Tom estudió teología en la Universidad Franciscana de Steubenville (www.franciscan.edu), probablemente la universidad más católica del mundo. Tuvo como consejero académico al famoso converso Scott Hahn, autor de "Roma, dulce hogar" y muchos otros libros de gran éxito también en español.
Es difícil encontrar alguien con un trasfondo tan católico. Y sin embargo, Tom y su esposa Lisa en cierto momento se hicieron protestantes precisamente porque no encontraban posibilidades de compartir su fe, de evangelizar.
“No nos fuimos por desacuerdos con la doctrina. No nos repelía la enseñanza moral de la Iglesia. De hecho, Lisa y yo continuamos practicando la regulación natural de la fertilidad todo el tiempo que estuvimos fuera de la iglesia”.
La causa de su marcha fue más compleja. Una semana después de graduarse, se casaron y se mudaron a Maryland. Él tenía trabajo y sueldo en el Ministerio Juvenil de una parroquia con dinero, pero con poca fe y espiritualidad. “Notábamos miradas y comentarios condescendientes por estar embarazados en nuestro primer año de matrimonio, por no haber tenido el sentido común de usar anticonceptivos”.
"El vicario frecuentemente predicaba un evangelio de autoayuda. Difundía desde el púlpito su postura de que no existe el pecado personal y que tan solo necesitamos aprender a aceptarnos. El desarrollo espiritual de los jóvenes era menos importante que asegurarse que todo el mundo lo pasase bien”.
Lisa tuvo un embarazo muy difícil, con muchas estancias de varios días en el hospital. “Ni una sola vez recibimos una visita de nadie del clero, ni nadie de la oficina parroquial nos preguntó qué tal nos iba. En cambio, me dieron un sermón sobre la importancia de estar disponible para el café con donuts de después de la misa de domingo… con mi esposa hospitalizada”.
Un año después se mudaron a Michigan. Tom tenía trabajo como profesor de religión en el único instituto católico de la diócesis. Habían despedido a sus predecesores por no ser “suficientemente católicos”. La diócesis buscaba profesores de doctrina y moral ortodoxas. A Tom le encantaba enseñar y trabajar con jóvenes.
Sin embargo, en las parroquias del lugar no encajaban. Casi no había jóvenes adultos. Tampoco les dejaban trabajar pastoralmente con jóvenes.
Un responsable parroquial les dijo que el objetivo de la pastoral juvenil debía ser “crear una atmósfera divertida para que cuando los chicos abandonen la iglesia en la universidad recuerden que se divirtieron y así quizá vuelvan a la hora de bautizar a sus hijos”.
Tom y Lisa tenían una necesidad bien estudiada (por ejemplo, por los sociólogos Putnam y Lim, como explicamos aquí): rezar regularmente con amigos, compartir la fe y la vida en grupos pequeños que se conocen y ayudan. necesitaban también poner a rendir sus talentos como evangelizadores.
Después de 3 años de buscar una comunidad para compartir su fe, su amor por Jesús y sus ganas de crecer espiritualmente, la encontraron en septiembre de 1996… pero no era católica, sino evangélica carismática.
“Le dijimos al pastor que no queríamos dejar la Iglesia Católica, sino sólo dejarnos caer por su comunidad buscando compañerismo. Pensamos que podíamos ir a Misa en domingo y compartir con un grupo pequeño nuestra fe en casa del pastor durante la semana”.
En este grupo la gente se tomaba la fe en Cristo en serio, estaban comprometidos unos con otros, mostraban interés en la vida de los demás, compartían bendiciones y necesidades. Lisa y Tom se sintieron acogidos y amados.
En cierto momento llegó el detonante que lo cambió todo. Un día Tom, como tenía por costumbre con sus alumnos, empezó la clase preguntando si había algo por lo que quisieran rezar. Una de las animadoras dijo que se había dañado la rodilla y no podía practicar los movimientos con su equipo.
Así que rezaron por ella. Al día siguiente la chica llegó a clase emocionada: la rodilla estaba curada, el dolor desapareció y podía realizar todos sus movimientos sin problemas. Tom aprovechó para animarles a orar con fe, y recordarles que Dios quiere implicarse en nuestras vidas, también en lo pequeño.
Una semana después llamaron a Tom de la diócesis para regañarle. Al parecer, había padres llamando al obispado para quejarse de que los profesores de religión sanaban a los niños en clase. “Respetuosamente comenté que yo no curé a nadie, pero si Dios quería responder a una oración, no había mucho que yo pudiera hacer. Después de todo, ¿qué sentido tiene orar sin esperar que tus plegarias sean respondidas?”
Le prohibieron orar por sanaciones para que nadie se molestase.
Mientras tanto, en su grupo evangélico pedían a Tom que les ayudase en la formación de un grupo de adolescentes que querían “ser discípulos y madurar en su fe". El contraste, dice Tom, no podía ser más obvio.
Cansados de las “políticas y resistencias en nuestras parroquias”, decidieron tomarse un “respiro”. Dejaron de ir a misa. Leían la liturgia del día en el diurnal. Hablaban de fe con su grupo protestante. Estaban convencidos de que Dios quería que trabajasen en la evangelización de jóvenes pero era imposible hacerlo en ambientes católicos. Tampoco encontraban trabajo en otra ciudad.
En el Domingo de Pascua de 1997 abandonaron del todo la Iglesia Católica para ser miembros plenos de su comunidad evangélica. Algunos amigos católicos dejaron de hablarles “fue como si nos rechazaran”.
