Desde que nació, Kayleigh Smith fue educada al margen de la fe por su madre Kimberly, que vivió alejada de la Iglesia desde su juventud. Mientras estudiaba Historia en la universidad, la joven descubrió que siempre había querido pertenecer a la Iglesia Católica. Fue una sorpresa para Kimberly ver cómo la conversión de su hija motivó la suya propia. The Leaven ha narrado esta sucesión de acontecimientos que culminó al mismo tiempo para madre e hija el 3 de abril en Topeka, Kansas (Estados Unidos).
Entre el divorcio, el bautismo y el culto pentecostal
Poco después de su nacimiento en 1973, Kimberly fue bautizada y recibió la comunión a principios de la década de los 80, tras el divorcio de sus padres. Desde entonces, asistió a catequesis y recibió formación católica gracias a la fe de su madre.
Cuatro años más tarde, se fue a vivir con su padre, cuya familia profesaba el pentecostalismo desde varias generaciones. Se distanció de su fe católica hasta que, con 17 años, regresó tímidamente a sus orígenes católicos, aunque sin recibir la confirmación ni frecuentar los sacramentos.
La ruptura le acercó a la fe
El divorcio de Kimberly tuvo un gran impacto en su vida espiritual. “Hasta que nos divorciamos hace unos cuatro años, no era muy practicante”, dice. Desde su comunión, tan solo iba a la iglesia ocasionalmente con su familia, pero no se planteó profundizar en la fe o recibir la confirmación. “Confié mucho en mi fe cuando nos divorciamos”, confesó.
Kimberly había tenido una hija, Kayleigh, que recuerda cómo desde la infancia su abuela materna -la madre de Kimberly- le transmitió como pudo la fe. “De vez en cuando íbamos a la iglesia con ellos. Recuerdo haber ido a misa de medianoche alguna vez, o si me quedaba con ellos durante una semana, entonces íbamos a misa. Eso es prácticamente todo lo que recuerdo de mi fe mientras crecía”, dice la joven.
Anhelaba una relación con Dios
Kayleigh recuerda que durante ese tiempo “había escuchado las historias y experiencias en la iglesia de otras personas”. Con el tiempo, se dio cuenta de que deseaba formar parte de una comunidad cristiana en la iglesia, pero sobre todo, de Cristo. “Siempre quise tener fe y una relación con Dios”, pero su fe seguía siendo ocasional.
La joven de 23 años cuenta en The Leaven que los siguientes años fueron críticos para encontrar la fe. Comenzó sus estudios en la universidad de Washburn, donde actualmente se especializa en Historia: “Estudiando las religiones, el budismo, el cristianismo, el islam o el judaísmo, pensé que quería tener una religión propia, sentí que necesitaba tener esa conexión con Dios en mi vida”.
Se sentía vacía sin la Eucaristía
Paralelamente, su madre comenzó a tener una percepción similar, y sentía que faltaba coherencia en su vida, especialmente cuando ocasionalmente asistía a la iglesia durante el momento de la comunión.
Como Kimberly había hecho la comunión, cuenta que sabía que lo que necesitaba era el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo. “Ir a misa y no recibir la comunión hacía que me sintiese vacía”, cuenta.
La fe de la hija inspiró a su madre
A sus 23 años, Kayleigh supo que formar parte de la Iglesia es algo que había deseado durante toda su vida. Motivada por sus estudios, decidió inscribirse en el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos en otoño de 2021. “Cuando quiso convertirse y recibir el bautismo, pensé que sería una buena oportunidad para seguir adelante, confirmarme y renovar mi fe en la Iglesia Católica”, añade su madre.
Tras concluir su periodo de formación, la estudiante de historia recibió su bautismo el 3 de abril, al mismo tiempo que su madre regresaba formalmente a la Iglesia. “Fue muy gratificante el momento en que volví a recibir la comunión y la confesión”, admite Kimberly, también emocionada por su hija.
“No estaba asustada ni nerviosa, porque había sido bautizada y criada como católica. Estaba emocionada por mí misma, pero más aún como madre por mi hija Kayleigh”.