Claire nació en una familia cristiana, pero al llegar la adolescencia empezó a encontrar que "la misa era aburrida": "No comprendía el sentido de todo lo que vivía en el plano de la fe", confiesa a Découvrir Dieu.
Veneno
Pero había un problema mayor: "En el colegio yo era la única cristiana. Me di cuenta de que era imposible conciliar la vida de fe y la verdadera vida en el mundo. Así que nada más empezar el bachillerato quise hacer mi propias experiencia de la vida. Me dije: 'Voy a hacer lo que todo el mundo y tal vez eso me haga feliz'. Empecé a salir con chicos, a fumar, a beber, me gustaba mucho ir de fiesta".
Al cumplir los 18 años, Claire tuvo la oportunidad de una estancia en el extranjero y se fue a Rusia. Conoció a un chico y empezaron una "relación amorosa" que no fue como ella esperaba: "Me destruyó. Comprendí que estaba a punto de echarme a perder. Mi amigo quería que yo me convirtiese en lo que él quería que yo fuese. Y yo estaba haciendo cosas que no se correspondían con todo lo que me habían enseñado".
Esa situación, sin embargo, iba a hacerle despertar: "Sentía dentro de mí un vacío interior. Estaba triste, enfadada conmigo misma. Me dije: 'Esto no funciona, tengo que cortar esta relación'. Esa relación era un auténtico veneno. Y a causa de todo lo que había vivido en los últimos años, había abandonado mi aspiración a una vida grande y hermosa".
Jóvenes cristianos
Deseando recobrar ese antiguo ideal, Claire regresó a Francia y recordó unas reuniones de jóvenes cristianos a las que sus padres les habían llevado a ella y sus hermanos cuando eran niños: "Necesitaba recuperarme, reconstruirme y reencontrar la relación con Dios que había perdido".
"Al llegar me impactó la alegría de aquellos jóvenes de mi edad", recuerda: "No parecían extraterrestres, como yo como me los había imaginado. Estaban totalmente en el mundo y al mismo tiempo vivían sin complejos una fe auténtica y alegre".
El perdón
Claire quiso ver a un sacerdote "para contarle todo lo que había vivido en esos últimos años con transparencia y verdad" y recibir la absolución: "Me escuchó con mucha atención, me consoló, me dio algunos consejos y me otorgó el perdón de Dios. Fue una confesión".
"Salí de aquella reunión con un sentimiento de gran paz", continúa, "y sobre todo de alegría por formar parte de la familia de los cristianos, hombres y mujeres que aman a Cristo y creen que vive hoy entre ellos y quieren seguirle".
Su retorno a la vida de fe le sirvió para darse cuenta de la realidad de su relación con Dios: "Descubrí que realmente Dios siempre había estado a mi lado, incluso cuando atravesaba dificultades y me sentía muy sola. No era Dios quien se había alejado de mí, era yo quien había decidido vivir lejos de Él. Comprendí hasta qué punto Dios había respetado mi libertad durante los años anteriores, esperando que yo diese un paso hacia Él para recibirme con los brazos abiertos".