Marc Lozano nació en Nueva York, en una familia católica que pronto se mudó a Florida, donde creció. Lozano detalla a CHNetwork que su familia iba a misa los domingos, aunque él, de niño, protestaba por mera pereza, para quedarse durmiendo o ir con sus amigos.
En realidad la familia no era muy devota, y después de hacer la Confirmación, Marc y su hermana dejaron toda relación con la Iglesia, convencidos de que las "cosas de religión" no había que tomárselas en serio.
Lozano detalla que su hermana había quedado ciega por un tumor y tenía problemas de salud, y sus padres "buscaban a alguien a quien culpar y cuando no había nadie más le echaban la culpa a Dios". Por eso, sospecha, ellos no se esforzaron en que sus hijos tuvieran una relación personal de amistad y amor con Dios.
Un joven lector con mentalidad obsesiva
En el instituto y secundaria, a Marc le gustaba leer mucho, informarse y exigir razones y argumentos para hacer las cosas. Así se interesó primero en algunos temas de filosofía, luego en algunos escritores del "Nuevo Ateísmo", como Sam Harris, Daniel Dennett y Richard Dawkins.
"Adopté esa visión del mundo, sobre todo, para poder perseguir los placeres de la carne, no quería que me limitara la moral cristiana", afirma.
Lo que le interesaba entonces, y le obsesionaba, era tener éxito en el baloncesto, en los estudios y tratar de ganar mucho dinero.
Era un joven muy orgulloso. Entró en una pequeña universidad con una beca que le hacía trabajar colaborando con el equipo de baloncesto, pero sin formar parte de él, y eso le enfurecía y humillaba: él creía ser buen jugador.
Se hizo ayudante entrenador del equipo femenino porque eso le molestaba menos. Allí conoció a su futura esposa, Taylor, católica. Se caían muy bien, pero chocaban en el tema de la religión. "Yo me declaraba ateo. Si me presionaban, podía dejarlo en agnóstico", recuerda.
Leía libros cristianos para refutar la fe de su novia
Tras unos años de novios, él decidió que investigaría la fe para desmantelarla y convencerla a ella de que lo razonable era el ateísmo. "Ella tenía una fe muy sencilla, inocente, y una cara casi como de niña. Yo leía autores ateos, podía destrozar sus argumentos, pero eso no la convencía. Y pensé: 'he de acercarme desde su perspectiva, leer teólogos, no ateos, encontrar su fallos '. Y eso fue el primer clavo en el ataúd".
Siendo un lector obsesivo, se leyó la Biblia del principio al final, el Catecismo, ¡la Summa Teologica de Santo Tomás de Aquino!, las Confesiones de San Agustín, "cada palabra de C.S.Lewis"...
"Puedes leer la Summa, pero si no estás entrenado para ello no vas a entender mucho", advierte. Lo mismo le pasaba con otras lecturas cristianas. Él, tan orgulloso e independiente, tomó conciencia de un hecho: le faltaba formación, entrenamiento, para entender la inmensa mayoría de eso que leía.
En cambio, cuando antes leía a ateos como Harris o Dennet, no sólo los entendía, sino que detectaba sus fallos y falacias, y eso le había halagado el ego. Leer a San Agustín o Chesterton le obligaba a releer para entender, "tiempo para digerir". ¿La filosofía elevada era facilona y las 'tonterías religiosas' necesitaban más formación intelectual?
Amor a la verdad: no aceptar caricaturas
Luego le sucedió que amigos o parientes, sabiendo que él era ateo, agnóstico o, básicamente, anticristiano, a veces charlaban con él planteándole quejas contra la Iglesia y el cristianismo. Quejas que él veía que eran caricaturas injustas, que deformaban el punto de vista cristiano.
"Mi personalidad obsesiva ahora estaba obsesionada con la verdad", señala. Se encontró defendiendo la Iglesia o al cristianismo contra falacias y bulos.
