La localidad de Igualada fue una de las más afectadas por el coronavirus en toda España y fue de las primeras ciudades en ser confinada. Además el virus se cebó especialmente entre el personal sanitario del hospital. Entre ellas se encontraba la enfermera Sara Palmés, y que durante las últimas semanas ha estado destinada en la UCI de este hospital catalán.
Esta joven de 26 años, casada, y de arraigadas creencias católicas forma parte también de los Scouts de Europa y durante todo este tiempo de lucha contra el coronavirus ha visto su trabajo como una doble vocación, la suya como enfermera y también la de cristiana viendo a todo enfermo como al mismo Cristo. Y al igual que tantos compañeros suyos acabó contagiada, al igual que su marido, por lo que tuvo que recuperarse y pasar la cuarentena antes de volver a su trabajo el pasado 1 de abril.
"Imagino que todos son Jesús"
Sara cuenta que en su día a día como enfermera siempre ha podido tratar con muchas personas y sus familias. “En la UCI, unos se recuperan pero otros no. Me gusta acompañarlos en estos momentos tan duros que viven. Con unos celebro la vida y doy gracias a Dios. Con otros acompaño en el sentimiento y rezo a Dios por las almas de los que nos dejan”, explica esta joven enfermera.
Sara, con las marcas en la cara tras muchas horas con los equipos de protección individual que deben utilizar en el hospital durante la pandemia
Sin embargo, la diferencia que se ha producido en este tiempo debido al coronavirus es que no ha podido hacer este seguimiento con las familias. Esta sanitaria afirma que “ahora cuido pacientes de los que no conozco su historia. No sé de dónde vienen, ni quiénes son. Pero entonces imagino que todos son Jesús, y los cuido como si el mismo Jesús estuviera conectado a un respirador”.
“Ya intentaba hacerlo antes de la Covid, pero ahora, estos días, lo vivo con más intensidad. No soy perfecta, intento ser mejor cada día, pero por Jesús lo daría todo, y eso es lo que intento hacer cada día en el trabajo”, señala convencida Sara Palmés.
Profundizar en la fe en este tiempo de pandemia
Un aspecto que asegura que le ha ayudado mucho en este tiempo es haber podido profundizar en la fe a través de la comunidad parroquial que se ha creado en la distancia.
Otra cosa que me ha ayudado mucho a profundizar en la fe estos días es la comunidad parroquial que hemos creado en la distancia. “Mosen Xavier Bisbat hizo una lista de difusión por Whatsapp de la parroquia de la Sagrada Familia de Igualada. Cada mañana nos envía noticias de otros feligreses, información de distinto tipo, las intenciones por las que ofrece la misa y links por los que hemos podido seguir los oficios y celebraciones todos estos días”, comenta.
Sara recuerda que antes de esta pandemia muchos católicos como ella iban a misa los domingos y ni siquiera saludaban a los feligreses que tenían cerca. “No sabíamos quiénes eran, en qué trabajaban, si son felices, que les angustia… Ahora rezamos los unos por los otros y estamos haciendo una comunidad cristiana en la distancia. Estamos construyendo la Iglesia en cada hogar y creo que esto es precioso”.
“Rezo para que cuando acabe la pandemia esta comunidad siga en nuestra parroquia y que cuando nos veamos cara a cara podamos conocernos, hablar y rezar entre hermanos. El buen Jesús está con nosotros, ¡no nos abandona! Sepamos recibirlo en nuestro corazón sin miedo, ofrecerle el sufrimiento ¡y celebrar con fe y esperanza su resurrección! ¡Él está vivo, Aleluya!”, concluye.
El valor de la Eucaristía
A través de su perfil en Instagram, Sara Palmés va haciendo reflexiones sobre su fe y su trabajo en el hospital. Y en una de las más recientes hacia esta reflexión sobre la Eucaristía:
“Antes de la pandemia, cuando trabajaba sábados por la tarde y doblaba los domingos no había manera de ir a una sola misa del domingo. Tenía la dispensa y el cura venía a darme la comunión a la capilla del hospital. Leía las lecturas, el Evangelio, comulgaba y volvía a tope al trabajo. Estaba acostumbrada a ir a misa entre semana.
»Con el Covid19 se me está haciendo una montaña vivir la fe. La última vez que comulgué fue el 8 de marzo. Trabajé el Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo… Me perdí el Domingo de la Divina Misericordia. Sigo las misas dominicales en diferido por Youtube en lunes… Creo que nos estamos dando cuenta del verdadero sentido y poder de la Eucaristía a base de no poder recibirla. ¡Con qué reverencia y devoción comulgaremos cuando termine esta pandemia! Creo que ahora el ‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme’ lo decimos ahora con más sentido que nunca.
»Sé que Dios está conmigo, aunque a veces no me lo parezca. A veces en el trabajo pasa todo muy rápido, llego a casa y me duermo enseguida porque estoy muy cansada… Me parece que me he olvidado de Él y Él de mí. Pero después veo que la llama de la fe prende dentro de mí con mucha intensidad. ¡Él está aquí, está vivo! ¡Aleluya!”.