Ha sido una más de las historias esperanzadoras de la JMJ de Cracovia: el nacimiento de una niña, incoado durante la homilía del Papa en Czestochowa. Así lo cuenta Marta Brzezinska-Walesczyk en Aleteia:
Sylwia Blady no iba a ver al papa Francisco en Czestochowa. Pero finalmente se decidió a visitar el santuario de Jasna Gora por su amiga Beata, que quería ir a la misa celebrada por el obispo de Roma este jueves. Beata estaba embarazada de nueve meses, pero todavía quedaba tiempo hasta la fecha prevista para el parto.
Las dos amigas se encontraron en Czestochowa. Tomaron un tranvía hasta la avenida de la Bienaventurada Virgen María y se unieron a una inmensa multitud al amanecer.
Los creyentes esperaban con impaciencia al invitado de honor, que no debía tardar, escoltado por las autoridades gubernamentales y por coches de policía.
Por el estado avanzado de gestación de Beata, las amigas no intentaron abrirse camino entre la multitud: buscaron un lugar más tranquilo, lejos de los excitados peregrinos.
Una contracción. Después otra. Sylwia se preocupó, pero Beata le tranquilizó: “Seguramente es una falsa alarma. No hay que inquietarse. Todavía queda tiempo para el nacimiento”.
Sylwia confió en ella. Incluso aunque hubiera comenzado el trabajo de parto, normalmente hay un gran espacio de tiempo entre la primera contracción y el parto.
La misa continuó. La primera y la segunda lectura fueron acompañadas por otra contracción.
Después llegó el momento del Evangelio y la homilía tan esperada del Papa, que se refirió a las palabras de San Pablo sobre la venida de Dios, que envió a la tierra a su Hijo nacido de una mujer.
Sylwia comentó riendo que incluso el papa Francisco hablaba de nacimiento, pero Beata ya no rió. Se estremecía de dolor. A pesar de otra contracción, aseguró a su amiga que no era nada serio.
Sylwia ya no escuchó más la homilía del Papa. Su mente iba muy deprisa. Recordó las palabras del Papa al principio de la misa: “Dios se aparece niño nacido de mujer”. Se estremeció. ¡Es lo que estaba a punto de suceder, ante sus ojos!
¡Dios se nos aparece! ¡Ahora! ¡En este bebé que va a nacer!
De repente las dos amigas se dieron cuenta por fin de lo que pasaba. Afortunadamente una ambulancia esperaba no muy lejos de allí. Al ver a esta mujer embarazada, su rostro torcido de dolor, el equipo médico comprendió la situación. Tras examinar a Beata, decidieron ir al hospital más cercano.
Pregunté a Sylwia qué sintió entonces: “En circunstancias normales hubiera entrado en pánico; pero en ese momento sentía emociones maravillosas que no sentía desde hacía tiempo. Mis ojos iban y volvían de Beata a la imagen de la Virgen de Jasna Gora, y pensé que se parecían mucho”.
En una entrevista con Aleteia, Sylwia recuerda: “Una vez en la ambulancia, nos reímos con los enfermeros. No recuerdo ninguna frase seria ni sombra de inquietud”.
“Beata quería retrasar la ambulancia para recibir la Santa Comunión, pero el doctor le sugirió que yo la recibiera en su favor”.
Sylwia permaneció cerca del santuario. Como le pidió Beata, recibió la Comunión en favor de su bebé.
No puede explicarlo pero el Papa, de manera milagrosa, se enteró de la noticia de este nacimiento. Y pidió a su secretario de prensa que le dijera a Beata que le da su bendición, así como a su bebé.
El bebé nació a las 14.31 h en un hospital de Czestochowa. Justo antes de la hora de la Divina Misericordia, eje de la enseñanza del papa Francisco.
Sus padres la han llamado Clara, nombre que habían escogido desde hacía mucho tiempo. Y decidieron darle un segundo nombre: Francisca.
Sylwia explica: “Bromeamos diciendo que el Santo Padre tendría que ser su padrino”.
Para acabar, pedí a Sylwia qué siente hoy. ¿Lo considera un milagro? ¿Una gracia? ¿Un signo? Ella sonríe: “Para mí es una increíble ola de gracia. El 28 de julio de 2016 lo recordaré como un gran día. Contaré esta historia a mis hijos”.
Y añade: “Estoy segura de que esta jornada es un inmenso don de Dios”, “no esperaba un don de Dios así, me ha transformado”.
“Antes de salir de Czestochowa, volví a la avenida que lleva al santuario. Elevé los ojos para admirarlo y llena de gratitud alabé al Señor en voz alta: Gloria a ti, Padre Santísimo, al Hijo y al Espíritu Santo –concluye-. No dejé de sonreír en el camino de vuelta, mi corazón estaba lleno de una alegría nueva”.