“Cuida a las ancianas”: ésta fue la petición que Jesús Nazareno le hizo en 1950 a Luisa Sosa, y ella acogió ese deseo fundando una institución para cuidar a las ancianas abandonadas: la Obra de Jesús Nazareno de Nerva (Huelva). Esta institución ha atendido desde entonces a cientos de mujeres mayores desvalidas o desamparadas ofreciéndoles cuidados espirituales y materiales en el espíritu que quería su fundadora: que encontrasen en la casa "sabor de hogar".
Luisa Sosa Fontenla nació en la localidad minera de Nerva en 1918 como la menor de una familia de seis hijos, de los cuales sobrevivieron cuatro. Cursó el bachillerato en Nerva, donde solía ir a la misa del alba en la parroquia de San Pedro. Allí mantenía ratos de diálogo íntimo frente a la imagen de Jesús de la Pasión, a quien llamaba Nazareno. Frente a Él sintió la llamada a fundar algo, sin saber aún muy definidamente en qué consistiría su obra.
Luisa Sosa Fontenla (1918-2017), fundadora de la Obra de Jesús Nazareno, que tiene por el momento una única casa en Nerva (Huelva).
La situación de penuria que percibió en su localidad natal al finalizar la guerra civil en 1939 la impulsó a atender quienes padecían miseria o enfermedad, pero cuando la situación general mejoró, su decisión de fundar se orientó hacia las personas más desfavorecidas y vulnerables en aquel momento: las ancianas. Quería, según ella misma confesó, llevar "un poco de consuelo a las almas atribuladas, para que éstas, agradecidas, vuelvan sus ojos a Dios, lo amen y se conviertan”. Es insistía en una idea: "Las ancianas son nuestras señoras, y nosotras, sus siervas”, para imbuir a las mujeres que se unieron a ella de caridad y "dulzura inalterable".
Inauguración del primer asilo en Nerva, en 1962.
En efecto, tras años de consultar con diversos miembros de la Iglesia, entre ellos el cardenal Pedro Segura, arzobispo de Sevilla, había decidido crear una residencia de ancianas, que recibió a su primera señora el 26 de noviembre de 1950. La comunidad como tal nació en 1955, año en que falleció su director espiritual, el padre Francisco Carrión. En 1958 fueron reconocidas como Pía Unión Diocesana, siendo obispo de Huelva, diócesis creada pocos años antes, Pedro Cantero Cuadrado, futuro arzobispo de Zaragoza.
En 1967 inauguraron una nueva casa, adonde se trasladaron las 9 hermanas que formaban la comunidad junto con las ancianas, que llegaron a ser 45, junto con 22 niñas que ingresaron por problemas familiares.
Luisa Sosa vivió totalmente entregada a esa labor. Tras sufrir dos infartos y quedarse completamente ciega, falleció el 25 de noviembre de 2017, casi centenaria.
“Me daban mucha pena los cuerpos doloridos por la enfermedad y el hambre, y veía en todos ellos la imagen bendita de mi Jesús Nazareno con el peso de la Cruz”: así expresaba ella, en Escritos del Origen de la Obra que le ordenó escribir monseñor Cantero, el carisma de su fundación, basada en la identificación con las personas sufrientes.
La actual comunidad de la Obra de Jesús Nazareno evoca a su fundadora tras su reciente fallecimiento.
Según recuerdan ahora las religiosas de la casa, para Luisa Sosa "llegar a comprender el valor redentor del sufrimiento, vivido al lado de Jesús Nazareno, le hizo incluso envidiar el sufrimiento ajeno": "Esta aceptación producía una paz en su alma que se derramaba sobre los demás, e hizo que las ancianas que han vivido en esta Casa murieran en paz. Siempre estuvo en el corazón de la Madre el prepararlas para el momento de la muerte", añaden.
Y destacan que un elemento esencial de su espiritualidad es su íntima relación con la Santísima Trinidad: "Nos decía muchas veces que ella amaba con locura al Padre. Esta relación con el Padre le hizo llegar a ser toda ella un reflejo de la Bondad Divina, que se manifestaba en su mirada, su voz, sus palabras. 'Hija de mi alma' era una expresión en la que ella ponía toda su alma y corazón, de forma que cada persona se sentía amada por ella con la sensación de sentirse amada directamente por Dios. El Hijo fue la guía de su vida, su luz, su fortaleza, su única imagen a seguir; por Él lo superó todo, llevó una vida llena de sacrificios y privaciones, dedicando todos sus esfuerzos a los más débiles. Y siempre estuvo unida al Espíritu Santo. Lo invocaba en todas las acciones que emprendía, se lamentaba y dolía de la indiferencia general del mundo hacia la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y trataba de reparar esta situación con fervientes oraciones diarias. Durante toda su vida preparó con mucho fervor la novena de Pentecostés".
Lo mismo vale decir de su devoción al Santísimo: "Hemos sido testigos, durante tantos años, de la actitud de adoración reverente que mantenía la Madre Luisa ante el Santísimo. Para ella no había nada de más valor en el mundo, por esto, toda su vida giraba alrededor de la Eucaristía. Pasaba horas delante del Santísimo Sacramentado, mantenía un diálogo amoroso ante Él constante, y era hermoso contemplarla en sus dulces coloquios con el Señor".
Por último, la animó siempre una profunda devoción a María: "¡Cuánto amor sintió la Madre Luisa por su Madre del Cielo, llegando a ser un reflejo de Ella! Compartía sus gustos, sus sufrimientos, sus desvelos, la tenía presente siempre invocándola constantemente. Qué legado tan bueno nos dejó con el rezo diario de las tres partes del Rosario, cómo fue fiel a esta práctica hasta el final de sus días, cuando rezaba las cuatro partes del Rosario. Y si por motivos de enfermedad no podía ni rezar, nos decía que se lo grabáramos para rezarlo. Escribió poesías muy bellas a su querida Madre del Cielo, ella se sentía realmente como una niñita en brazos de su madre, y en esta confianza vivía y lo transmitía".
El resumen de su mensaje al mundo lo expresó la Madre Luisa Sosa poniendo como modelo al Jesús Nazareno sufriente, que cae y se levanta camino del Calvario, olvidado y despreciado por todos. Por eso pedía “vivir unidos a Jesús Nazareno, amándole con todas nuestras fuerzas, acompañándole de forma especial. Él se conforma con poco..."
Pincha aquí para conocer más sobre la Obra de Jesús Nazareno de Nerva.