Lo más duro fue la reacción de su familia tan católica. “Fue la conversación más dura de mi vida. Hubo palabras duras, sentimientos heridos y muchas lágrimas. Yo había disfrutado muchas veces quedándome hasta tarde con mi padre hablando de política y religión con una cerveza fría y un buen cigarro. Ahora, esas conversaciones eran impensables. Sólo hablábamos de cosas superficiales. Veía cuánto dolor causaba a mis padres, pero estaba tan convencido de que seguíamos la voluntad de Dios que no importaba”.
Tom trabajaba en el ministerio juvenil de la comunidad evangélica. Y Lisa lo hacía en el refugio para las mujeres sin hogar de esta comunidad. Acogían y lideraban un grupo de jóvenes adultos en su casa. Él predicaba muchos domingos a toda la congregación.
Al cabo de 2 años, les ofrecieron ir a Florida a apoyar la creación de una nueva congregación. Tom no cobraría por ello, se mantenían con un trabajo en el sector de seguros, pero le encantaba desarrollar sus capacidades evangelizadoras como pastor.
Crearon un servicio de adoración alternativa, a mitad de semana, que combinaba alabanza, debate y artes visuales.
Curiosamente, defendían muchas doctrinas católicas ante sus nuevos feligreses: María, los santos, la infalibilidad papal… También incorporaban elementos católicos en sus servicios: usaban la lectio divina en su grupo pequeño e introducían las cenizas del Miércoles de Ceniza.
Capilla de la Universidad Franciscana de Steubenville, donde Lisa y Tom pasaron muchas horas en sus años de estudiantes
¿Cómo es que un joven teológicamente formado que dedicó muchas horas a la adoración eucarística en la capilla de la universidad franciscana no echaba de menos la Eucaristía?
Tom Ponchak, que es una persona reflexiva, puede responder hoy que la clave estuvo en un pecado de idolatría. “Me había convencido y a mi mujer de que hacer lo que Dios nos había llamado a hacer era lo más importante. Al principio me dije que perder la Eucaristía era necesario para alcanzar a muchas personas con el Evangelio. Más adelante me dije que lo espiritual es más real que lo físico, que bastaba tener a Jesús espiritualmente presente. Abusé de una teología ortodoxa oriental que enfatizaba el misterio para justificar mi posición recién inventada de que Jesús estaba presente realmente, pero sin que entendiéramos cómo”.
En su siguiente etapa se les encargó crear una iglesia completamente nueva y con toda libertad. Crearon la “Casa de Mateo” que desde el principio buscaba ser distinta.
“Queríamos llegar a la gente que se había quemado en iglesias tradicionales, y nuestra comunidad pronto se llenó de hijos de pastores que habían crecido y se habían hartado de su iglesia, de personal de un colegio de las Asambleas de Dios y de algunos que estaban a punto de dejar de ir a cualquier iglesia. Celebrábamos la comunión cada semana y usábamos oraciones del libro anglicano de Oración Común".
"Seguíamos el calendario litúrgico los colores litúrgicos en velas y mantelería. Les enseñaba que la comunión era más que un símbolo. Cuando nació nuestra tercera hija, les enseñé la naturaleza sacramental del bautismo y la validez del bautismo de niños. Para mi sorpresa, nuestro grupo desastrado de evangélicos y pentecostales quemados, abrazaban plenamente esta enseñanza. Bauticé a mi hija y algunos más esos años en secreto usando el rito católico de bautismo. Estudiamos los Padres de la Iglesia y cuestionamos sola fide y sola scriptura. Estudiamos la comunión de los santos. Cuanto más presentábamos la teología católica y ortodoxa a nuestro grupo, más les interesaba y más me cuestionaba yo lo que estaba haciendo”.
A esas alturas, Tom y Lisa entendieron que ya apenas podían considerarse protestantes. Tantearon otras iglesias en las que poder integrarse con su grupo peculiar y alternativo: ortodoxos, episcopalianos evangélicos, incluso grupos veterocatólicos escindidos en el Concilio Vaticano I…
En 2007 comprendieron que sentían auténtica hambre de la presencia eucarística del Señor: “se convirtió en un deseo devorador; teníamos que volver a la Eucaristía”.
Se lo explicaron a su grupo y a todos les pareció muy razonable. Una familia decidió unirse a la iglesia ortodoxa local diciendo que no podían aceptar el papado pero tampoco volver a ser protestantes. Un adulto joven se hizo católico, y Tom sería su padrino.
Tom y Lisa finalmente se involucraron en una parroquia católica y se les encargó por fin un ministerio dinámico de jóvenes adultos y un ministerio de adoración eucarística con alabanza.
“Creo que el tiempo que estuvimos lejos de la Iglesia nos ha dado una perspectiva fresca y una amor más profundo hacia ella. También pienso que la Iglesia pierde oportunidades de mantener a los católicos, de atraer a los que se han ido, y de llamar a los que están en búsqueda espiritual. Sólo espero que mi historia y las lecciones que aprendí sean de bendición para otros y para la iglesia”, concluye Tom.
Tom ha publicado su testimonio en Whyimcatholic.com. Escribe en www.casualtheology.com y en www.mysteriumdei.com . Su esposa Lisa escribe en www.beautifulthorns.com .
Lea también: Él era un hípster protestante, ella era una universitaria atea… ¿cómo se hicieron católicos?