estuviera implicado alguno de “Los Jubiles” en los asesinatos; en todo caso parecen más claros los anarquistas afiliados a la CNT", escribe Padilla.
Que la CNT era pro-violencia en el 36 y lo sigue siendo en nuestros días lo explica así el escritor: "el mismo año 2010, que empecé a investigar sobre mi familia, fui a Madrid a ver Colegios Mayores. Era primero de mayo, día internacional de los trabajadores, y en el Retiro había una caseta de conciertos con banderas de la CNT. Cuando me acerqué a ver el concierto, en un momento dado el cantante del grupo mejicano grito algo así como 'el fin justifica los medios, la violencia es necesaria para conseguir nuestros objetivos'".
Después, en 2015, supo de un homenaje de la CNT de nuestros días al grupo de terroristas "Los Jubiles, que para ellos fue un "grupo guerrillero anarquista" de "jornaleros de Bujalance y Montoro" que con "conciencia social" su único delito fue "perder el respeto al señorito luchando por la tierra y la libertad". Y matar gente, se entiende.
Padilla añade: "Valeriano pudo escribir su historia de la guerra civil gracias a su hija Chitina Moreno-Torres, una tía segunda mía relativamente famosa por su exitoso paso en el programa Saber y Ganar. Chitina es una mujer excepcional, y ha contribuido muchísimo a que Valeriano haya hecho su libro: le ha ayudado a redactar, ha corregido párrafos y ha hecho labor de editora y divulgadora".
Padilla pudo hablar con Valeriano en Granada ya pasados los 90 años. "Conserva un aspecto refinado, algo dandy", escribía en 2016. "En la Guerra Civil pudo ver cómo había comunistas buenos y malos y fascistas buenos y malos. Todo un señor de derechas andaluz abogando por la reconciliación y la democracia; con la mirada de un niño ante unos acontecimientos desastrosos que hemos superado más bien que mal".
En septiembre de 2012 en El Ideal de Granada, Andrés Cárdenas recogía más datos sobre el mártir no sólo del libro de su hijo Valeriano sino también con declaraciones de su hijo Vicente Moreno Torres, notario como su padre, ya jubilado.
La noche del asesinato, la esposa no podía dormir
Con todo, la historia la narra con detalle Valeriano. Cuenta que la noche del 23 de agosto de 1936 su madre, Rosario Torres, la esposa del mártir, tuvo pesadillas y un nudo tremendo en el estómago que le hacía vomitar. Su marido llevaba casi 20 días preso en la cárcel de Bujalance. Ella dormía con los 4 más pequeños de la casa, que estaba consumida en la tristeza. Decía a sus 7 hijos que al padre no le pasaría nada. Pero ella presentía lo peor.
A la mañana siguiente, el día 24, cuando Manolo, uno de los niños, fue a llevar la comida a su padre a la prisión, le dijeron que lo habían trasladado a Jaén.
«La cruda realidad era que mi padre había sido conducido la noche pasada al cementerio del cercano pueblo de Cañete de las Torres, donde lo mataron a hachazos. Allí mismo lo enterraron junto a dos jóvenes sacerdotes. Mi padre tenía 46 años», escribe Valeriano.
Los sacerdotes eran los mártires Bernardo Suárez Jurado, de 26 años, y Antonio Huertas Vargas, de 50 años, que eran sacerdotes en Cañete, incluidos en la lista para beatificar.
Una familia pobre: como herencia dejó sólo la fe
Antonio Moreno Torres nació en la localidad granadina de Chauchina el 30 de diciembre de 1889, fue notario primero en Híjar, luego en Alhama de Aragón, Padrón y Cuevas de Vera antes de llegar a Bujalance en 1931. En el pueblo pronto le conocieron como "el notario católico", la única razón por la que le mataron. «Fue un profesional honesto, competente y cumplidor, en una época y en unos pueblos modestos, en que no era fácil ni cómodo el trabajo notarial», explicaba Vicente Moreno Torres.
Los milicianos, según cuenta Valeriano, visitaron tres veces el domicilio familiar para llevarse a su padre. A la tercera fue la vencida. «En los primeros días de agosto se presentó en nuestra casa un grupo de milicianos armados. Uno de ellos mostró una nota a mi padre en la que se le ordenaba que, con todo respeto y consideración, lo ingresaran en la cárcel de la localidad. Esta vez no se pudo hacer nada».
Parece que los anarquistas decidieron matar a sus prisioneros (en agosto mataron a casi cien personas de Bujalance) en respuesta a unas matanzas que el general del bando nacional Queipo de Llano había realizado en Puente Genil y Baena.
«Pero mi padre no era rico, ni teníamos tierras ni posesiones. Lo único que nos dejó en herencia era una lista con la gente que nos debía dinero de la notaría. Lo mataron simplemente porque era muy católico», recordaba Vicente Moreno en 2012.
«Cuando murió mi padre no había disposición alguna sobre sus bienes, pues no tenía nada que dejarnos. Eso es lo que yo creía, pero no era así como comprobé en su esquela: 'dejando a sus hijos como herencia su digna y cristiana vida'», escribió Valeriano.