En la tarde de este 19 de octubre tuvo lugar el tradicional pregón del Domund y la elegida para pronunciarlo fue la popular conversa Tamara Falcó, marquesa de Griñón.
Comenzó su intervención agradeciendo el encargo y la labor de Obras Misionales Pontificias y a su director, José María Calderón. Pero su agradecimiento "más importante" estuvo dedicado a "tantos y tantos misioneros que han gastado su vida por ir más allá", dijo citando al Papa Francisco.
Se refirió a los misioneros de la Iglesia como los "diplomáticos" de Jesús, encargados de ir "a sitios recónditos" y "hasta los confines de la tierra a extender su Palabra", algo que les diferencia por completo de otras iniciativas caritativas.
Acto seguido hizo referencia a la patrona de los misioneros, Santa Teresita de Lisieux, reconociendo su labor en las palabras que dejó escritas en Historia de un Alma: "Quisiera ser misionera, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo; y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos. Pero desearía sobre todo, oh amadísimo Salvador mío, derramar por ti hasta la última gota de mi sangre".
Unas palabras que "inspiran muchísimo" a Falcó y que dieron paso a un breve testimonio de su conversión que, como en los misioneros, "se realiza con obras y palabras".
En su caso, tuvo lugar hace trece años. Un periodo en el que afirma haber vivido "muchas cosas preciosas al lado de Jesús `ese amigo que nunc te falla, que te quiere, que lo sabe todo sobre ti´" y a través de la Virgen María.
Falcó, que fue bautizada e hizo la primera comunión en su infancia, recuerda que en su casa "no se seguían [todas] las reglas del cristianismo", considerándose "una cristiana no practicante".
"Eso es como ser vegetariana y comer carne", le dijo una amiga al respecto.
Unas palabras que, tras reflexionarlas, le hicieron descubrir que "a través de ese amor de Jesús que me había faltado toda la vida podía ser feliz. Y de repente ese algo estaba llenado por Jesús".
Fue entonces cuando recibió el sacramento de la Confirmación en la Catedral de la Almudena a los 27 años.
Lo recuerda como "algo maravilloso": "A partir de entonces empecé a dar testimonio. Jesús era mi amigo, y como buen amigo que había sido y que había luchado por mí durante todo ese tiempo, pensé: `Yo puedo hacer una pequeña cosa por Él, que es contar la verdad; contar la verdad de cómo me ha cambiado la vida´".
Su misión, "llevar a Cristo a todos los lugares"
A raíz de aquel regreso a la fe, Falcó comenzó a "dar testimonio" ante lo que recibió multitud de críticas. Especialmente al vivir en un entorno en el que "no entendía absolutamente nada".
"Qué hacía yo siendo hija del marqués de Griñón, hija de Isabel Presley, con mis padres separados y casados muchísimas veces… Y pensé: ‘pero Señor, de verdad, de verdad… ¿qué hago aquí? Me tendrías que haber puesto en una familia cristiana normal, y yo te serviría fenomenal ahí. ¿Pero aquí qué hago?", rezaba.
Fue en ese momento cuando las palabras de la Madre Teresa de Calcuta le dieron la respuesta: "Se puede encontrar Calcuta en todas partes si tienes ojos para ver, y no solo para ver, sino para mirar. En todos los lugares del mundo hay personas no amadas, no deseadas, rechazadas; personas a las que nadie ayuda, personas marginadas y olvidadas, y esta es la mayor de las pobrezas".
Aquellas frases le impulsaron a realizar una breve estancia misionera en Mozambique, donde quedó impactada por la alegría de multitud de niños que vivían rodeados de dolor, hambre y pobreza.
"¿Cuál es la diferencia? ¿cómo puede ser que frente a todo esto estos niños estén bien; y yo vaya de repente a los sitios donde la gente se supone que tiene más -guapos, ricos, todo famosos…- y la gente se suicida?", se planteó entonces.
Desde aquel momento supo que "Dios está con los que sufren" y comprendió su misión, "llevar a Cristo a todos los lugares, incluidos esos sitios que parecían más frívolos. Porque la gente tiene alma, también son hijos de Dios".
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