Aunque esté prohibido, está dispuesto a surcar el cielo de Gotemburgo, la segunda ciudad en importancia de Suecia, a unos 50 metros de altura.
Ya está en el aire. Experimenta una grandiosa sensación de libertad. Al menos por unos segundos…
Comprueba enseguida que el ala delta empieza a perder sustentación. Se encarama hacia delante conteniendo los nervios hasta que logra agarrar uno de los cables para bajar el morro. Pero de repente el aparato hace un viraje, y a pesar de sus esfuerzos y maniobras, acaba estrellándose contra el suelo. Una pierna rota, varios meses en el hospital y unas secuelas en la columna vertebral que duran hasta hoy son el resultado del accidente.
En el hospital, sus padres y amigos, que no son creyentes, le dicen que ha tenido mucha suerte. Su hermana, en cambio, le aconseja que le agradezca a Dios por seguir vivo. Y este consejo lo deja pensando…
Una vista de la ciudad de Gotemburgo.
“Dar gracias a Dios… Durante dieciocho años no he pensado demasiado en Él. En cierto modo, me he preocupado sólo de mis cosas; a partir de la adolescencia, de mis amigos y amigas, soñando en lo que me apetecía: primero una moto, luego un deportivo; y más tarde, volar…”, confiesa Stefan que pensaba en aquel crítico momento de su vida. “Si hubiera tardado unos segundos más en reaccionar, posiblemente estaría muerto”, reflexiona.
Stefan pasa largas horas durante la noche en el hospital (cada hora de esas duran el doble o más) pensando en Dios, en el sentido de su vida.
“Pienso en la muerte que me ha pasado rozando a pocos milímetros… Sin darme cuenta, empiezo a hablar con el Señor, algo que no he hecho desde que era niño. Entonces creía en Él. Luego fui alejándome”. Pero se pregunta: “¿Hay alguien que me escucha o es todo una simple imaginación mía?”.
Fray Stefan cuenta la historia de su conversión
Una noche ya no puede más y le dice a Dios, gritando con todas sus fuerzas: “Si existes, no quiero volver a vivir alejado de Ti”.
“En ese momento noto que está aquí, a mi lado, conmigo. Renuncio a explicar qué pasó. No fue una imaginación, ni una sensación, ni una certeza intelectual. ¿Escuché algo? No. ¿Vi algo? No. ¿Me dijo algo? No. Sencillamente, Él estaba allí”.
Tenía la certeza de que no había sido una alucinación.
“Su presencia no me inquietó; al contrario: me proporcionó una paz interior que ha guiado mi vida desde entonces”.
Después de unos años, y tras rezarlo y pensarlo con calma, el joven Stefan decide “vivir junto y para Dios”, como él mismo sostiene.
Inicialmente se planteó la posibilidad de ser pastor luterano, sin embargo, en 1981 ingresa en una comunidad protestante de inspiración franciscana en Jonsered.
Fray Stefan hoy anima a mirar lejos y alto...
Allí, “mi vida comenzó a transformarse, y a medida que fui conociendo las enseñanzas de san Francisco y hablando con Rafael Sarachaga, el párroco de Gotemburgo, me sentía cada vez más atraído por el catolicismo”.
Los de su comunidad le preguntaban sobre esta misteriosa atracción que sentía Stefan por lo católico: “¿Cómo te puede atraer tanto si no lo conoces?”.
Él les daba la razón pues a lo largo de su vida había conocido a muy pocos católicos.
Fray Stefan y los franciscanos de la Tercera Orden Regular en Jonsered, Gotemburgo, Suecia
Stefan hace una reflexión sobre a lo que aspiraba cuando era joven y a lo que aspira hoy: “Cuando era joven, todas mis ilusiones y las de mis amigos se reducían a poder subirnos a una cabina y pilotar una nave: volar… De vez en cuando me encuentro con mis viejos amigos. Algunos de ellos son pilotos de avión. Charlamos sobre nuestras aficiones, recordamos viejas amistades… y hablamos de Dios. Se ponen muy serios cuando les digo que nuestra existencia se dirige hacia cielos más altos…”.
En 1983, cada uno de los que formaban la comunidad hizo la profesión de fe en la Iglesia Católica.
Solicitaron formar una comunidad de franciscanos de la T.O.R (Tercera Orden Regular) y se lo concedieron… y a partir de entonces comenzaron a llegar nuevas vocaciones. Viven en Jonsered y mantienen una web muy activa en Paxetbonum.se .
(El hermano Stefan en persona, en el convento franciscano de Jonsered, cerca de Gotemburgo, contó su testimonio a José Miguel Cejas para su interesante libro Cálido viento del norte; nosotros lo adaptamos para ReL).