Eduardo y Merinda, una joven pareja de la ciudad australiana de Brisbane, han encontrado muchas respuestas precisamente en el Camino de Santiago, que ya han realizado en varias ocasiones. Tanto les ha marcado en su vida que incluso decidieron viajar desde Australia y casarse en Roncesvalles para al día siguiente seguir su camino celebrando de este modo su luna de miel. Y como no hay bodas sin invitados, también ellos realizaron la peregrinación.
Ambos ya habían peregrinado en dos ocasiones. La primera vez llegaron en pleno invierno con la intención de comenzar en Francia, concretamente en San Juan Pie de Puerto, pero había mucha nieve y hasta el sacerdote les advirtió de la locura que harían. Por ello, tuvieron que empezar en Roncesvalles, un lugar que les marcó para siempre.
Allí, mientras seguían impresionados por el templo del siglo XIII un sacerdote salió y les dio la bendición. Durante varias semanas tuvieron, según cuentan ellos mismos, una fuerte experiencia de Dios y emocional que cambió completamente sus vidas.
“Tras regresar del Camino a Australia nos dijimos, vamos a casarnos. Y vamos casarnos allí (en la iglesia de Roncesvalles)", cuenta Eduardo a Catholic Leader.
Y pasaron del dicho al hecho, organizaron la boda y además invitaron a su familia a acompañarles en lo que sería una boda poco común. Los novios y otros doce invitados, sus padres, hermanos y cuñados llegaron a San Juan Pie de Puerto, donde no pudieron comenzar la vez anterior. Durante dos días todos juntos peregrinaron hasta llegar a Roncesvalles un tres de octubre.
Al día siguiente, festividad de San Francisco de Asís, en su querida iglesia se casaban. Sin tiempo que perder, toda la familia celebró la luna de miel peregrinando a Santiago. No hubo un gran banquete, pero no les hizo falta. “Íbamos caminando todos juntos, bebiendo todos juntos, haciendo tonterías todos juntos y la relación entre las dos familias es ahora increíble”, recuerda Eduardo.
Semanas después, al vislumbrar la catedral de Santiago un mes después, “todos en la familia estaban llorando” y en la misa del peregrino recibieron una mención especial como la pareja que se había casado en pleno camino. Además, presumen de que el cura de Roncesvalles les decía contento que eran la primera pareja australiana que se casaba en aquel centenario templo.
Pero para Eduardo el Camino de Santiago es el lugar en el que ha encontrado respuestas ante el sufrimiento y a su enfado con Dios por su historia personal.
Este joven abogado de éxito no nació en Australia sino que llegó como refugiado junto a su familia a los 9 años proveniente de El Salvador huyendo de la guerra civil y de la violencia.
Esta pareja australiana se casó en la bella colegiata de Roncesvalles
“La mayoría de nosotros en El Salvador somos católicos. Cuando llegamos a Australia no se produjo sólo un choque cultural sino también religioso porque la forma en que practicábamos nuestra fe era muy diferente a la forma en que se practica aquí”, afirma Eduardo.
En Australia su familia era inmigrante y extrañaba mucho El Salvador, que pese al final de la guerra sigue sufriendo en el presente los efectos de la violencia. Este hecho cuestionaba a Eduardo, que luchaba con Dios porque no entendía el mal que ocurría en su país natal ni que tantos salvadoreños como él se vieran obligados a dejar sus hogares.
“A día de hoy, tenemos 20 asesinatos al día”, afirma este joven, que recuerda otro episodio que marcó a toda su familia y que resquebrajó su fe como fue el asesinato de un miembro de su familia en El Salvador en 2011.
Y con esta lucha interior inició su primer Camino de Santiago. “Mientras iba caminando , dije: “De verdad si estás ahí realmente, revélate ahora. Tienes que decirme algo, porque esto se me escapa, no puedo con todo esto”.
El camino le fue ayudando. Empezó a llorar pero también a percibir a Dios en las cosas más pequeñas, en los pequeños detalles. De repente, el Dios oculto e inaccesible que no respondía a sus súplicas se le hacía presente en todas las cosas.
La gente que le ayudaba, los vecinos que le ofrecían agua, el resto de peregrinos, los monjes que le hospedaban. Ahí veía ahora a Dios. “Él se manifiesta a través de otras personas, y en las personas que te encuentras en la peregrinación, ya sean peregrinos o personas que sirven a otros peregrinos”.
“Esa fue la manifestación, para mí, de Dios, esas pequeñas cosas simples”, afirma este abogado. “Sí, hay mal en el mundo pero hay un montón de cosas buenas. Y muchas de esas cosas son impulsadas por la fe”, agrega Eduardo, que ya no sólo veía todo el sufrimiento que él y su pueblo habían pasado.
Por ello, confiesa que fue “así como empecé a ver a Dios que se manifestaba en mi propia vida, en esas pequeñas cosas”, y también en la belleza del mundo que le rodeaba y que el odio y la rutina del día a día le impedía ver.
“Esa fue la razón que nos llevó a hacer el camino por segunda vez”, afirma. Y ya son cuatro las veces que ha peregrinado a Santiago. Ahora quiere que su hijo de tres años “experimente ese amor, esa alegría de estar vivo y así creer en la presencia de Dios”.