“Es un gran misterio para mi vida, y lo será para siempre hasta la eternidad, entender por qué recibí esta gracia especial de convertirme, de encontrar a Jesús, de encontrar a Nuestro Señor, y por qué tantas personas mucho mejores que yo no la han recibido”. Es la pregunta que se hace Henrique, un joven portugués que militó en el comunismo desde su adolescencia y fue bautizado en 2016 tras un descubrimiento fulgurante de la verdad del cristianismo.
Nació, explica él mismo, en un “hogar socialista” centrado en la cultura y el deporte. Su padre es profesor de música y su madre psicóloga, y desde pequeño le enseñaron a él y a sus hermanos “una idea del bien justa e igualitaria”.
Militante comunista
Cuando tenía 15 años siguió los pasos de su hermana mayor y se afilió a la Juventud Comunista Portuguesa (JCP): “Mi actividad política se intensificó brutalmente, me convertí en una figura destacada en la escuela (incluida la presidencia de la asociación de estudiantes) y empecé a amargarle la vida a los profesores y directores ‘reaccionarios’ y ‘fascistas’”. Además de jugar al hockey y estudiar música, el tiempo le daba para estudiar y aprobar sus asignaturas con brillantez. Posteriormente, en la universidad mantuvo su activismo estudiantil y llegó a formar parte de la dirección nacional de la JCP.
“Mi conocimiento del cristianismo se basaba en numerosos prejuicios”, confiesa. Al principio solo conocía a una chica católica, que hoy es religiosa, pero un cambio circunstancial en su formación musical le llevó del Conservatorio Nacional al Instituto Gregoriano: “Pasé a convivir con muchos católicos de familias católicas practicantes y apostólicas”.
Se enamoró de una joven católica y aunque seguía considerando la religión “un fetichismo y una superstición anticuada”, se lo pasaba bien con su nuevo grupo y la alegría “auténtica y contagiosa” que vivían: “Yo vivía angustiado queriendo cambiar el mundo, sin darme cuenta de que quien tenía que cambiar era yo…” Iba cambiando poco a poco, a lo que ayudó el estilo “cautivador” del Papa Francisco, recién elegido.
El encuentro con Dios
Un revés en sus aspiraciones de estudiar para ser actor –no le admitieron en la facultad– le llevó a cuestionar su “creencia materialista en la autosuficiencia del ser humano”, y por su fuera poco para aumentar sus frustraciones, su novia católica puso fin a la relación al cabo de seis meses: “¡Me invadió la desesperación!”
Al día siguiente, “en medio de una angustia inenarrable”, fue empujado por lo que luego consideró “una extraordinaria gracia de Dios” a entrar en la Iglesia del Campo Grande: “Allí, por primera vez, me encontré solo, cara a cara con Jesús. Toda la tristeza fue absorbida por Dios presente en el sagrario… ¡Me estaba convirtiendo y no sabía aún cómo explicar este misterioso fenómeno! Yo, que antes decía ‘¡Nunca creeré en Dios!’, me vi obligado a reconocer que nunca más podría afirmar que no creo en Dios…”
Tres sacramentos
Nueve meses después le invitaron a cantar en la boda de la hermana de una amiga. Conoció al novio, que era del Opus Dei. Durante las idas y venidas a los ensayos habló mucho con ellos y conoció y le atrajo la doctrina de San Josemaría sobre la santificación, y de esa forma decidió empezar a recibir una formación cristiana sistemática y prepararse para el bautismo.
En julio de 2016 llegó el gran día y recibió, el mismo día que las aguas bautismales, la confirmación y la primera comunión: “Fue un día impactante e inolvidable, probablemente el día más feliz de mi vida, y tuvo esa dimensión para mí también por la fidelidad de San Josemaría a la inspiración fundacional que recibió y transmitió. Espero un día, al llegar al cielo, agradecérselo todo”.
“Ahora todo sigue igual y, al mismo tiempo, es diferente”, concluye respecto a su vida: “Ser cantante lírico me hará caminar cerca de la Belleza, que es donde mejor se experimenta la Verdad”.