Durante los últimos años de su vida, John Bradburne se paseaba con su melena y sus largas barbas por las cabañas de la leprosería de Mutemwa, en Zimbabue, ayudando a los leprosos, orando y escribiendo poemas.
Fue un largo periplo el que le llevó hasta allí. En una ocasión, le confesó a un padre franciscano que tenía tres deseos: ayudar a los leprosos, morir mártir y ser enterrado con un hábito franciscano. Consiguió las tres cosas.
Veterano de guerra
John nació en Cumbria, Inglaterra, en 1921. Su padre era un sacerdote anglicano. Durante la II Guerra Mundial, fue reclutado y enviado con el Ejército Colonial Indio (la India en aquel momento pertenecía a los ingleses), a Malasia para luchar contra los japoneses que habían invadido la península del sudeste asiático.
Un joven Bradburne en su época de soldado
Allí, en 1942, los ingleses sufrieron una sonada derrota contra Japón en Singapur. Bradburne logró sobrevivir a la batalla, y huyó a la selva, donde pasó un mes con un oficial que escapó con él.
Desde allí, intentaron navegar en un “sampan” (una pequeña embarcación china) hasta Sumatra, en aquel momento territorio inglés, pero naufragaron. Tras intentarlo de nuevo, un barco de la Marina Real británica los rescató. Más tarde, en una división especial del ejército inglés en la india llamada “los Chindits”, combatió en Birmania a las órdenes del general Wingate.
Peregrino por Europa y Oriente
Bradburne finalizó el servicio y fue enviado a casa. En Malasia vivió una experiencia mística, y al regresar a Inglaterra, se quedó en un monasterio benedictino durante algunos años, hasta que se convirtió al catolicismo en 1947. Quería ser monje benedictino, pero sintió una gran necesidad por viajar.
Pasó varios años vagando por Inglaterra, Italia y Oriente Medio. Durante su periplo, realizó varias actividades sorprendentes. Caminó desde Jerusalén hasta Roma, vivió en varias comunidades religiosas y llegó a vivir un año en una habitación de órgano de una pequeña iglesia.
"¿Hay alguna cueva en África donde pueda rezar?"
En 1962 Bradburne escribió al padre John Dove, un amigo ex-militar, que vivía en Zimbabue. “¿Hay alguna cueva en África donde pueda rezar?”, le preguntaba en su carta. El padre Dove le propuso ser misionero con él allí, en la leprosería de Mutemwa, a 143 kilómetros de Harare, la capital del país africano.
Al llegar allí, ese mismo año, Bradburne le confesó a un sacerdote franciscano sus tres deseos: ayudar a los leprosos, morir mártir y ser enterrado con un hábito franciscano. En 1969 se convirtió en el guarda de la leprosería de Mutemwa, y entró en la Tercera Orden Franciscana como laico.
Lavar a los leprosos y espantar a los animales
Allí Bradburne hacía todo tipo de actividades, según cuenta John Moore en The Telegraph. Lavaba a los leprosos, les cortaba las uñas a aquellos que aún tuvieran dedos, espantaba a las ratas y otros animales… También construyó una pequeña iglesia y enseñó latín a los habitantes de Mutemwa para que pudieran seguir los cantos y la misa. Todo ello viviendo en una cabaña metálica prefabricada en la que hacía mucho calor en verano y mucho frío en invierno.
El corazón de Bradburne estaba totalmente centrado en Dios y la gente de Mutemwa. Recogió sus sentimientos y pensamientos en miles de poemas, en los que refleja el amor de Dios y sus experiencias. Según explica Moore, llevaba una vida de ermitaño, comiendo muy poco y en constante oración.
Abandonado en una carretera
Al final de la Guerra Civil que asoló a Zimbabue, en 1979, una guerrilla rebelde pasó por Mutemwa y acusó a Bradburne de ser un informador para la minoría blanca que gobernaba el país. Aunque sus amigos le rogaron que se fuera de Zimbabue, Bradburne quiso quedarse allí hasta el final. No consiguieron probar nada.
Aun así, un jefe de la guerrilla de Mugabe le pegó un tiro, y dejaron su cadáver en la carretera de Nyamapand. Murió con 58 años.
Algunas fuentes apuntan que Bradburne fue enterrado ya vestido en un hábito franciscano muy cerca de Mutemwa, en el monte Chigona. Otras apuntan que le vistieron con el hábito tiempo después. El caso es que al final cumplió su deseo, pese a no ser un religioso.
Aún hoy aquí acuden cientos de peregrinos cada año, y en la iglesia de Muntewa, se celebra una misa anual en su honor.
La John Bradburne Memorial Society (www.johnbradburne.com)es una asociación dedicada a la memoria de este ermitaño y a su beatificación. Según cuentan en su página web, durante el funeral algunos testigos vieron sangre goteando del ataúd, pero al abrirlo, el cuerpo no sangraba. La asociación afirma que ha habido también curaciones milagrosas por intercesión de Bradburne, pero la causa aún no está abierta.