Con esa herida afectiva, buscó el amor en las mujeres, ansió la amistad de la gente... hasta que en cierto momento reconoció su propio pecado y el amor de Dios que le amaba tal como era. Es, en el fondo, un testimonio del poder liberador del amor que perdona. Esta es la historia que cuenta en primera persona.
***
Me llamo Jesús García Alaiz, nací en León un 30 de Marzo de 1988, perdí a mi padre cuando tenía dos años, del cual no tengo ningún recuerdo. Pasé una infancia muy feliz. Tengo un hermano mayor que yo, se llama Pablo, y mi madre, María Vitalina.
Desde pequeño estuve en la iglesia, en el Camino Neocatecumenal, pero para mí todo eran teorías. Me quedaban muy lejos las homilías de los curas, todo esto no iba conmigo. No entendía muchas cosas y me escandalizaba el sufrimiento de la gente que sufre sin merecerlo.
Fui creciendo y con catorce años o quince, me enteré de que mi padre se había suicidado.
Yo había vivido engañado. Siempre pensé que él había muerto de infarto. Mi madre me lo ocultó para protegerme.
Sufrí mucho por esta noticia, y no entendía como podía haber un Dios que dejara a unos hijos huérfanos y a una mujer sin trabajo y con una pequeña pensión de viudedad. En mi corazón solo había una pregunta: ¿por qué yo? ¿Por qué mi hermano? Al fin y al cabo, éramos inocentes. ¿Qué habíamos hecho para merecer esto?
Me forjé una coraza y puse mi felicidad en el deporte, los amigos, la fiesta, los estudios, aunque siempre fui un mal estudiante. Siempre quería caer bien a los demás, tenía una carencia afectiva.
Pese a todo, siempre estuve dentro de la Iglesia pese a mis luchas. Fui a peregrinaciones de jóvenes con el Papa en Alemania, Australia, Madrid, Brasil... fueron auténticos regalos de Dios en mi vida.
Siempre me consideré un hombre bueno. “No mato, no robo, no hago cosas malas". La iglesia me ha enseñado que existe el demonio. Yo lo he conocido, porque he visto lo que es sentirme como una mierda, incomprendido, solo y pecador. En esos momentos el demonio me acusaba: me decía que nadie me podía querer, que he sido un desagradecido, exigente con mi madre, con mi hermano, con mi familia, que exigía a los demás lo que en mí no veía. Y pese a todo Dios me daba muchos regalos.
No respetaba a las chicas, las utilizaba para mis intereses, para darme placer. Tuve una novia en Valladolid, otra en Oviedo, y no funcionaba.
Hace dos años conocí a la que hoy es mi mujer. Empezamos a salir en agosto de 2014. Cuando llevábamos menos de un mes quedando, salí de fiesta, me emborraché y me fui con una mujer. La besé y casi me acuesto con ella.
Sufrí mucho. ¿Quién era yo? ¿No era tan bueno? ¿Cómo pude hacer algo así? Tuve una crisis, y empecé a tener dos enfermedades desde entonces, psoriasis, y colitis ulcerosa.
Pedí perdón a la que hoy es mi mujer, y ella me perdonó. Ahí me di cuenta de que Dios me quería como era, sin límites, que pese a que soy un sinvergüenza, un soberbio, muchos pecados... El amor de Dios lo alcanza todo.
En octubre de 2014 fui a Medjugorje bastante descreído de tantas historias fantásticas. Este viaje fue un sello en mi vida y pude experimentar el perdón de los pecados gracias a Jesucristo y a que la Virgen María un día dijo sí a la voluntad de Dios.
Hoy estoy casado, espero un bebé para 2017. El año pasado acabé la carrera de Derecho. Ahora trabajo en una pastelería, pero quiero ser policía nacional.
Solo tengo una cosa clara, sé quien era y quien soy gracias a la Iglesia, que me enseña y me hace ver mis imperfecciones.
Yo era mal estudiante, pero he acabado Derecho.
Yo en las chicas buscaba sólo el afecto: ahora me he casado.
Nunca pensé en ser padre, creía que eso no era para mí: ahora estoy esperando un bebé.
Jesucristo ha sido para mí un ejemplo en mi vida. Sin Él, me daría a cualquier vicio. Es Dios el que me salva. La vida con Dios para mí, es una vida sin límites porque me ha quitado muchos miedos. La gente hoy tiene miedo a casarse, a tener hijos... Yo me casé incluso sin tener trabajo. Quiero tener hijos, y trasmitirles la fe que a mi mujer y a mí nos ha ayudado a salir adelante.
Lo mejor que me ha pasado en la vida es conocer el amor de Dios. Si te encuentras sólo o desesperado reza a Dios, porque Dios escucha tus oraciones. No es verdad que Dios está de brazos cruzados, actúa en tu vida, si tú le dejas.