Cuando tenía sólo 14 años, Rosario fue atacada por un hombre cuando iba al colegio. "Me tapó la boca con la mano, me llevó a un descampado, me tiró en el suelo y se me puso encima", cuenta ella misma (ver abajo el vídeo, en inglés). Entonces, aun con el criminal intentando acallarla, rezó: "Empecé a gritar a pleno pulmón el Avemaría". Al oír aquello, el hombre se paró y dió un salto: "Me miró, parecía muy asustado y aterrorizado, dio un brinco y salió corriendo". Cuando me volví, no había nadie.
Posteriormente la policía logró identificar al asaltante: "Era un violador en serie y un asesino en serie. De todas las mujeres a las que había atacado, yo era la única a la que no había violado ni matado". Rosario se sintió enormemente "agradecida por esa protección", pero fue anidando en su corazón un odio visceral contra quien le había hecho eso a ella, una niña, y a todas las demás. Empezó entonces una larga batalla: "Durante mi vida tuve que luchar realmente contra la rabia y la ira, y aunque como cristiana sabía que tenía que perdonar, olvidé ese precepto".
Fueron años "muy duros" para ella, pues tuvo que combatir con la depresión: "Me sentía miserable, no conocía la alegría, estaba constantemente agotada por la rabia y la ira". Con el tiempo, sin embargo, comprendió que debía aplicar el mandato de Cristo: "Cuando recéis, si tenéis algo contra alguien, perdonadle, para que vuetro Padre del cielo os perdone también a vosotros vuestros pecados" (Mc 11, 25-26).
Y fue así como superó todo aquello, cuando logró perdonar en su corazón a quien había querido hacerle tanto mal a tan corta edad: "Experimenté una gran alegría y una gran paz, una alegría increíble, y dejé de estar todo el día exhausta. Había conocido lo frustrante y agotador que resulta no perdonar, y supe que no quería volver a pasar por eso. Lo cual me ayudaría en lo que iba a pasarme después".
El 29 de junio de 2009, Rosario se dirigía de noche a cenar a casa de unos amigos cuando una tironera intentó quitarle el bolso, que se atascó en el brazo: "Creo que pensó que me estaba resistiendo y tenía un arma, así que me disparó con una nueve milímetros. No sentí nada ni me caí al suelo. Estaba en shock. Me toqué el pecho y noté algo húmedo. Cuando miré, vi que era sangre y entonces supe que me había disparado".
La atracadora se subió a un coche que la estaba esperando y se dio a la fuga. Rosario empezó a correr en medio de la calle pidiendo ayuda e intentando coger la matrícula del vehículo: "Pero al mismo tiempo, pensaba que cómo iba a recordar una matrícula en esas circunstancias". De golpe los ladrones se pararon y antes de que reanudaran la marcha ella pudo acercarse lo suficiente para ver la placa, que terminaba en una palabra: "Me sentí muy agradecida. Gracias, Jesús, dije, una palabra sí puedo recordarla. Y la palabra era Shield [Escudo o Armadura]".
Shield es como Rodríguez ha bautizado su blog, con una inmediata resonancia en la Carta a los Efesios de San Pablo (6, 13): "Poneos la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todos los obstáculos".
Para Rosario comenzó entonces una nueva carrera de obstáculos. Cuando llegó a Urgencias, comprobaron que la bala le había atravesado el pecho y destrozado el esófago y pedazos del proyectil habían dañado sus pulmones, pasando a un centímetro del corazón. Sorprendidos de que no hubiese muerto en el acto, los médicos la operaron durante ocho horas.
Una vez superó la cirugía, y avisada su familia desde Michigan, la hermana de Rosario, a quien se siente muy unida, tenía una inquietud, porque sabía el infierno psicológico y moral que había pasado tras el asalto siendo niña: "Se sentó en el borde de mi cama y me preguntó cómo estaba. Le dije que me dolía mucho, pero contestó que no se refería a físicamente, sino emocional y espiritualmente. Me preguntó si había pensado en perdonar a aquella chica y si sentía rabia hacia ella. Me sorprendió que me hiciese esas preguntas, y le contesté que en lo que no había pensado era en no perdonarla ni en sentir rabia. Sabía que no quería vivir en la ira y la depresión que sufres cuando no consigues olvidar que alguien te ha hecho algo".
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La recuperación de Rosario no ha sido fácil, aunque la oración de todos los que la rodean surtió efecto. Los médicos le pronosticaron una estancia hospitalaria de dos meses... y le dieron el alta a los diez días. Luego estuvo mes y medio de recuperación en su casa en Los Ángeles, y se trasladó después a Michigan con su familia, para un proceso de dos años completos hasta estar bien del todo.
Rosario está ahora consagrada a difundir el efecto liberador del perdón, recorriendo parroquias, colegios y universidades de Estados Unidos, Canadá, México y algunos países de Europa para contar su experiencia. Ha trabajado en las universidades de Michigan State y Grand Valley State en programas de evangelización, y estuvo como misionera laica en México. En Los Ángeles, colaboró con Act One, una organización que forma guionistas y productores con una visión católica para trabajar en los grandes medios de entretenimiento. Y está involucrada también en grupos provida.
"Su poderosa historia de sufrimiento, sanación y perdón", dice Tony Rossi, director de comunicación de la organización católica The Christophers, "es una lección perfecta para todos nosotros sobre cómo dejar atrás las heridas de la vida y florecer en la gracia de Dios". Lo que le pasó, según el padre David Abernethy, de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri, es "un profundo ejemplo del poder transformador del perdón y de la misericordia en la vida de una persona".