Involuntariamente Luis se ha convertido en un héroe. Rescató de entre los escombros a 15 personas, doce de ellas ancianos con movilidad reducida porque "nadie lo hacía". También a tres religiosas de la orden de las Siervas del Señor, entre ellas a sor Marjana Lleshi (de la que ya habló ReL), la monja albanesa de 32 años cuya imagen con la cabeza ensangrentada y recostada en el suelo que ha dado la vuelta al mundo.
Sor Marjana Lleshi define a Luis como un ángel, pero él se define a sí mismo como "un simple mortal que tiene fe, un pecador como todos al que en ese momento Dios ayudó para hacer lo que hice".
Cuando Ángeles Conde, de Alfa y Omega, entrevistó a Luis Alfonso Mora, este todavía presentaba contusiones en la rodilla por el esfuerzo de levantar cascotes y ayudar a varias personas que no podían moverse por sí solas.
La noche del terremoto estaba con el matrimonio de ancianos del que se ocupa. Viven en Roma y este año decidieron veranear en Amatrice, en la residencia que gestiona la orden religiosa de las Siervas del Señor. En el ala derecha del edificio dormían los huéspedes y en la izquierda las hermanas. "El terremoto hizo un ruido espantoso. Caí sobre la mesilla, me levanté e intenté abrir la puerta pero no se abría", relata Luis.
No es la primera vez que la vida le pone a prueba. Hace 18 años tuvo que emigrar a Italia por la situación de violencia que atravesaba su país. Por aquel entonces la guerrilla ya había asesinado a uno de sus hermanos, dos primos y un tío.
En Europa su vida tampoco fue fácil pero logró cierta estabilidad profesional como cuidador de ancianos: "La asistencia de personas mayores me da una gran satisfacción personal porque puedo darles amor, ya que muchos están solos o faltos de calor humano", cuenta.
Bomberos buscando supervivientes debajo de los escombros
Tras el terremoto en la pequeña localidad de Amatrice no quedó prácticamente ni una casa en pie. Luis Alfonso atribuye a Dios todas las vidas salvadas y lo afirma públicamente. "Lo quiero contar para que todo el mundo sepa que Dios existe y que nos acompaña".
Aunque se empeñe en repetir que no hizo nada extraordinario, regresó hasta 16 veces a un edificio en ruinas para rescatar a las personas que estaban atrapadas. "Una de las ancianas lloraba y me decía que no podría comer nada porque su dentadura postiza estaba en la habitación destrozada. Así que volví para buscársela".
Luis fue capaz de cargar a sus espaldas a varios ancianos en sucesivos viajes y, a pesar de que no es un hombre robusto, aunque hace deporte, tuvo la fuerza suficiente para tirar abajo puertas, indicar a los equipos de rescate dónde había supervivientes y hasta buscar mantas para que los mayores a los que socorrió no pasasen frío. "Lo hice porque no había nadie más que pudiera hacerlo, aunque me decían que no regresara, que era peligroso", recuerda Luis.
Tras el primer terremoto, las réplicas se sucedieron. Hubo centenares desde el mismo instante del terremoto hasta varios días después. "Yo lloraba y temblaba porque todo era horrible", dice Luis.
Amatrice tras el terremoto
Aunque a sor Marjana, a sor Giuseppina y a sor Maria pudo salvarlas, no logró hacer nada por otras tres religiosas que murieron en el acto, así como cuatro de las ancianas que se hospedaban en la residencia en la que trabajaba.
Los que conocen la hazaña de Luis declaran sentir admiración ante una persona como él. A lo que él responde con humildad: "Los hombres increíbles solo existen en el cine".
Durante la entrevista Luis detiene por unos instantes su testimonio y afirma que está conmocionado por lo sucedido. No duerme bien y que aún escucha las voces de las personas a su alrededor pidiendo auxilio: "A veces me levanto sobresaltado porque pienso que el suelo se mueve. Es una tragedia. Una cosa es contarla y otra es vivirla", dice.