Empezó a darse cuenta -por citar a C.S.Lewis- que estaba dando pasos para ser converso, "el converso más reticente en Florida", bromea. Y ver que tantas personas inteligentes y con ideas bien articuladas como Lewis, Chesterton, Santo Tomás o Agustín eran cristianos también le empujaba.
Los argumentos teístas eran convincentes
Leer filosofía le había llevado al teísmo. Él habla del argumento del "escepticismo extremo", que dice: "Existimos, luego al menos un milagro sucedió". "Incluso si crees que eres un cerebro en un tarro o una simulación de ordenador, ¡la existencia existe! Y si la existencia existe, puedes llegar a Dios. No conseguía escabullirme de este argumento, aunque lo deseaba e intentaba".
Analizó también el argumento Kalam, el cosmológico, el de ajuste fino... todos a favor de esa Inteligencia creadora que llamamos Dios. "Encontré que eran argumentos convincentes y que las objeciones a ellos eran más bien débiles. Por mi obsesión con la verdad, tenía que admitir que creía en ellos, que creía en la cosmovisión teísta".
Si había un Dios creador, era todopoderoso y sapiente, y también debía ser bueno. "Un drogadicto hace el mal por ignorancia o por falta de fuerza de voluntad, pero Dios sabe y tiene fuerza, así que Él hace el bien", resume Lozano.
Las dos únicas opciones disponibles eran el cristianismo y "quizá el Islam", pero "después de leer el Corán la decisión estaba clara: el cristianismo tenía que ser la verdad".
Pero constatarlo no le apasionaba.
El cristianismo le atraía intelectualmente, pero le refrenaban razones egoístas: no quería madrugar el domingo, quería hacer actividades inmorales, no quería comprometerse a nada que cambiara su vida radicalmente...
Con todo, sabiendo que intelectualmente ya era cristiano, aceptó casarse por la Iglesia Católica con Taylor, su novia de siempre.
Ya adulto, cumplió su gran sueño: trabajar a tiempo completo para la NBA, la famosísima liga de baloncesto. Él y su esposa dirigían programas de negocios allí. Tuvieron hijos. Su entorno era ahora católico.
La primera oración sincera: fue inmediato
Había dedicado años a leer y pensar sobre Dios. Pero nunca había tratado de hablar con Él, de rezar en serio.
Y lo hizo. Dice que aún no sabe explicar del todo por qué. Pero se puso de rodillas, se supo genuino, vulnerable y dijo, sinceramente: "Que se haga Tu voluntad, no la mía".
"Fue divino, fue algo que se precipitó, de gozo y de paz. Yo ya creía en esas cosas, pero me había resistido por mi orgullo y egoísmo. Puedes leer mucho, pero necesitas abrir esa puerta a Cristo para dejarle entrar y en cuanto hice esa oración abierta, Él vino rápido y presuroso", explica.
Hoy agradece las oraciones de su esposa, a la que compara con Santa Mónica, que oraba por su hijo Agustín. San Agustín, filósofo y converso, fue importante en su proceso hacia Dios, y llamaron así a su cuarto hijo.
También agradece su conversión porque curó buena parte de su soberbia: "Aprendí que no era el más listo de la habitación, que a menudo era el más torpe y ciego", constata.
Cambiar de profesión: fomentar las inversiones en clave cristiana
Su familia estaba económicamente bien por su carrera en la NBA y por inversiones en la Bolsa, pero parte de esa riqueza no encajaba bien con la Doctrina Social de la Iglesia que ahora estudiaba. Su dinero apoyaba empresas incompatibles con la ética cristiana.
Tampoco quería que Dios fuera un asunto sólo de los domingos por la mañana.
Así, siguiendo las indicaciones de Dios, que le inspiró en oración, con señales y en su conciencia, creó una plataforma de inversiones éticas y con sentido cristiano, ChristCenteredCapital.com (C3), que orienta a los inversores en el mercado con propuestas adecuadas para la visión cristiana.
Lea también aquí en ReL: Para sopesar los indicios de Dios, hay que leer libros, no basta con Wikipedia y blogs.
El testimonio de Marc Lozano (una hora en inglés) en Coming Home Network y Journey Home.