Anne Gabrielle Caron era una niña de ocho años a la que le encantaba jugar, sonreír y bromear. Y así lo hizo hasta el mismo día de su muerte cuando apenas tenía ocho años de edad.

Falleció en 2010 tras sufrir una dolorosa enfermedad durante años, un cáncer de huesos especialmente agresivo, pero feliz y abandonándose completamente a Dios pese a su corta edad.

Años después, su testimonio de cómo afrontar el sufrimiento sigue ayudando a mucha gente. A través del libro Là où meurt l’espoir, brille l’Espérance, su madre ha recogido la experiencia de fe de su pequeña y la ha unido a la de los familiares, sacerdotes y religiosas que acompañaron a Anne Gabrielle durante la enfermedad y la muerte.

“Mi hija me mostró el camino al cielo”, relata ahora Marie-Dauphine Caron a Famille Chrétienne, que aún recuerda que “la pérdida de un hijo es terrible, ver el sufrimiento de un niño es también terrible porque te sientes impotente”. Pero a pesar de ello, tiene claro que su sufrimiento se ha convertido en una obra de amor en medio de un mundo hedonista.


“¿Por qué Dios me ha elegido a mí para esto?”, se preguntaba la pequeña cuando el dolor arreciaba. Pero rápidamente ella decía: “estoy dispuesto a aceptarlo”. Ella misma afirmaba que ofrecía todo aquel sufrimiento de la quimioterapia que la consumía por el resto de niños del hospital y por los médicos.
 
Libro sobre la historia de Anne Gabrielle

Anne Gabrielle, la mayor de cuatro hermanos, enfermó cuando apenas tenía seis años después quejarse de un dolor en la pierna que la hacía cojear. Los dolores eran tremendos y pronto empezó la quimioterapia. Cuando parecía que el tumor había desaparecido de repente reincidió y se extendió por todo el cuerpo.


Fue en este momento cuando comenzó la lección de esperanza que esta niña dio al mundo. “Aunque no me gusta estar enferma tengo suerte porque puedo ayudar al buen Dios a llevarle a la gente de nuevo a Él. Quiero ayudar a los que sufren”.

Durante su enfermedad, Anne Gabrielle fue un foco de atracción para sus familiares, para otros enfermos y también para muchos religiosos. Algunos de estos últimos la acompañaron durante todo este proceso y recuerdan un momento especial para la niña: su primera comunión.

Tres días antes de este acontecimiento tan importante para ella tuvo que ser hospitalizada de urgencia por un problema cardíaco.

Finalmente llegó el día y pudo cumplir su sueño. De hecho, Anne dejó escrito: “Estoy feliz porque puedo decir: estoy cerca de ti, mi Dios”. Después de su muerte, el sacerdote que aquel día le dio la comunión recordaba que “nunca he visto a nadie recibir la comunión como ella lo hizo”.


Cinco meses antes de morir ella confesó a su madre algo que le marcó profundamente: “Le he pedido a Dios que me dé todos los sufrimientos de los niños del hospital”. Y Dios se los dio porque en ocasiones decía: “y estoy sufriendo tanto…”.

Pero no le faltaban modelos en los que mirarse. Para la pequeña Anne Gabrielle su ejemplo era santa Teresa de Lisieux, a la que quería imitar en su vida. Una santa que, por otro lado, también sufrió mucho durante su corta vida. Y  tenía tal confianza con Dios que ella alegremente, pese al sufrimiento, decía claramente: “seré santa”.

El corazón de esta pequeña de ocho años no parecía el de una niña pues sólo pensaba en hacer el bien pese al sufrimiento que rodeaba su vida. Y por ello su madre recuerda otra confesión que le hizo su hija y que muestra su pequeño gran corazón: “Sabes mamá, creo de vez en cuando que cuando esté muerta no va a ser difícil para mí portarme bien. No será difícil ser agradable con la gente, pensar en los demás, obedecer y pintar con los hermanos”.


Sin embargo, pese a su niñez el dolor también le llevó a momentos de dudas y a un desierto espiritual del que pronto salió con fuerza. Recuerda su madre que la pequeña llegó a decir expresiones como “necesito que alguien me diga que Dios es realmente bueno” o “cuando veo que tan pocas personas creen en Dios, me pregunto si realmente existe”.

Pero esas dudas pronto se disiparon y el último tramo de su vida estuvo marcado por la oración y la comunión. Hasta el obispo de Toulon, monseñor Dominique Rey, llegó incluso a ir a su casa a llevarle la comunión a la niña. Su madre recuerda que Anne Marie creía firmemente estar viviendo su propia Pasión junto a Jesucristo.


Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon

Esa pasión llegó hasta el mismo momento de su muerte pues falleció el 23 de julio de 2010 tras más de 30 horas de agonía. “Ver a Anne-Gabriel fue ver a Dios”, diría el sacerdote durante el funeral.

Años después de su muerte su madre lo ve claro: “Todo es gracia”. Ella enseñó a su familia y a su entorno a vivir el presente, “el día de Dios” y a ser feliz aun con las cosas más sencillas.


¿Cómo sobrellevar una muerte como esta con tanto sufrimiento detrás?

En una entrevista en Zelie Magazine su madre afirmaba que “nos salvó entregarnos a Dios. Con Anne-Gabrielle hubo una gran paz, fuimos arrastrados por la Gracia, nos pareció que era Cristo el que sufría por nosotros. La otra gran lección de Anne-Gabrielle es que Dios sólo espera un pequeño acto de voluntad por nuestra parte, después Él hace el resto. Todavía no entiendo como hemos podido soportar todo esto. De hecho, fue Dios el que estaba ahí. Sea cual sea la situación, Dios siempre lo hará bien. Todo es gracia”.


Marie-Dauphine, madre de Anne Gabrielle

Y es que esta niña que quería ser santa sigue produciendo frutos una vez muerta. Su madre cuenta cuantos compañeros y amigos de Anne (incluidos los padres) acudieron a la familia para decirles cómo el ejemplo de la pequeña había marcado la vida de sus hijos.

Pero también muchos adultos que se han encomendado a ella. También niños enfermos, como un pequeño de 10 años con leucemia, han tomado el ejemplo de esta niña y se lo han hecho saber a su madre.


El libro ha servido además como un factor multiplicador. “Desde su publicación las historias son cada vez más numerosas sobre todo por el descubrimiento del don precioso de la Eucaristía por parte de Anne Gabriel, por lo que cada vez más personas utilizan su historia para preparar a los niños de cara a la Primera Comunión”.

“Vivimos todos estos testimonios como parte de la gran misericordia de Dios, que por su gracia vemos incluso aquí en la tierra los frutos del sacrificio de nuestra hija”, concluía su madre ante la corta pero intensa vida de santidad de su hija.