Juanjo proviene de una familia comunista auténtica, anticlerical. Fue educado de tal manera que cuando sus compeñeros acudían a misa los domingos, desde niño él les escupía. Hasta que un día un amigo le invitó a la iglesia, acudió por curiosidad y para reirse de él. Pero vio algo.
Aquí comenzó un proceso que acabó siendo una llamada al sacerdocio. Pero antes pasó por un auténtico calvario. Ahora es párroco en Almeria y feliz por la historia vivida. Arguments cuenta su testimonio:
Juanjo Martínez Tur nació en un pueblecito de Alicante llamado Calpe, aunque se crió en Carboneras (Almería). Su madre era valenciana y su padre de origen andaluz. Juanjo se educó en un ideal izquierdista radical y anticlerical; no obstante, gracias a la insistencia de sus abuelos y para no quedar mal con el pueblo, Juanjo fue bautizado. También recibió la comunión en contra de su voluntad; la hizo también por la presión que ejercieron sus abuelos, el único vínculo con la religión que les quedaba en la familia.
De las tres escuelas que había en el pueblo, Juanjo estudió en la única que no daba religión. Sus padres le explicaban que la Iglesia era una secta y que solo le importaba el dinero, le contaban que los sacerdotes eran homosexuales y las monjas, lesbianas. Tanto era su odio a la Iglesia que los domingos por la mañana se asomaba al balcón y cuando veía que sus compañeros iban a la iglesia los escupía e insultaba.
Sin embargo, fueron sus mismos amigos quienes acercaron a Juanjo a Dios. Una vez, un amigo suyo lo invitó a la iglesia a cantar. Él se negó con rotundidad; decía que les habían lavado el cerebro y que a él lo dejaran en paz. Pero sus amigos lo invitaban constantemente a cantar en la iglesia. Después de tanta insistencia, Juanjo accedió con la condición de que solo iba a ir una vez, para que dejaran de invitarle.
Su amigo pertenecía a un grupo de oración del movimiento de la Renovación Carismática católica, que se reunían en la parroquia y se colocaban en forma de semicírculo a cantar alrededor de “una caja dorada” (el Sagrario). Juanjo pensó que todos cantaban en dirección a la caja dorada porque el cura de la parroquia debía guardar allí el dinero. Su padre tenía razón, la Iglesia era una secta que adoraba el dinero, eso era lo único que le importaba y a todos los que estaban allí les habían comido el coco.
Juanjo volvió al grupo de oración, pero no por atracción o por curiosidad. Él iba a reírse de todos los que estaban allí, se sentía potente, él tenía la verdad y esos eran unos bobos a los que les habían comido el tarro.
Pero poco a poco Juanjo se fue dando cuenta de que allí había algo que se le escapaba. Percibió cómo le trataban los compañeros del grupo de oración, el cariño que le tenían… También descubrió que el cura no era tan malo, advirtió todo lo que hacía por la parroquia y por la gente. Lentamente empezó en él un proceso de conversión primero intelectual y luego del corazón.
Con 17 años Juanjo llegó un día a casa y le dijo a su padre que quería hacerse sacerdote e ir a estudiar al seminario de Almería. Esa noche Juanjo fue humillado e insultado por su padre, le prohibió salir de casa y hablar con sus amigos, le pegó una paliza de tal manera que a día de hoy no puede olvidar la brutalidad con que le reprendió, pero él siguió adelante. A la mañana siguiente se levantó y, creyendo que su padre aún dormía, se escapó de casa para asistir a la Santa Misa.
Cuando llegó a la iglesia se encontró con el párroco que le esperaba pálido a la entrada de la Iglesia. Preocupado, Juanjo le preguntó qué le pasaba y el sacerdote le respondió que su padre había venido para denunciarlo, por manipularlo psicológicamente y abusar de él.
Después de ese día, se vivió una gran tensión en casa. El padre le advirtió que si quería entrar en el seminario tendría que ser por encima de su cadáver. Por eso, Juanjo empezó a estudiar informática (como su padre), pero no le iba muy bien
Él rezaba para que Dios solucionara el problema que tenía con sus progenitores. Como la informática no era lo suyo, se puso a estudiar Magisterio hasta que el último año, el 2000, después de bajar de Almería con el bus a su pueblo, su madre le recogió y le dijo que su padre le dejaba libertad para que entrara en el seminario.
Al año siguiente, Juanjo entró en el seminario de Almería. Tiempo después se ordenó sacerdote con la presencia de sus padres. Ahora mismo vive en un pueblecito cerca de Almería con su madre y es el párroco. Su padre falleció hace dos años habiendo recibido la unción de enfermos.