¿Puede la Jornada Mundial de la Juventud cambiar la vida de los jóvenes? San Juan Pablo II impulsó estas celebraciones que tienen ya más de tres décadas a sus espaldas y numerosos países recorridos. Muchos de los que participaron en las primeras ediciones como la de Santiago de Compostela en 1989 o Czestochowa en 1991 ya ven como son sus propios hijos los que experimentan un fuerte encuentro con Dios y con la Iglesia durante estos días.
Precisamente en pocas semanas se celebrará en Panamá la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, país al que llegarán decenas de miles de jóvenes de los cinco continentes acompañados por sus obispos y que contará con la presencia del Papa Francisco.
Las vocaciones surgidas en las JMJ
Miles de jóvenes han discernido durante estas jornadas mundiales su vocación. Numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa han surgido de estas JMJ, y también otros muchos matrimonios.
Una de estas vocaciones a la vida religiosa forjada en una Jornada Mundial de la Juventud es la del fraile Francesco Mary Gavazzi, un australiano que en 2005 acompañó en estas jornadas a Benedicto XVI en Colonia (Alemania), donde conoció a un grupo peregrino de los frailes Franciscanos de la Renovación provenientes de Estados Unidos. Quedó prendado por su carisma, y acabó dejando su país para recorrer medio mundo e ingresar en esta nueva orden cuyo epicentro esta en el neoyorquino barrio del Bronx. En mayo de este año fue ordenado sacerdote y en estos momentos está destinado en Londres.
En una entrevista en Catholic Leader, este joven explica el proceso de vocación que le ha acabado llevando a la vida religiosa y por qué eligió concretamente ser fraile de los Franciscanos de la Renovación.
La enfermedad que llevó a la familia a rezar
Recuerda que durante su infancia en Sidney tanto él como sus cinco hermanos fueron criados como católicos, y aunque iba a misa los domingos no tenía otra implicación o participación en la iglesia. Pero todo cambió cuando tenía 17 años. “A mi madre le diagnosticaron cáncer después de que naciera mi hermana Emma, que tiene síndrome de Down. Con la enfermedad de mamá comenzamos a rezar juntos como familia. Fue entonces cuando me involucré más en la iglesia”, recuerda este nuevo sacerdote.
Tanto él como su hermano gemelo empezaron a ayudar en misa. En el altar tuvo por primera vez conciencia de que Dios estaba cerca y de que le estaba guiando hacia alguna parte. Sin embargo, no le atraía nada más en el seno de la Iglesia por lo que era ajeno a toda vida parroquial.
Aprender el compromiso
Pero entonces se produjo otro punto importante en su vida de fe. Su padre, su hermano gemelo y él comenzaron a visitar un albergue para personas sin hogar en el centro de Sidney. “Bajábamos cada lunes por la noche y, a veces, nos quedábamos allí una noche”, recuerda.
Ese testimonio de su padre le ayudó en la perseverancia. Fue una inspiración porque “se quedaba a pasar la noche con nosotros y los otros en el refugio, a pesar de que tenía una jornada completa de trabajo al día siguiente. Y esto era algo problemático porque todos dormían en el mismo salón y muchos de los presentes luchaban contra la adicción o tenían enfermedades mentales, por lo que conciliar el sueño no siempre era fácil.
La JMJ de Colonia, un punto de inflexión
Entonces llegó aquella Jornada Mundial de la Juventud de Colonia de 2005 a la que acudió desde Australia. “Estando en Alemania me encontré con este grupo de frailes fuera de una iglesia. Estaban de pie frente a una furgoneta negra con ventanas tintadas y que llevaba pintado “Bronx Brothers” (Hermanos del Bronx) a un lado, con guitarras y equipos de música alrededor. Nunca olvidaré la forma en que uno de ellos entró a la iglesia con una guitarra en ambas manos y se arrodilló ante el tabernáculo. Para mí, esa imagen fue lo que me atrajo de esta comunidad”, cuenta Francesco.
De aquel encuentro también recuerda a uno de estos frailes que compartió su testimonio a los presentes y que dijo que cuando era más joven había estado bloqueando la voz de Dios como si se hubiera puesto unas orejeras.
De esta JMJ de Colonia y del encuentro que allí tuvo con los frailes, Francesco “estaba bastante seguro de que si alguna vez respondía ‘sí’ a esta vocación sería con los frailes franciscanos de la Renovación".
"Se hizo real para mí"
“Conocía un par de comunidades religiosas en Sidney y estaba familiarizado con el sacerdocio diocesano debido a mi parroquia. Sin embargo, nunca me sentí atraído por esas comunidades o el sacerdocio diocesano. Por eso el encuentro con los frailes en Alemania fue muy significativo. Por primera vez vi la posibilidad de responder al llamado de Dios. Se hizo real para mí. Incluso atractivo”, explica.
Para explicarlo mejor utiliza el argumento que un sacerdote le dijo una vez: “Dios llama a una persona no tanto al matrimonio en general, sino a casarse con esta o aquella persona específica. Creo que lo mismo ocurre con la vida religiosa. Cuando Dios llama a una persona a la vida consagrada, Él generalmente también tiene una comunidad específica en mente donde una persona puede vivir concretamente su vocación. Es la idea de que cada vocación tiene que ‘encarnarse’ en un contexto específico”.
Así fue como en 2006 Francesco acabó dejando Australia para ir a Estados Unidos, donde tras un paso por la Universidad católica de Steubenville acabó ingresando en esta orden religiosa.
Una vida apostólica alimentada de la Adoración
Francesco ejerce ya en Londres en el monasterio de San Fidelis. Allí su actividad apostólica es frenética. Gestionan un comedor social, buscan alimento y ropa para los pobres. Además, reciben numerosas solicitudes de retiros, misiones parroquiales, charlas, misas y confesiones. Por ejemplo, junto a un hermano Francesco irá después de Navidad a un retiro a Polonia con 400 jóvenes. También hacen jornadas de discipulado y cada dos meses un enorme evento, Catholic Underground, una vigilia nocturna con adoración eucarística, música y acompañamiento que reúne a una enorme cantidad de jóvenes.
“Por supuesto, con toda esta actividad apostólica, lo que nos mantiene enraizados es nuestra vida de oración, especialmente la misa diaria y la Hora Santa. En realidad, la Hora Santa diaria es algo que la Madre Teresa personalmente alentó a nuestros fundadores a hacer cuando nació la comunidad en 1987. Como sacerdote, poner la Eucaristía y el Evangelio en el corazón de mi vida sigue siendo lo más importante porque esta es la fuente de nuestra vida como cristianos y el corazón de toda misión. Cualquier renovación que esperemos ver en Londres, Nueva York o Sidney derivará de esto”.